21 abr 2023

1986 EL AMOR AL PUEBLO EN QUE UNA NACE

EL AMOR AL PUEBLO EN QUE UNA NACE
Soy una villenera que ama a su pueblo, y desde este rincón de Badalona, vengo a recordar costumbres de antaño, porque revela el encanto de los años de infancia, el amor a los padres, la alegría desprendida de las bellezas de la naturaleza y toda la armonía que revela la imponente belleza del castillo y la evolución progresiva de la villa sin perder su valor esencial.
Sí, la nostalgia puede nacer cuando, como en el caso mío, al residir fuera de un hogar donde nací. Pero el pueblo, mi Villena nativa, no queda tan lejos, tan distante, que no pueda gozar de su estancia en distintas etapas del año.
No es defecto amar los lugares en los que se ha vivido la primera luz solar. No es defecto amar aquellas lejanías del horizonte que un día encantaron nuestra mirada, soñando hacia un más allá del infinito.
¡Mi hermoso y querido pueblo! Pueblo que llevo en el alma. Al extremo de que hasta los gorriones me parecen distintos, más bonitos que los demás. Cuesta mucho poder borrar la imagen que lleva una dentro del lugar donde vio por primera vez la luz. Forma parte de una misma y satisface a la vez recordarlo, da alegría de ver paisanos o de sentir hablar del pueblo, como lo hizo el Sr. José María Soler en un programa de televisión.
Villena es toda una belleza incomparable, tierra de músicos, poetas y escultores (como Ruperto Chapí, Antonio Navarro Santafé, etc.).
Ya aparte de lo sentimental, de lo que pueda llenar el corazón, existe la posibilidad de indagar en la historia.

Es posible que el castillo de Villena, sus piedras centenarias, vieron en época lejana, las idas y venidas, las reflexiones de un personaje, el marqués de Villena, poeta, pensador y humanista.
¡Siempre gusta recordar todo aquello que quedó atrás! porque la vida sigue y sigue, y con ella surgen nuevos seres a quienes poder hacer entrega de cariño y de sus costumbres, porque el habla villenero hace las palabras dulces, es diminutivo «bonico» al expresarlo, nos une la familiarización de un pueblo como Villena que nadie se encuentra extraño ni forastero.
Y como final de estos encantos, el recuerdo de unas fuentes:
«En la placeta del Rollo (en la actualidad mercado de abastos) había la fuente de la Caña, con cinco chorros.
Enfrente los lavaderos públicos, con un lago de agua donde bebían los burros (denominada Fuente de los Burros, muy conocida por muchos). Allí iba a bañarse la gente los domingos; era bonito por cierto, y todo un júbilo y de una gran distracción cuando llegaba la fiesta para darse el capuzón.
Los peces se cruzan en sus cuerpos haciendo más emoción.
También ponían sacos de altramuces toda una semana en agua para que allí maduraran.
Y lo más gracioso es que nadie los tocaba. ¡Esa nobleza del pueblo allí se reflejaba! Nobleza que aún perdura en esta tierra adorada».
ANTONIA UGEDA
Extraído de la Revista Villena de 1986 

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