27 abr 2023

1974 LAS FIESTAS DE MOROS Y CRISTIANOS DE VILLENA VISTAS POR LOS OJOS DE UN ESCANDINAVO

Las fiestas de Moros y Cristianos de Villena.
Vistas por los ojos de un escandinavo
De José Hernández, mi pariente y amigo íntimo, he recibido la petición de pintar las impresiones que le dan las fiestas de Villena a un escandinavo.
Esta petición la acepto con tanto más gusto que las dos veces en que he presenciado las fiestas, o sea, en 1959 y 1968, constituyen para mí dos colmos de mi vida. Ya cuando niño entendí por mi abuelo, nacido y crecido en Villena, de las fiestas muy emocionantes. De lo que me contó me formé una imagen, que más tarde fue sobrepasada con mucho por la realidad.
Lo primero que le impresiona a uno cuando se llega a la ciudad es la actividad febril por todas partes como preparación para las fiestas. Las calles son iluminadas de guirnaldas de bombillas, el «castillo» está construyéndose, las cabilas son adornadas, y en las casas se hacen pasteles y dulces, los trajes de Moros y Cristianos se sacan a la luz del día y son limpiados y mucho más.
Todas estas preparaciones contribuyen a aumentar las expectaciones, y dentro de poco se halla arremolinado en una serie de acontecimientos y sucesos que le hacen a uno olvidar hora y lugar y dejar su temperamento frío nórdico.
Naturalmente, no es posible en este lugar dar una descripción a fondo de todas las impresiones que influyen fuertemente en un extranjero, pero voy a indicar unas pocas.
En primer lugar, me gustaría mencionar el magnífico desfile de las diversas comparsas con sus bandas de música respectivas. Uno se asombra de la variedad de colores de los trajes imaginativos, hasta los detalles más pequeños elaborados de cuero y telas genuinas, y no de algún material inferior.
Suscita también gran júbilo ver a los niños imitando los movimientos de los adultos y vestidos con trajes parecidos. Uno se alegra mucho de ver que las fiestas atañen a todos los habitantes de la ciudad, ya que, aparentemente, todos los que no participan en el desfile se sientan sobre sillas sacadas de las casas y colocadas a lo largo de las aceras, cosa que nunca pasaría en mi país.
Todo este escenario es subrayado por la música, para un escandinavo muy extraño e incitante, esta música que aún más se acentúa por la marcha rítmica y meneante, y especialmente me llamaron la atención los pasos rastreros de los participantes.
Otro punto culminante es, naturalmente, la lucha violenta del «castillo», en la cual los primeros estrépitos fuertes de los arcabuces (¡armados de pólvora auténtica!) le asustan a uno de tal modo que en la imaginación ya se ve caer a los heridos en el campo de batalla.
Aunque se conozca de antemano el resultado, uno se siente en el mismo centro de la batalla, y de repente los acontecimientos históricos oídos cuando niño y estudiados cuando adulto se pusieron vivos ante mis ojos.
Además parece extraño y enriquecido para un extranjero ver la manera en que se reúne una fiesta secular y religiosa. Esto se manifiesta preferentemente por la procesión religiosa de la Señora de las Virtudes que, iluminada por las dos largas filas de velas y con el acompañamiento de la música seria es llevada por las calles de la ciudad.
Esto da —según mi opinión— a las fiestas una perspectiva mucho más profunda que si hubieran sido fiestas exclusivamente de carácter secular.
En este lugar espero que el «lector amantísimo» me perdone un salto prosaico:
Ojalá que yo como escandinavo tuviera la condición fuerte de un español —jamás me han ofrecido tantas comidas (¡y qué comidas ricas!), y tantas copas de vino (¡y qué vinos buenos!), y tantos dulces irresistibles—, ¡y yo que me sacié el hambre ya de las tapas que tampoco podía dejar! ¡Y nunca he visto a tanta gente festejar tantas horas durante la noche y ya a las siete de la mañana estar a pie marchando por las calles con música!
Por fin, abrigo el deseo íntimo de expresar la gratitud de mi familia y mía de que los organizadores de las fiestas no hayan caído en la tentación de acomodar las fiestas de Moros y Cristianos al gusto de los turistas, sino que han logrado conservar las tradiciones antiquísimas de unas fiestas típicamente españolas para los españoles.
JOSE NOVELLA (Danés)
Extraído de la Revista Villena de 1974

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