Siempre unidos
¿Recuerdas... ¡mi amor! aquella primavera?
Brotaban los árboles. Las ilusiones... vivían
en mi pecho la emoción primera. Todo era
diáfano, risas y canciones. Después... el
verano, con fruta madura, que paladeamos
con dulzura y pasión. También en nosotros,
sueños de ventura nos fueron ganando el
tierno corazón.
De pronto nos surgió una terrible guerra
enfrentando a hermanos en lucha cruel,
hiriendo a mansalva, con dolor que aterra,
bellos sentimientos trocados en hiel. Se
produjo un cambio moral en las vidas
restándonos deseos de querer amar; y
utópicas ideas que eran compartidas
mataron bonanzas en furioso mar.
Nueva primavera llegó en buena hora. La
ilusión primera vivió con nosotros; pero
mi corazón, compungido, aún llora...
dolido por tantos y crueles destrozos.
Volvimos a la vida con fe y entereza;
creamos un hogar de esperanzas y frutos
al tomar del amor su inmensa riqueza.
Vimos crecer hijos, sanos e impolutos.
Tú y yo, siempre juntos, hicimos camino.
Cayeron las hojas de otoño... llegado;
completando así el nuestro viejo destino:
somos ya árbol pobre casi desnudado. Lo
que fue la siembra de aquella labor... en
nuevos hogares germina esplendente.
Ahora es... cual rica ofrenda al mutuo calor
que espera el invierno, bien serenamente.
¡Años otoñales! Bendita la aurora que
alumbra conciencias sin oscuridades. Feliz es
el alma cuando en ella mora la paz de
conciencia que enciende bondades. Fuiste
luminaria en el oscuro puerto, donde,
peregrino, deseaba encontrarte. Quiso el
buen Cupido, que un día fuera cierto el sueño
de amores... que me regalaste.
Extraído de la Revista Villena de 1993
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