FIESTAS DE SEPTIEMBRE EN VILLENA
Por José A. Milán Guillén – Abogado
Algunos distinguidos villenenses, colaboradores habituales unos y ocasionales otros, han vertido año tras año en estas mismas páginas, como adecuado marco al anual Programa de Fiestas, las más felices expresiones. En prosa o en verso, todos cantaron a la Patrona con encendido entusiasmo, supliendo con sobrada emoción la falta de hábito. Y así ha de ser también en nosotros, obligados por cortesía a una mucho más cortés invitación.
Y se dijo tanto de Villena, de sus festejos y tradiciones, del color de sus desfiles y de la alegría de sus Músicas -de esa música de Banda, bulliciosa y callejera, bordada de pasodobles-, que apenas queda por decir a quien muy pocos méritos cuenta para hacer siquiera una ligera glosa de cuanto son y representan las Fiestas de la ciudad
Quizá, no obstante, acertemos a desprender de nuestras impresiones, dos momentos: la tarde del 5 y la mañana triste del 9.
Hemos pasado por los viejos caminos del Santuario, cara a Villena, -cortejo andariego y silente-, mientras la Imagen pequeña y morena empapo su manto pobre y desvaído de Viajera en el polvo del camino, oro bajo el sol de la tarde. En el ligero cansancio, un regusto placentero. Y en la garganta, reseca, una ofrenda. Más allá, Villena.
La Virgen camina débil y balanceante, símbolo de humildad, modestia y sencillez. Y es tan patente aquí, en la soledad de los campos -canta a lo lejos, quizá, la última cigarra- que es cuando, avasalladoramente, surge a nosotros su imponente grandeza.
Va ocultándose el sol en la tarde calurosa. De vez en cuando, la paz del campo se turba con un ronco rumor que llega de la ciudad resbalando en eco sobre las colinas.
Anochecida. Alaridos de pólvora. Villena.
Sobre el rumor de las gentes, disparos de arcabuz. Y sobre nuestras cabezas, la magia, -el arte-de los fuegos levantinos: luces de cien colores bordan palmas en el cielo.
Por José A. Milán Guillén – Abogado
Algunos distinguidos villenenses, colaboradores habituales unos y ocasionales otros, han vertido año tras año en estas mismas páginas, como adecuado marco al anual Programa de Fiestas, las más felices expresiones. En prosa o en verso, todos cantaron a la Patrona con encendido entusiasmo, supliendo con sobrada emoción la falta de hábito. Y así ha de ser también en nosotros, obligados por cortesía a una mucho más cortés invitación.
Y se dijo tanto de Villena, de sus festejos y tradiciones, del color de sus desfiles y de la alegría de sus Músicas -de esa música de Banda, bulliciosa y callejera, bordada de pasodobles-, que apenas queda por decir a quien muy pocos méritos cuenta para hacer siquiera una ligera glosa de cuanto son y representan las Fiestas de la ciudad
Quizá, no obstante, acertemos a desprender de nuestras impresiones, dos momentos: la tarde del 5 y la mañana triste del 9.
Hemos pasado por los viejos caminos del Santuario, cara a Villena, -cortejo andariego y silente-, mientras la Imagen pequeña y morena empapo su manto pobre y desvaído de Viajera en el polvo del camino, oro bajo el sol de la tarde. En el ligero cansancio, un regusto placentero. Y en la garganta, reseca, una ofrenda. Más allá, Villena.
La Virgen camina débil y balanceante, símbolo de humildad, modestia y sencillez. Y es tan patente aquí, en la soledad de los campos -canta a lo lejos, quizá, la última cigarra- que es cuando, avasalladoramente, surge a nosotros su imponente grandeza.
Va ocultándose el sol en la tarde calurosa. De vez en cuando, la paz del campo se turba con un ronco rumor que llega de la ciudad resbalando en eco sobre las colinas.
Anochecida. Alaridos de pólvora. Villena.
Sobre el rumor de las gentes, disparos de arcabuz. Y sobre nuestras cabezas, la magia, -el arte-de los fuegos levantinos: luces de cien colores bordan palmas en el cielo.
Comparsa de Moros Nuevos Sr. Cirilo Azorín Calomardo.
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Algunos balcones, en los que juntó a la masa polícroma de las macetas florecen rostros de mujer, reciben el típico, lento y cadencioso saludo de los desfilantes. Embriaga la luz, y vamos almacenando escenas en la retina incansable de nuestra "Leika". Hay una alegría desbordante. Y mil globos infantiles en el aire.
Mientras un niño compra el consabido bastoncito vertedero, algún enamorado incipiente oculta su último rubor al adquirir un vistoso y femenil pañuelo: también la mocita estrenó su traje. Va anocheciendo, y empujados por el crepúsculo, los últimos desfilantes fuerzan la marcha. La cenefa humana del trayecto se deshace camino de las afueras, y la seguimos. La Virgen nos espera...
En verdad, amigos, el «teatro de la calle» ha cobrado hoy su auténtico sentido. Porque esta irrupción polícroma y riente, tan final de acto de zarzuela española y españolista, no es hoy, -esta tarde-, más que el principio.
Hemos sido despertados, cada amanecer del 9, por el cruento estampido de un arcabuz. En el cerebro, cansado, torpeza de trasnochador. Pero hay que lanzarse a la calle. Mientras nos vestimos, las primeras escuadras nos maltratan el estómago vacío a golpes de pólvora. Y se inicia el viaje.
Suenan apagadas las notas de la Banda -Banda solitaria esta vez-, y apagadas están las velas procesionales: la mañana, fría, trae ya aliento invernal.
Aumenta la tristeza del retorno la melancólica palidez del paisaje. Otoño.
Polvo. Álamos. Y a lo lejos, las paredes blancas del Santuario. La Virgen, parece sonreír por última vez a su pueblo...
Y por la tarde, todavía un arcabuzazo suelto que suena a honra funeral. Despojados de sus galas -en el aire el jirón aislado de una bandera-, algunos grupos comentan incidentes con melancolía. Y, aunque al anochecer el alumbrado extraordinario de la ciudad persiste por calles y plazas, no consigue engañarnos.
Porque todos sabemos que ha pasado un año más...
Revista Villena 1952
Cedida por... Elia Estevan
2 comentarios:
identificación foto sultán con gafas de sol y señalando al fondo corresponde a la comparse de Moros Nuevos SrCirilo Azorín Calomardo abuelo de Pablo
Rectificando, errores de testo ¿perdón? ¡Identificación!.Foto sultán con gafas y señalando al fondo,corresponde al sultan de Moros Nuevos, Sr.Cirilo Azorín Calomárdo abuelo de Pablo
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