Soledades
Soledades en abismo de
cumbres que contemplan
los amores pasajeros del
novel en oficio.
Pierdes las batallas en
que los días pasan,
recuerdas con cariño
tus triunfos de niño.
Sólo estaba ante el vacío,
enamorado del aire.
Tu presencia y tu ritmo
me quitaron mi donnadie.
SONETO
Ah, si, che feci! Ne sento orrore!
Gelosa smanía, deluso amore mí
strazían l'alma. Piú non ragiono... Da
leí perdono, piú non avró.
(G. Verdi, F.M. piave: «La Traviata», acto II, escena II).
Después de ti, vendrá solo el vacío y,
de mi amor al ver cómo te alejas, se
hará la nada, el tedio y el hastío porque
nada habrá en mí, si tú me dejas.
Tu gélida respuesta es hielo frío como
el frío que anuncia la nevada, mas no
se helará en mí nunca, amor mío, la
nieve de tu piel, ni tu mirada.
¡Cuánto diera por ir siempre contigo, por
oír tu voz dulce emocionada! ¡Cuánto
diera por ser más que tu amigo!
¡Cuánto diera por verte enamorada!
Pero no pudo ser, no, y te lo digo
porque en mi vida, amor, sin ti no hay nada.
Espiritual
Miro el inmenso y cristalino cielo.
También la tierra y el mar que la contiene... y
un irresistible afán a mi alma viene con
deseos de emprender un raudo vuelo, hacia
esferas donde posada tiene.
Alto espejo es... donde muestra el pasado
en eterna holganza y añejo sosiego;
impasible ante el nutrido trasiego de
almas que pasan al cielo estrellado,
buscando un sol que las alumbre luego.
Divino olor de rosas y azucenas
coqueteando en radiantes primaveras,
llega, para borrar ideas pasajeras,
afianzando temporeras cadenas que a
mi ser atan desde horas primeras.
Sé, que finos dardos del crudo invierno
de cristal, me darán muerte segura;
entonces mi alma tomará esa altura que
no tiene regreso... hacia lo eterno,
mientras mi cuerpo va a la sepultura.
Liberada ya de su estrecha roca...
peinará sus cabellos de oro fino,
sentada en su deseo de lo divino
alimentando su fe, mucha o poca,
susurros de un arroyo cristalino.
¡Oh cuán nervioso está mi pensamiento
sujetando viejas querencias mías, fijas
en mí cual dulces armonías que alegran
mi vida en todo momento, cuando el
ocaso perfila mis días!
Soledades crearán mi desventura y mis
suspiros irán a cielo abierto... porque
yo, con mis años, estoy cierto que no
me quedan tiempos de ventura para
seguir de la vida el concierto.
Mi voluntad dejó de ser de cera... No hay
nubarrones que cieguen mi vista desde el
feliz día de ansiada conquista, con la que
enterré una vieja quimera. Conseguido su
amor... mi alma está lista.
Cuando en los años otoñales
la plenitud de un amor ha
tendido su manto,
¡qué importa ya la muerte!
Francisco Azorín Valdés
Extraído de la Revista Villena de 1992
No hay comentarios:
Publicar un comentario