18 abr 2022

1957 LA ARQUITECTURA ESPAÑOLA EN FUNCIÓN DE SU HISTORIA

La Arquitectura española en función de su Historia
POR MANUEL PUIG PASTOR Arquitecto
«Para comprender la arquitectura española, debemos conocer la compleja historia de nuestro pueblo, sus dualismos y contrastes y las condiciones de suelo y clima».
CHUECA GOITIA
España durante la Edad Media, fue campo de batalla entre África y Europa, entre Oriente y Occidente,—y así lo recuerdan las tradicionales fiestas de Moros y Cristianos que anualmente celebra Villena en honor de su Patrona, la Virgen de las Virtudes.—De una parte, un pueblo joven, recién llegado a la Historia—el pueblo árabe,—que tras una rápida serie de conquistas,—Persia, Siria, Egipto, Norte de África,—llega a nuestra Península en el año 709. De otra los reinos cristianos,—Asturias, León, Castilla, Aragón--que en sus inicios fueron núcleos rebeldes refugiados en la montaña. Y si un día son Muza, Tárik, Almanzor, los que en rápida correría cruzan nuestra península en busca de tributos botín y muerte, otro día son los Alfonsos, los Jaimes, los Fernandos, los que tras esforzadas luchas, reconquistan palmo a palmo nuestro suelo patrio. Problema de cruce, de encrucijada y de solapo cronológico, es el que plantea la historia medieval de la Península
Ibérica.
Sobre nuestro territorio al igual que luchan dos pueblos con las armas se enfrentan dos culturas diferentes: la cristiana y la islámica, a las que valiéndonos de términos spenglerianos podemos calificar de «mágica» a la cultura cristiana caduca y decrépita, y «fáustica» a la joven y naciente cultura islámica, culturas que son producto de dos mentalidades diametralmente opuestas: el español, cristiano, duro y guerrero, que habitaba en un país frío y montañoso, era austero por temperamento, y su austeridad encontró lógica expresión en edificios que destacan más por su masa peso y volumen que por su ligereza y elegancia. La cultura islámica, por el contrario, fue una cultura basada en el ocio y la meditación, una cultura fatalista, consecuencia del dulce clima de Andalucía y de la fe mahometana. Esta diferencia fundamental de actitud, ante la vida y el mundo, es la clave de las aparentes anomalías y paradojas tan características de la Arquitectura Española, y aun de España en general; África y Europa están siempre frente a frente en la Historia de España. Se nota a través de los siglos una fluctuación entre la profusión ornamentista y la desnudez estructural, entre las filigranas del gótico florido y la sequedad de esa «gigantesca masa que es El Escorial. No sabemos qué Arte sea espejo más claro de nuestra sustancia íntima, pues si bien El Escorial refleja la austeridad un tanto adusta de la Contra-Reforma y de la meseta granítica, en los palacios musulmanes de La Alhambra se adivina la nostalgia del oasis encantado, con el murmullo del agua como de una sirena cautiva.
En España coexisten estas dos culturas: el Pórtico de la Gloria, de la Catedral de Santiago de Compostela, se construía por los mismos años que la Giralda de Sevilla. El maestro Mateo terminaba su obra del Pórtico en el año 1.188, obra culminante de la escultura medieval española y uno de los monumentos más significativos y europeos de todo el Occidente cristiano. A su vez, el alminar almohade de la mezquita—La Giralda—se levantaba entre los años 1.184-1.196, y es uno de los símbolos más característicos de todo el islamismo.
Y entre estos dos polos ¿dónde está España? Pues España está, sin duda alguna, ahí, «entre» esos dos polos, y España es España cuando ese «entre» se llena de substancia propia, cuando se puebla y coloniza con sangre de guerreros, con sudor de artesanos y con vigilias de monjes; cuando surge una arquitectura que es maridaje entrañable de esos dos mundos espirituales contrapuestos; cuando se construyen en Toledo, Santiago del Arrabal y Santa María la Blanca; cuando Pedro el Cruel edifica los palacios de Sevilla y Tordesillas; cuando Alba de Tormes, Sahagún, Cuéllar, Illescas, elevan esas torres mudéjares, los más seguros volúmenes de nuestra arquitectura; cuando la fuerza cohesiva de la tierra castellana en fin, empieza a servir de fundente en medio de la polaridad española. Los dos polos de España, carbones incandescentes de nuestra historia: África y Europa, Córdoba y León, Granada y El Escorial, Oriente y Occidente.
Villena, septiembre de 1957
Extraído de la Revista Villena de 1957

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