EL ENTUSIASMO, HIJO DE LA FE DE TRES SEÑORITAS DE LO TRADICIONAL RELIGIOSO
Al Este de la Ciudad, ya desde muy lejos, da nuestra vista con la sierra de San Cristóbal, llamada así, porque, en tiempos que no se pueden precisar, se construyó en su cumbre una Ermita dedicada a este gran santo y de la que sólo quedan algunos cimientos. Soñaba yo escalar este monte, y mi sueño se hizo realidad en una espléndida mañana primaveral; sudoroso y jadeante vencí la escabrosa y empinada cuesta; descansé sentado sobre las duras piedras y ya por fin pude respirar a pleno pulmón. ¡Qué maravilla! Desde aquél regio balcón, el panorama era sugestivo y encantador; la gran urbe, con sus casas blancas como palomas, recostada a sus pies; el castillo multicentenario que vigila como mudo centinela la población y cuyas almenas se dirigen al Cielo, como al Cielo se dirigen las oraciones de sus hijos; y más allá, en el fondo, el verde oscuro de su vega, una de las más importantes de la Provincia, ubérrima y fecunda, gracias al esfuerzo y trabajo de la clase agrícola, que es la más potente y numerosa de esta Ciudad rica, simpática y culta. Hacia la derecha, la carretera que conduce al vetusto Santuario donde se encierra el más rico tesoro de los villenenses, la Virgen, que es Reina y Señora de todas las virtudes.
Cuando descendí de aquellas alturas, una gran pena envolvió mi corazón, al descubrir entre los pinos, restos de las Estaciones de un Vía Crucis y una Capilla casi derruida y en tierra la vivienda, que antes de la guerra, fue habitada por las Religiosas del Inmaculado Corazón de María, consagradas a la oración y educación de los niños más pobres de la población. Hasta aquellas alturas llegó la furia de hombres inconscientes, durante la época marxista, creyendo en su ignorancia que destruyendo lo consagrado a Dios, ganarían la revolución; no teniendo en cuenta que todo lo que no lleva la signatura de Dios, pasa y muere como muere y pasa la espuma que van deshaciendo las olas.
Hace ya tiempo que me preocupaba la reconstrucción de este «Vía Crucis» y de la Capilla. Y ¡Oh sorpresa! La más grata de mi vida. Una mañana, cuando trabajaba en mi despacho, penetraron en él tres distinguidas señoritas, feligresas predilectas de mi Parroquia; se cruzaron los saludos de ordenanza, les invité a que se sentaran y les interrogué el objeto de tan grata visita. Señor Cura de Santiago, me dijeron, esperamos su permiso y ayuda para reconstruir las Estaciones del «Vía Crucis» y la Capilla, cosas necesarias para los habitantes de aquel alto sector de su Parroquia.
—Mis queridas feligresas, hace tiempo soñaba yo por la reconstrucción del «Vía Crucis», ya que entre las devociones que más santifican y más enriquecidas están de indulgencias ocupa lugar eminente; Ejercicio en el que recordamos las horas trágicas de la pasión de Cristo, meditando la locura de su muerte y siguiendo paso a paso las huellas que dejó en la tierra, cuando caminaba al Cielo por la senda del Calvario. Decía el Apóstol de las gentes que los paganos no conocieron a Jesús y los judíos se escandalizaron de Él; solamente nosotros, que tenemos la Luz de la fe, comprendemos que nunca eres más luz y más sabiduría y más amor y más vida que cuando muere en la Cruz.
Y qué os diré de aquella Capilla, donde se celebraba el Santo Sacrificio de
la Misa y a dónde acudían niños y niñas para formarse espiritual e intelectualmente y que darían en el mañana, hombres para Dios, para la familia y la Patria.
Me parece excelente y aplaudo vuestro pensamiento y vuestro ENTUSIASMO pero
¿con qué contáis, en principio, para obra tan santa y beneficiosa para Villena?
—Contamos con nuestra fe y entusiasmo y con la generosidad de nuestros paisanos, dispuestos siempre a colaborar en todo lo que tienda al esplendor y engrandecimiento moral y material de nuestra amadísima Ciudad.
—Pues bien, recibid mi bendición, contad con mis oraciones y os aseguro un éxito rotundo e inmediato.
Y empezaron a actuar corno saben hacerlo las mujeres cristianas, con voluntad férrea, sin desmayos en las contrariedades y con la confianza en Dios. En unas cuantas semanas, recaudaron más que suficiente para la reconstrucción del «Vía Crucis», con sus magnificas y sólidas Estaciones; y en la Cuaresma de este año el Reverendo Francisco, Padre Rubert, lo erigió canónicamente, pronunciando al final una magistral plástica, como sabe hacerlo este gran orador, que además está dotado de inagotable vena poética.
Felicité efusivamente a estas señoritas, y me dijeron: «Señor Cura, ya tenemos en pie el «Vía Crucis», pero ahora vamos a emprender la reconstrucción de la Capilla, obra de más envergadura, ya que su presupuesto asciende a varios miles de pesetas; pero no importa, triunfaremos.
Estoy seguro de vuestro triunfo, porque cuando se labora en Cristo y por Cristo, lo qué se desea tiene perfecto cumplimiento.
Tened en cuenta para vuestra satisfacción, que cuando se empieza una empresa, cuando se vencen las muchas dificultades que se van presentando, cuando se consigue después de grandes esfuerzos, del Cielo baja una Corona; es la corona que Dios envía para ceñir las sienes de aquellos que se consagran a la santificación y salvación de las almas.
¿Qué quiénes son estas señoritas?
Consuelo Hernández, Consuelo Bonastre y Consuelo Soler, que continuarán extendiendo su mano para recibir vuestros cuantiosos donativos y levantar lo que estaba destruido.
Como sacerdote, guarda y custodia soy de las cosas sagradas, que a la. Religión atañen; y como Párroco de Santiago, defensor siempre de esta perla de la Provincia alicantina, que la hizo grande por su fe, ya que si se ausentara de vosotros se llevaría consigo cuanto le pertenece de noble y fiel, dejándola como el cuerpo cuando se ausenta del alma.
He concluido; y al terminar sólo me resta dar gracias, mil gracias, a los que habéis contribuido con donativos para la realización de estas obras de importancia moral y Religiosa para Villena, teniendo firme confianza que pronto sonará la campana en aquella Capilla para llamar a aquellos mis feligreses y que cómodamente puedan cumplir con el primero de los mandamientos de la Iglesia.
Creo inútil manifestar a todos que siempre os tengo presente en mis. oraciones.
JUAN MAÑAS - Párroco arcipreste
Extraído de la Revista Villena de 1953
Cedido por... Avelina y Natalia García
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