18 mar 2024

1993 HENEMES

HENEMES. Por JOSÉ V. MARTÍNEZ GARCÍA
El perro ladraba insistentemente. Abrí la puerta que daba al callejón para ver qué ocurría. Sus aullidos hacían que la luz de la luna pareciera más tétrica. Un escalofrío recorrió mi espalda. Decidido, me acerqué donde estaba. Lo tranquilicé y dejó de ladrar.
Al volver a la casa, me vi sorprendido cuando, tras pasar el umbral, fui envuelto en la bruma de un bosque cerrado. Miré hacia atrás y sólo había una cueva. Sin saber qué hacer y desconcertado decidí buscar la salida.
De pronto unos alaridos me sobrecogieron el alma. Oí unos pasos. Carreras. Jadear de perros y ladridos. Oí también el jaleo de los hombres que les acompañaban. Parecían enloquecidos.
Me dirigía hacia ellos cuando una lanza se hincó en el árbol de mi derecha, dándome cuenta que el perseguido era yo. Eché a correr como poseído por el mismísimo Lucifer sin saber qué dirección tomar. Llegué a un acantilado. Sentí a los perros y hombres acercarse con sus antorchas encendidas. De pronto una sombra apareció junto a mí.
Un jinete vestido de morado me cogió por la cintura. Me obligó a montar y apresuradamente nos alejamos de allí.
Sorprendido aún por lo ocurrido le pregunté quién era y qué ocurría.
Nada contestó. Sólo me tapó la cara. Me agarró fuertemente y lanzando el caballo al galope saltó hacia el río. En la caída, nuestros tres cuerpos se desunieron, caímos por separado. Instintivamente me agarré a lo que tenía entre manos, como aferrándome a la vida. Era una bolsa pequeña que de la montura colgaba.
Fuimos arrastrados por la corriente.
Poco a poco el jinete y caballo llegaron a la orilla; pero yo no pude alcanzarla. Vi que montó sobre el corcel y diciéndome adiós, giró y siguió su camino. Yo quedé luchando contra el río, parecía que iba a ahogarme cuando fui absorbido.
Con un sobresalto alcé las manos hacia la superficie, la sábana cayó a mis pies. Empapado, me incorporé. Encendí la luz. Comprobé que estaba en mi cama. Miré a mi alrededor, todo continuaba igual, la suave brisa nocturna refrescó mi cara, secó el sudor de las noches de verano y me dispuse a dormir cuando mis pies chocaron contra algo. Levanté de nuevo la sábana, era una bolsa de cuero. Pesaba. La abrí. En su interior encontré una herradura plateada con unas iniciales: F.A.H.E.
¿Qué ocurrió aquella noche?
Extraído de la Revista Villena 1993 

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