13 may 2022

1957 FLORES, MUCHAS FLORES!

Flores, muchas flores!
a la Morenica bonica y resalá!...
Así rezaba un tapiz de pétalos el ario de la Coronación. «Las flores desmayan las voluntades», ha escrito Pemán. Ellas han sido el arma ofensiva de los caballeros de todos los tiempos para rendir cualquier fortaleza femenina. La princesa de Rubén está triste, porque el cadáver de una flor se quiebra en el búcaro. Es que una rosa que agonice nos escalofría de tristeza. ¡Misterioso poder el de las flores!
Policromía y perfume y arquitectura de la forma deben de ser el secreto de su encantamiento. Lo estético creado es conjugación de iris y líneas, sin la gala suntuaria de la exhalación aromada. Sólo las flores acopian al estallido versicolor y multiforme estructura, toda la gama de radiadas fragancias. El metal precioso manipulado y el poliédrico diamante alcanzan categoría de joyas ornamentales, pero no respiran, como la rosa, un hálito de esencias. Vale más una flor que una alhaja en el orden de la perfección. Ante un labrado aderezo se inclina la Matemática, pero ante una conjunción de nardos y claveles hace genuflexión la Poesía, y dice que la amapola es «mariposa de carmín en flor y grito de la vida»; y a los claveles los llama -«pebeteros rojos de los sentidos y copas de llamas de un champán de pétalos»; y al lirio, «florido príncipe, hermano perfumado de las estrellas castas»; y al jazmín, «gloria y honor del cano estío»; y a la rosa, en fin, «la gran negación de la tristeza». Y agota sus gayos decires al proclamar que «morir con una flor entre las manos, es morir abrazados con el cielo».
Nada le, va mejor a la que es Rosa mística, Lirio de los campos, Cedro del Líbano y Palma de Cades, que la ofrenda estrenada de flores para rendir otra vez su voluntad de Madre. El ejército de Comparsas que han copiado de ellas la luz y el colorido de sus damascos y sedas, guardia noble de caballeros, escolta de honor de la Señora, llevarán al pie de su trono un acervo policromado y oloroso, signo fiel de muchos y grandes amores.
Nuevo es este holocausto de blancos y rosados sacrificios. Tarde, en verdad, Señora, hemos llegado a Ti con las manos pletóricas de rosas, porque tarde se descubren los tesoros, pero ya abierto el filón no te faltará el oro, y la sangre y la nieve, carne olorosa de nuestros jardines.
No te ofrendamos estrellas, porque es privativo de Dios poner la luna a tus plantas y aureolarte de sol. No podemos tanto, Señora, pero enjoyaremos tu trono con «mariposas de carmín y pebeteros rojos y floridos príncipes», ánforas intactas, guardadoras de bálsamos con que se perfuman los ángeles...
¿Es que una rosa no vale tanto como una estrella?
JERONIMO HERNANDEZ
Extraído de la Revista Villena de 1957

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