14 abr 2024

1994 NOTICIA DE UN REPUBLICANO VILLENENSE SUBLEVADO Y MUERTO EN 1896

Noticia de un republicano villenense sublevado y muerto en 1896.
Por CÉSAR LÓPEZ HURTADO
Cuando se escriba formalmente la historia del republicanismo en Villena, al igual que con el referido a la provincia de Alicante, deberá estudiarse con detenimiento la intentona llevada a cabo por una partida de nueve hombres, levantada el 21 de diciembre de 1896, y a cuyo frente figuró el villenense Pedro Requena Perpiñán.
ESTE caracterizado republicano, junto a seis de los hombres que le acompañaron en aquellos sucesos, fue muerto a tiros por fuerza de la Guardia Civil, al día siguiente del levantamiento, en una casa de campo conocida con el nombre de «La Serreta», situada en el paraje denominado Serreta Llarga del término municipal de Novelda.
En las siguientes líneas trataremos de aproximarnos a lo ocurrido y a conocer un poco el perfil de su protagonista principal.
A finales de 1896, España, se desangraba y empobrecía ante el fracaso gubernamental para pacificar a los insurrectos de Cuba y Filipinas. A la ciudad de Cádiz, sobre todo, eran continuas las llegadas de trenes llenos de soldados para embarcar con destino a La Habana. La crisis nacional era tan profunda que la miseria se extendía amenazadora por las regiones más fértiles. El país, políticamente, se encontraba en un marasmo en el que los partidos no admitían pactos ni componendas. La cuestión social emergía y el régimen monárquico era acusado por el republicano de falsamente liberal y progresista, de cobarde, para sostener las doctrinas democráticas.
Los mismos republicanos andaban desunidos por sus distintas tesis ideológicas, soñando con despertar del letargo en que se hallaban sumidos y en concentrar todos los esfuerzos en el empeño de sustituir al régimen monárquico.
En este mosaico de militancias, con manifiestas divergencias políticas entre el republicanismo centralista, el progresista y, más aún, con el anatemizado federalista, que acabarían por completo con los trabajos para conseguir la deseada coalición entre los diferentes grupos, Villena, en el año 1896, era un calco exacto de esta división provincial y nacional (1).
Paraje de la «Serreta» de Novelda hoy. (Foto del autor)
El personaje y los hechos
Pedro Requena Perpiñán nació en Villena en 1860 y fue el mayor de los cuatro hijos habidos del matrimonio formado por Félix Requena Sánchez y Virtudes Perpiñán Hernández, ambos naturales de la citada ciudad. En 1885, año en el que todavía permanece soltero, su domicilio es el de sus padres, que habitan en el número 4 de la entonces calle de Zarralamala, donde éstos tenían establecida una tienda. En 1893, ya casado y ejerciendo la profesión de «industrial» —parece que del calzado—, su vivienda se encuentra censada en la calle del Cuartel número 2 (actual Maestro Caravaca). No disponemos en estos momentos del nombre de su esposa, ni el de los hijos que tuvo (2).
Asimismo ignoramos a qué tendencia republicana estaría adscrito. A este respecto hacemos la observación de que su único hermano varón, Félix —que había nacido en 1868 y fue el más pequeño de los cuatro hermanos—, en la Junta Local del partido republicano progresista de Villena, elegida el 8 de agosto de 1897, aparece como vocal de la misma. Dato indicador de que Félix Requena Perpiñán fue un destacado militante de esta tendencia republicana, y no sería de extrañar, que así fuera, incluso por fidelidad a la memoria de su hermano Pedro, que pudo inspirarse en el progresismo republicano de José María Esquerdo Zaragoza, basado en el programa y el ideal revolucionario de Ruiz Zorrilla.
En este mismo aspecto recogemos como dato curioso, por si ello hubiera podido tener alguna influencia en la formación política de Pedro Requena Perpiñán, que éste tuvo por vecino en 1885, en el número 2 de la citada calle de Zarralamala, a José Juan Morant, industrial zapatero, de 38 años a la sazón, y destacado militante republicano federal de la primera hora. Precisamente, en la Junta Local de los federalistas villenenses —seguidores de las tesis de Pi y Margall—, elegida en enero de 1897, figura como vicepresidente de la misma.
Antiguo colaborador del periódico El Ciclón, de Alicante (3), Pedro Requena Perpiñán, fue un apasionado y expeditivo defensor de los postulados republicanos —tal vez de los progresistas—, por lo que sufrió varias condenas políticas. Por su notable significación política, llegó a ser muy respetado por sus correligionarios del ámbito local y provincial.
No hemos tenido acceso al expediente instruido en su momento por la autoridad militar, para instrumentar el consejo de guerra seguido contra los dos sediciosos republicanos, que aunque heridos, pudieron salvarse de lo sucedido en Novelda, por lo que apenas se pueden adivinar los verdaderos motivos y la trama política provincial, que la hubo, para semejante alzamiento republicano en pleno año 1896.
Si una cosa aparece diáfana en el transcurso del proceso informativo que siguió a los hechos, fue la voz de los respectivos comités representativos de las tres fracciones republicanas existentes en la provincia, que se apresuraron a desmentir enérgicamente cualquier vinculación con el movimiento revolucionario desatado. Aunque, eso sí, el diario La Unión Democrática, órgano oficial del Partido Republicano Progresista de la Provincia de Alicante, en todo momento, puntualizó desde sus páginas las versiones contradictorias que sobre lo ocurrido se publicaron, saliendo al paso de las mismas con valentía y rigor. Esta decidida línea de defensa de los sublevados, no sería seguida por los periódicos republicanos de la capital, La Federación y El Republicano.
Por algún periódico alicantino de corte católico (4), no obstante, se apuntó que Requena «contó con la cooperación de muchos elementos esparcidos en diferentes pueblos de la provincia».
El mismísimo Nicolás Salmerón, que el día 4 de enero de 1897 participó en un mitin celebrado en el Teatro Principal de Alicante, de profundas repercusiones posteriores en el republicanismo provincial, no pronunció en él ninguna palabra alusiva a los sucesos que aquellos días convulsionaron a la provincia y que necesariamente tuvo que conocer de primera mano, pues entre los componentes de la comisión provincial de recepción, que se desplazó a recibirle a la estación del ferrocarril de La Encina, el 2 de enero, se encontraban el villenense Antonio Marín Requena, en calidad de presidente del partido republicano centralista de Villena; y Antonio Abad Sánchez, destacado republicano de Novelda.
No hay una clara exposición en la prensa de la época, fuera de la escueta nota oficial, de lo acontecido aquel día 22 de diciembre en «La Serreta» de Novelda, y menos aún una pormenorizada descripción de los hechos, a pesar de que se hicieron eco de lo ocurrido los más importantes diarios nacionales y regionales. De la información que hemos podido reunir sobre el caso, tras la lectura de periódicos de distinto matiz ideológico, en muchos casos enfrentada, y de algún otro dato localizado, podemos hilvanar lo siguiente:
En la tarde del lunes 21 de diciembre de 1896, corrió por Alicante el rumor de que en el inmediato pueblo de San Vicente del Raspeig, por sus cercanías y campos, se había notado la presencia de unos forasteros, que al parecer eran seguidores de determinados planes políticos, sospechosos de haberse reunido en aquella población formando parte de una partida republicana armada. Más aún, se dijo que las autoridades se hallaban apercibidas de ello.
En efecto, en una casa de campo del término de San Vicente, propiedad de un tal Sr. Navarro y al grito de ¡Viva la República!, se aprovisionó el grupo, encabezado por el republicano villenense Pedro Requena Perpiñán y compuesto de diez hombres, algunos de ellos de Alicante, que seguidamente continuó su marcha hacia Novelda, población en la que al parecer contaban con la adhesión de numerosos republicanos y, en la que además, se les reunirían otros muchos de los pueblos inmediatos; sobre todo de Monóvar, Elda y Villena.
Todas las informaciones señalan que la partida de Pedro Requena, pernoctó la noche del lunes 21 al martes 22 de diciembre, en «La Serreta» de Novelda.
El gobernador civil de la provincia, D. Pedro de Miranda y Cárcer (5), que tuvo conocimiento preciso de los movimientos de la partida armada, dio órdenes terminantes al Alcalde de Novelda y al Capitán de la Guardia Civil, Miguel Barreto Hernández, como jefe de la comandancia de aquella población, para que se tomaran con la mayor reserva las disposiciones y previsiones pertinentes. Al mismo tiempo telegrafió a los gobernadores civiles de las provincias de Valencia, Murcia y Albacete, limítrofes con la de Alicante, alertándoles de la presencia de los sediciosos.
Según la versión que se publicó aquellos días, el primer objetivo del grupo levantado en armas, su propósito, era interceptar el ferrocarril de Madrid-Alicante por el puente de la Jau, que vadea el Vinalopó cercano a Monóvar, y romper las líneas telegráficas, con el fin de entorpecer la concentración de fuerzas que se suponía habrían de perseguirles, tras sus primeras correrías.
El 22 de diciembre de 1896 el día amaneció muy frío. La madrugada del domingo había caído un considerable nevasco sobre Villena y al igual que la sierra del Cid, en Petrel, los montes del interior de la provincia y La Carrasqueta, estaban cubiertos de nieve. El tren correo de Madrid llegó esa mañana a Alicante con más de dos horas de retraso sobre su horario habitual, por la abundante caída de nieve en tierras de La Mancha; más de un metro.
En este marco gélido se desarrollaron aquel día unos hechos, terribles, de los que apenas ha quedado memoria. El mismo paraje donde ocurrieron, desde hace unos pocos años, es un auténtico vergel con unas espléndidas plantaciones de viñedos, que, aterrazados y con abundante riego por el sistema de aspersión, se recuestan sobre la ladera oeste de la Serreta Llarga, conformando el conjunto una explotación modélica. Nada recuerda a la antigua casa de «La Serreta», que ya no existe. Hoy, en su solar, se levanta una más que lujosa mansión, centro de otras edificaciones complementarias de aquélla, posiblemente de las más modernas y mejor instaladas de la provincia.
El asalto de la Guardia Civil al viejo caserón de «La Serreta» y la muerte de Pedro Requena Perpiñán junto a seis de sus hombres en el interior de sus dependencias, fue hacia el mediodía, mientras se encontraban comiendo.
A las cuatro de la tarde, el gobernador civil de la provincia, recibía un telegrama de Novelda participándole que, «atacados los rebeldes en una casa de campo de Novelda, llamada la "Serreta", se han defendido tenazmente muriendo en el combate siete de los sublevados, quedando heridos gravemente dos» (6). «La criminal sedición quedaba vencida y duramente castigados los autores», apostilló este mismo diario.
A los caídos le fueron ocupados dos rémingtons, tres tercerolas, dos escopetas, dos pistolas, municiones de guerra, palas, bombas de dinamita, diez hachas, importantes documentos y una bandera tricolor.
Entrada actual de la finca «La Serreta» escenario del asalto. 
(Foto del autor).
La versión más o menos oficial de lo ocurrido, que dio el periódico El Liberal (7), y en la que se apoyó para pedir públicamente que los guardias civiles que tomaron parte en el ataque, fueran recompensados, señala: «Que el capitán Barreto a la cabeza de seis hombres a sus órdenes y sin esperar la llegada de otras fuerzas para no malograr la operación, sabiendo que la partida era superior en número y que estaba bien armada, emprendió la marcha, llegó a la "Serreta", entró en la casa a viva fuerza, sostuvo lucha en la planta baja, volvió a salir al campo y por medio de escalas de mano entró de nuevo por las ventanas, penetrando en las habitaciones altas para salir otra vez y hacer una tercera entrada en el pajar, derribando para ello la puerta trasera del edificio».
Este mismo diario, que no disimula su tendencia, continúa: «Al hacer todo esto el capitán Barreto con su pequeña fuerza, penetrando en un local cerrado, desconocido y defendido a mano armada, realizó con evidente riesgo de su vida y de la de sus guardias, una de las más arriesgadas y más peligrosas de cuantas se conocen en los múltiples accidentes de la guerra, y lo hizo sin medir el número, la calidad, ni la posición de sus contrarios. Que hubo lucha más o menos encarnizada, pero al fin lucha, dan formal testimonio nuestra palabra honrada, la del capitán Barreto, la del casero de la finca, las levitas de los guardias chamuscadas por los proyectiles y los cañones de las pistolas y de alguna de las tercero-las reconocidas en el acto como recién disparadas mediante examen hecho por nosotros mismos a la vez que por la fuerza pública».
En el párrafo siguiente, El Liberal, buscando una justificación a la matanza que produjo el asalto, cambia a un tono casi ecléctico; y en una actitud inusual, no exenta de mansedumbre para su estilo radical, escribe: «si la muerte de siete desventurados es un hecho doloroso, lamentado por nosotros tanto como por el que más, también es seguro que si a los rebeldes se les hubiese dado tiempo de recorrer durante dos o tres días los campos de Novelda, hubieran esparcido en ellos el desasosiego y el pánico, y aumentado su número por otros ilusos comprometidos en la intentona, la colisión final hubiera sido aún más sangrienta y acaso, no se hubiera podido evitar la destrucción de la vía férrea y tal vez con ella una hecatombe sufrida por algún tren de viajeros».
El hecho de que la benemérita fuera recibida a tiros por los integrantes de la partida, según atestiguó siempre El Liberal dando fe de lo ocurrido, quedó en entredicho, ante el horror que produjo en la opinión pública la lectura del informe oficial del forense de Novelda, que practicó la autopsia de los cadáveres, y que publicaría La Unión Democrática como documento acusador en dos ocasiones (8).
Sobrecoge tremendamente, aún hoy, la saña que se trasluce del extracto de este informe.
El médico forense apreció en los cadáveres las siguientes heridas:
«Pedro Requena Perpiñán, cuatro heridas de bala; en el estómago y esófago, pan y arroz. Estaba comiendo cuando fue muerto, y lo mismo se aprecia en todos los cadáveres.
Pascual Masó Moll, nueve de bayoneta y uno de bala.
Antonio Torregrosa, seis de bala y dos de bayoneta.
Antonio Botella, tres de bala.
Antonio Escalante, tres de bala de fusil; una de bala de revolver y tres de bayoneta.
Un desconocido, seis de arma blanca y dos de bala.
Otro desconocido, tres de bala.
En suma recibieron entre los siete, 23 balazos y 20 golpes de bayoneta y sable. Total 43 heridas».
«Ningún guardia civil fue lesionado. Sólo a uno le atravesó el faldón del capote una bala enemiga. ¿Hubo lucha? No lo sabemos. Sólo nos consta el informe médico del forense de Novelda. ¡Horrible! ¡Terriblemente horrible!»; concluía el periódico republicano.
El Liberal, como contestación a esta prueba irrefutable, publicó el 12 de enero un editorial, bajo el epígrafe «Lo de Novelda», que constituye una especie de catilinaria tremenda contra La Unión Democrática.
El Motín, también dejó perfectamente claro en sus páginas, que los masacrados, «tendrían el proyecto de sublevarse en los campos de Novelda, pero no pasaron de ahí». Mostraba así el periódico madrileño, su desacuerdo ante la desproporcionada acción llevada a cabo por la Guardia Civil.
La impresión producida en el ánimo de los habitantes de Novelda, al conocer la noticia de que a la partida republicana se le habían ocupado varios explosivos, fue tal, que el «inmenso número de fieles que acudía todos los años al templo de Dios a oír la Misa del Gallo, quedó reducido a unas cuarenta personas, por temor a ver sorprendida su cristiana devoción por el espeluznante estallido de alguna Orsini».
En Villena, el 28 de diciembre de 1896, mientras de Alicante y algunos otros pueblos desaparecían de sus domicilios destacados republicanos, complicados, según se decía, de estar relacionados con lo ocurrido (9), en el viejo Teatro Chapí, se celebraba una función a beneficio de los soldados enfermos y heridos en Cuba y Filipinas, en la que leyeron sus poesías, entre otros, los vates locales Joaquín Vera y Aquilino Juan Ocaña, con títulos tan patrioteros como «Esa es España» o «A mis queridísimos paisanos los que luchan en Cuba por la honra de la Patria» (10).
Puente de la Jau, sobre el Vinalopó, 
objetivo de la partida levantada. (Foto del autor).
A pesar de la campaña de oposición promovida principalmente por La Unión Democrática y El Grito del Pueblo, de Alicante, contra el periódico El Liberal que publicó varios artículos pidiendo recompensas para el capitán y los guardias civiles que dieron muerte a los sublevados, el 22 de mayo de aquel mismo año, El Graduador, publicaba una nota en la que se daba cuenta de las recompensas concedidas a los guardias civiles que tomaron parte en asalto a la casa de «La Serreta».
Ciertamente fueron generosas. La relación recoge las condecoraciones y pensiones concedidas por el servicio prestado el 22 de diciembre de 1896: «Al capitán de la guardia civil de Novelda, D. Miguel Barreto Hernández, la cruz de primera clase del Mérito Militar con distintivo blanco pensionada con el 10% del sueldo de su actual empleo, hasta su ascenso a oficial general o su retiro y al cabo Francisco García Compañ, guardia primero, Francisco Alcolea Carbonell, guardias segundos, Julián Conde Cestavos, Fernando Morell Peral, Francisco Ronda Mengual, José Cánovas Escudero y Gaspar Rico Guill, la cruz de plata de la misma orden, con igual distintivo y la pensión mensual de 7'50 pesetas, mientras permanezcan en activo» (11).
El Nuevo Alicantino, también se hizo eco de estas distinciones honoríficas, resaltando «la especial mención que merece el guardia llamado Conde, que con inminente riesgo de su vida, fue el primero en arrojarse sobre los sublevados, y en lucha personal puso fuera de combate a cinco de los sublevados» (12).
Ese mismo mes de mayo, el lunes día 24, tuvo lugar a las nueve de la mañana, en la sala de banderas del regimiento de la Princesa, en el cuartel de San Francisco, el consejo de guerra ordinario de plaza para ver y fallar la causa instruida, contra los paisanos Luis Bañuls Brián y Francisco Sevila Barrachina, por el delito de resistencia a la Guardia Civil y que resultaron apresados en «La Serreta» al caer heridos.
El tribunal estuvo presidido por el coronel del regimiento de la Princesa D. Manuel Aguilera (13). Como fiscal, actuó el comandante de la zona D. Mariano Martínez Mínguez y como defensor el capitán del regimiento de la Princesa D. Antonio Montero Hernández. El juez instructor de la causa fue el teniente coronel D. Gerardo Boix.
A la lectura del proceso asistieron todos los oficiales francos de servicio.
En este consejo de guerra, el fiscal de la zona y una vez que hubieron comparecido los dos acusados —naturales de la provincia de Alicante—, y después de leído el sumario por el juez instructor, leyó el escrito de calificación en el que pedía por los acuerdos seis años de presidio.
El defensor, de igual modo, leyó su informe demandando la inocencia de sus patrocinados pidiendo para ambos la absolución. La sentencia no se hizo pública, hasta que el Capitán General de Valencia no dio su aprobación.
Aparte las diversas consideraciones que puedan hacerse, y a falta del estudio del sumario militar de la instrucción del consejo de guerra, en un artículo publicado por La Unión Democrática con motivo del primer aniversario de los hechos narrados, quizá se encuentren algunas claves del alzamiento de Pedro Requena Perpiñán.
Según el periódico republicano, estos indicios, pudieran encontrarse en la ligereza de algunos escritos aparecidos en la prensa alicantina, poco antes de los sucesos del 22 de diciembre de 1896. Ante estos escritos, advertía La Unión Democrática en velada acusación, un año justo después del levantamiento de Pedro Requena Perpiñán: «Días antes de los tristísimos acontecimientos de la "Serreta", advertimos a quien debía entendernos que las locuras propuestas por medio de cartas para que los nobles republicanos alicantinos, se lanzaran a cierto género de aventuras, solían pagarse, como se ha pagado aquel loco entusiasmo. Así que cuando leemos que llegan gentes a esta provincia, y luego se van y sucede algo, con profunda pena recordamos que de los "nueve insurrectos" de la "Serreta" quedaron muertos siete y dos resultaron gravemente heridos (...) ¡Horrible! ¡Terriblemente horrible! Hay que advertirle al Sr. Soria, todo, si no lo sabe» (14).
Todavía es más esclarecedor el párrafo siguiente: «Sabe perfectamente El Graduador que los tristísimos sucesos de Novelda, los que los provocaron sentirán en su conciencia el torcedor del remordimiento, y si en la colección del colega hay advertencias a los que debían entenderle, en la nuestra había consejos leales, para que los entusiastas no sirvieran de carne de cañón. Quede esto bien claro».
Como final de este modesto recuerdo hacia aquel villenense, recogemos que a su muerte, acaecida a los 36 años, se abrió una suscripción para su viuda e hijos, que en el año 1898, ya no vivían en la calle del Cuartel.
El 29 de abril de 1931, el Pleno del Ayuntamiento de Villena, dedicaba a Pedro Requena Perpiñán la antigua calle que hasta entonces era conocida como del Ciervo.
Los vaivenes de la política borraron del callejero de Villena para siempre el recuerdo de aquel republicano, y la calle, el 3 de noviembre de 1939, fue rotulada con el nombre de Francisco Pérez Cervera. Desde el 3 de agosto de 1979, su denominación es la de Manuel de Falla.
Alegoría de la República
NOTAS
(1) El republicanismo en Villena estaba organizado desde distintas tendencias. Así, en el verano de 1897, los diferentes partidos políticos republicanos en Villena, estaban representados, en sus cargos directivos, por los siguientes comités locales.
REPUBLICANOS FEDERALES. Junta elegida en enero de 1897: Presidente honorario: D. Francisco Pi y Margall; Presidente efectivo: Lorenzo Navarro Flor; Vicepresidente: José Juan Morant; Secretario: Wesceslao Llobregat Angel; Vocales: Antonio Hurtado Pardo, Juan Martínez Menor, José Gonzálvez Pérez, José Joaquín Hurtado, José Molina García, Joaquín Guillén Pérez; Depositario: José Antonio Serrano Cerdán; Representante en la Junta Provincial: Miguel Ferriz Menor (La Federación, Alicante, 24-1-1897, núm. 43).
REPUBLICANOS PROGRESISTAS. Junta elegida el 8 de agosto de 1897: Presidentes honorarios: D. José María Esquerdo y Zaragoza, D. Antonio Ruiz Beneyán, D. José Milán Amorós; Presidente: Luis Lizón Arce; Vicepresidentes: José García Bravo, Antonio Guillén; Tesorero: José Bañón; Secretarios: Andrés Hurtado Hurtado, Roque Marco Berenguer; Vocales: Gaspar Bravo García, Juan Menor y Menor, Juan Milán, Antonio Ferriz Menor, Félix Requena, Pedro Menor y Menor; Representante: Juan Ferriz Menor; Suplente, Rafael Sevila Linares (La Unión Democrática, Alicante, 14-8-1897, núm. 5, 530).
REPUBLICANOS CENTRALISTAS. Junta elegida el 31 de julio de 1897: Presidente: Antonio Marín Requena; Vicepresidente: Pedro Requena García; Secretario: Primitivo Guillén Navarro; Vocales: Francisco Pérez Cervera, José Sánchez Sanz Cruzado, Diego Bravo, Rosendo Benejama, Diego Muñoz Llórente (El Republicano, Alicante, 4-8-1897, núm. 42).
(2) Archivo Municipal de Villena [A.M. V.], Padrón de habitantes, 1885. f.º 436; y Censo Electoral, 1893.
(3) Manuel RICO GARCIA, Ensayo biográfico bibliográfico de escritores de Alicante y su provincia, Alicante, 1986, pág. 429.
(4) El Nuevo Alicantino, Alicante, 24-12-1896, núm. 575.
5) El 1.º de enero de 1897, ya se había nombrado otro gobernador civil de la provincia, D. Eusebio Sala.
(6) El Nuevo Alicantino, Alicante, 24-12-1896, núm. 575.
(7) El Liberal, Alicante, 5-1-1897, núm. 3, 209.
(8) La Unión Democrática, Alicante, 9-1-1897, núm. 5.359 y 24-12-1897, núm. 5, 640. También circuló una hoja impresa, que no hemos localizado, en la que se apuntaban datos reveladores contra esta acción desmedida.
(9) El Nuevo Alicantino, Alicante 29-12-1896. D. Mariano Aracil Morote, perteneciente a la redacción del periódico republicano El Ciclón, ingresaba en prisión el 28 de diciembre de 1896 por disposición del juzgado militar que entendía en la causa. De igual modo, Juan Rico Verdú, fue detenido por la Guardia Civil al día siguiente de la refriega (El Serpis, Alcoy, 31 de diciembre de 1896, núm. 5.675). En Monóvar, tuvo conocimiento el teniente de alcalde de aquel ayuntamiento, Arturo Albert Pérez, que uno de los alzados en armas en Novelda, se había separado de sus compañeros, y se dirigía al Pinoso con objeto de reclutar gente; capturado por la Guardia Civil, resultó ser José [sic] Rico Verdú. Le fueron ocupados «importantes documentos por lo que la autoridad vino en conocimiento de los infernales propósitos de los sediciosos. La voladura por medio de bombas explosivas de los puentes de Elda y de la Jau, que es el más elevado de los de la línea Madrid, Zaragoza y Alicante, entraban también en los propósitos de los anarquistas (El Nuevo Alicantino, Alicante 29-12-1897). Esos mismos días regresaron a Elda «jornaleros complicados en aquella intentona republicana»; y el Gobernador Civil de la provincia dictaba varias disposiciones, relacionadas con el orden público, para evitar que en las fábricas de calzado de la mencionada población se reconcentrasen elementos socialistas que pudieran soliviantar los ánimos de los obreros (El Nuevo Alicantino, 29-12-1896).
(10) La Correspondencia de Alicante, Alicante, 2-1-1897, n.» 3.932; y La Tarde, Alicante, 10-1-1897, n.º 3.939.
(11) El Graduador, Alicante, 22-5-1897. Concesiones que hicieron exclamar al diario republicano, cuando se pidieron: «Se quema el incienso a manos llenas ante la guardia civil, y nosotros nos detenemos sombríos y justicieros ante los cadáveres» (La Unión Democrática, Alicante, 9-1-1897, núm. 5, 359).
(12) El Nuevo Alicantino, Alicante, 29-12-1896.
(13) Como vocales asistieron los capitanes de dicho cuerpo D. Juan Barceló Herrero, D. Francisco Martínez Jiménez, D. Justo Ríos Jiménez y D. Juan Godoy del Castillo, y los de la zona D. Antonio Lozano Enríquez y D. Joaquín Canet Ferrer, y como suplentes los de la reserva de Orihuela D. José Alajarín Cánovas y D. Guillermo Alvarado Navas.
(14) La Unión Democrática, Alicante 24-12-1897, núm. 5.640, Fernández R. Soria, fue un republicano de Madrid, que en el mes de diciembre de 1897, y tras un viaje de propaganda republicana que realizó a varios pueblos de la provincia, escribió lleno de entusiasmo en el diario El Graduador: «en esta región de Levante está todo dispuesto, y cuando llegue la hora, los revolucionarios alicantinos no serán los últimos que acudan a su puesto para instaurar la República por medio de la fuerza». De aquí la advertencia del diario republicano al Sr. Soria.
Un saludo a mi amigo José Antonio Lacruz Pellín, gran conocedor de todos los vericuetos de su Novelda natal, que nos acompañó por los andurriales de la Serreta Llarga en imborrable excursión dominical.
Extraído de la Revista Villena de 1994 

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