¡AL CIELO!
Suena una frase en el silencio, místico, del atardecer del Domingo de Ramos. Suena después de una razonada y devota petición a la Virgen, la frase esperada ¡Al Cielo! Y en electrizante movimiento se alza la imagen a impulso de los costaleros, como si quisiera alcanzar las estrellas.
Bajo palio la imagen de María Santísima de la Esperanza alumbrada por cientos de luminarias, que parecen llorar lágrimas de cera, inicia de nuevo su procesional marcha al son de cornetas y tambores.
El arrastrar de los pies de los costaleros crea en el aire un rítmico sonido de perdón y plegaria. La saeta de voz desgarrada detiene el cortejo. Pétalos de rosa forman un tapiz multicolor y de nuevo en el silencio, reverente, la voz y templada da la orden ¡Al Cielo!
Se levanta la imagen y desde su posición reinante parece alentar a la enorme comitiva de “mantillas” que con devoción y recato dan compañía y calor a la reverente procesión.
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