14 nov 2022

1959 VILLENA EN TIEMPOS DE FELIPE II

VILLENA EN TIEMPOS DE FELIPE II
Un alarde militar de 1582.— Apellidos y armamentos. — Carta inédita de la Gobernadora Dª Juana de Austria.
Por JOSE M.ª SOLER GARCIA
Doña Juana de Austria, Gobernadora de Castilla, firmante de la cédula que se reproduce en estas mismas páginas, según el retrato existente en el Convento de las Descalzas Reales; de Madrid.
El 12 de febrero de 1582, Felipe II, desde Lisboa, expidió una cédula del tenor siguiente:
"Concejos, justicias, regidores, Cavalleros, escuderos y oficiales y ombres buenos de las ciudades, villas y lugares del Marquesado de Villena e a cada vna e qualquier de vos en vuestros lugares e jurisdiciones. Sabed que, por algunas cavsas convinientes con mi servicio, escrivo a el governador de ese marquesado que haga apercibir, armar y tener a punto las gentes de las dichas ciudades y villas y lugares para lo que se podría ofrecer y conviniere, y ansi os encargo e mando a todos e a cada vno de vos, según dicho es, que, conforme a lo quel dicho gobernador escriviere y de mi parte hordenare, hagais apercibir, armar y tener a punto la gente de las dichas ciudades y villas y lugares para acudir con ella a donde conviniere y se ofreciere la nececidad, y le aviseis de cómo lo hizieredes y del numero de gente de pie y de a cavallo que oviere en cada pueblo y cómo está armada y en orden para que me le dé dello. Y los vnos ni los otros fagades ende al. Fecha en Lisboa, a doze de febrero de mil quinientos y ochenta y dos años. Yo el Rey. Por mandado de su magestad, Juan Delgado."
Otra cédula había remitido, en efecto, al Gobernador y Justicia Mayor del Marquesado, D. Diego Velázquez, quien comisionó a Juan de Garnica para llevar a cabo la orden de su majestad en la ciudad de Villena y villas de Yecla, Almansa y Sax. Ordenaba el Gobernador, al propio tiempo, reconocer por Adelantado y Capitán General a D. Jorge Manrique, Corregidor de Murcia, Lorca y Cartagena, por no tener el Marqués de los Vélez, que era el titular hereditario, edad cumplida para ejercer tan alto oficio.
El Concejo de Villena, constituido por Francisco de Medina y Ginés Ximeno como Alcaldes Ordinarios; por Pedro de Segovia y Antón Bravo como Regidores, y por el Alguacil Mayor, Pedro Miño, hizo pregonar alarde militar para el jueves 5 de marzo, ordenando
"que todas las personas vecinos desta ciudad, de quinze años arriba, salgan el jueves primero que viene con sus armas y cavallos los que los tuvieren... lo qual hagan y cunplan sin quedar ninguno ni hazer avsencia, sopena que si no salieren y alguno se fuere despues deste pregon, se les executara en quinientos maravedis aplicados para el gasto de la guerra y guarda deste rreino."
Se conserva la lista nominal de los que acudieron a la concentración y el armamento que cada uno de ellos presentó. Es una relación interesante por más de un motivo que, convenientemente resumida, ofrecemos a la curiosidad de los villenenses actuales, descendientes quizás de aquellos soldados contemporáneos de Miguel de Cervantes.
Figuran en la relación 279 varones de todas las clases sociales, pues junto a los linajudos apellidos de Martínez de Olivencia, Rodríguez Navarro, Calvache, Miño, Mergelina, etc, vemos al tundidor Martín de Ganga, al cabrero Pedro Hernández, al sastre Bartolomé Sánchez, al herrador Juan Tomás y al polvorista Juan Domene. El elemento intelectual se halla representado por los licenciados Pérez, Martínez, Gandía, García, Estevan, de Valera y Domene.
Con la mira puesta en un futuro estudio onomástico de los apellidos villenenses, he aquí la relación de frecuencia en que aparecen, ordenada de mayor a menor:
19 veces: Hernández
17 » Martínez
16 » Estevan y García
14 » Navarro.
13 » Domene.
9 » Cerdán y Díaz
7 » Sánchez.
6 » Caplana, Oliver, Rodríguez y Varela.
5 » Pérez.
4 » Alonso, López y Oliveneia.
3 » Angulo, Blasco, Bravo, Cervera, Gandía, Gasque o Gasco, González, Juan, Lopera, Mateo y Medida.
2 » Bellod, Benito, Brujas, Calvache, Castellano, Díez, Galiziano, Gisbert, Herrero, Miño, Miralles, Miró, Molina, Muñoz, Olivares, Ortín, Pon, Richarte, Saria o Sarria y Terol.
1 vez: Alarcón, Almansa, Alpañés, Amat, Ballester, Bermejo, Bodí, Bux, Cabedo, Cabrero, Cantó, Carrillo, Cavallería, Cotes, Crespo, Camora, Carpan, de Dios, Eslava, Espinosa, Ganga, Garla, Gil, Guerao, Guillén, Hurtado, Illescas, Lillo, Linares, Lorenço, Llopiz, Maqueda, Mergelina, Micó, Oliova, Pardinas, Pardo, Pedrós, Pedro, Placa, Sanpere, Santolín, Santoyo, Segovia, Serrano, Sigura, Tomás, Torreblanca, Vizcaíno, Ximeno y Yagüe.
Cabe alguna pequeña modificación en la frecuencia si pensamos en posibles errores del amanuense.
Con toda probabilidad, el apellido "Garia" debe ser "García".
Las armas que presentaron se distribuyen del modo siguiente:
268 espadas.
134 escopetas.
48 rodelas.
35 arcabuces.
35 lanzas.
32 ballestas.
14 alabardas.
12 broqueles.
4 picas.
3 lanzones.
2 montantes.
2 dagas, y 1 partesana.
a las que hay que añadir 2 mangas de malla y 2 espaldares de que hizo alarde "el Sr. Juan Martínez Vizcaíno, el Mayor", quien exhibió además 2 picas, 2 escopetas, 1 espada, 1 alabarda, 3 lanzas, 1 lanzón y 1 rodela. Nos imaginamos la admiración que este precursor de Don Quijote debió despertar entre sus convecinos, veintisiete de los cuales sólo pudieron presentar una modesta espada. Pero, a todo hay quien gane, porque ese trasunto quijotesco no tenía rocín, o al menos se abstuvo de presentarlo. En la relación aparecen solamente cuatro caballos, aportados por Rodrigo Oliver, el Mayor, por Francisco Oliver, por Alonso Miño y por Juan Rodríguez Navarro.
Aclaremos, para los menos versados, que la "partesana" presentada por Miguel Miralles era una variante de la alabarda, usada algún tiempo como insignia de cabo de escuadra en la infantería; que el "montante", de que hicieron demostración Martín Navarro y Juan Estevan, era un gran espadón que había que manejar con ambas manos, y que el "broquel" consistía en un escudo apuntado, de madera o corcho, a diferencia de la "rodela", que era también un escudo, pero de forma circular.
Durante los tiempos en que esta concentración se celebraba, el ejército español constaba de cuatro elementos fundamentales: voluntarios, penados, contingentes nobiliarios y reclutas forzosos. Salvo los penados, destinados a galeras por lo común, con el resto se integraban los famosos "tercios", que tan alto supieron colocar el prestigio militar de los españoles. Pero al mismo tiempo, había también un reducido contingente de tropas peninsulares, cuya milicia organizaban los propios municipios. Con ella se vigilaba a los franceses por el Norte y a los moriscos por el Sur. No se especifica ni en las cédulas rea-les ni en la del Gobernador, pero creemos que para nutrir estas milicias debió realizarse el alarde que comentamos.
Panopla del siglo XVI. (1) Rodela 121 Espada. (3) Alabarda. (4 ) Partesana. (5) Daga. 161 Broquel. (71 Ballesta. (8) Pica. 191 lanza. 110) Morante. (Dibujo V. Rodes)
Merece la pena, a este respecto, reproducir el texto de otra cédula anterior firmada por la "Princesa", es decir, la hermana de Felipe II, Dª Juana de Austria, Gobernadora de Castilla por ausencia del Rey su hermano. Dice así este curioso documento, fechado en Valladolid en 1558, el día 11 de un mes ilegible en el original, como puede comprobarse en la reproducción fotográfica que ofrecemos en estas mismas páginas:
«... Por parte del concejo e vezinos de la ciudad de Villena, nos asido fecha relacion que ella esta en lo raya de Aragón, a cinco o seis leguas de la costa del mar, donde hordinariamente los moros enemigos de nuestra santa fee catolica saltan en tierra y hazen caualgadas, y que si no fuesen socorridos por ellos binen en Alicante, Elche y otros pueblos cercanos a la mar, los cautibarian e tomarian los pueblos, a cuya causa tienen necesidad destar proueidos de armas e traer las de dia e de noche para se exercitar en ellas, los quales no las osan traer ni traen por que las justicias dese dicho Marquesado se las quitan si los toman con ellas en cual quier parte que sea, de dia y de noche. Y que si en alguno se haze execución por deudas que deua, lo hacen en las armas que tiene, avnque tengan otros bienes en que las poder hazer, suplicandonos fuesemos seruido mandar que los vezinos de la dicha ciudad puedan traer ballestas, arcabuzes e otras quales quier armas ofensibas en qual quier tienpo, andando por el campo e yendo de camino e a sus heredades, sin que se las quiten, y que no se haga execucion en ellas por ningunas deudas que deuan, teniendo otros bienes en que la hazer. E que, asimismo, porque los dichos vezinos estan muy desprobeidos de armas y tienen necesidad de comprar docientos arcabuzes y cien ballestas, les mandamos dar licencia para que los puedan comprar de los propios y rentas della, a repartir lo que costaren entre los vezinos que tuvieren mas necesidad de armas y las re cibieren, y que se pueda compeler a que paguen lo que costaron...»
Que las alegaciones de los villenenses eran ciertas lo demuestra el hecho de que, seis años después de esta cédula de la Regente, el propio Felipe II impuso a Villena la obligación de enviar ochenta hombres útiles al castillo de Bernia, cerca de Altea, cuando su alcaide lo solicitase para defensa contra moriscos y piratas. El documento está fechado el 3 de abril de 1566.
Existen también precedentes de inversiones de las rentas de propios en armamento comunal. Consta en los libros de cuentas del Ayuntamiento que, en 1545, se pagaron al vizcaíno Francisco Louyano 7.918 maravedís "por arcabuces y ballestas que se compraron para tener en la sala del Concejo".
Original de la cédula de doña Juana du Austria 
que se conserva en el Archivo Municipal (Foto Soler)
COLOFON
Las armas que usaban nuestros antepasados del siglo XVI no son sino un jalón en la dilatadísima etapa recorrida desde las "puntas" paleolíticas hasta los explosivos nucleares. Han perdido vigencia las picas, los broqueles, las alabardas, las ballestas..., pero han surgido otras muchas de tremenda eficacia.
Nosotros desearíamos para todas ellas un fin similar al de nuestros "festeros" arcabuces sonoros e inicuos en la actualidad, pero capaces en tiempos de cercenar un brazo a quien, por esta causa ha pasado a la Historia con el glorioso sobrenombre de "Manco de Lepanto".
Extraído de la Revista Villena de 1959

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