9 jul 2024

1995 EL TEATRO ESTABLE ANTES DE 1885

El teatro estable antes de 1885. Por ANTONIO RAMOS GUTIERREZ
El presente trabajo tiene como finalidad la investigación sobre los recintos estables de representación teatral que se dieron en nuestra ciudad antes de 1885. El año no está escogido al azar, ya que como muchos conocen, corresponde con el de la construcción del Teatro-Circo, suponiendo éste el primer recinto estable conocido, o al menos, mejor conocido. Pero antes de empezar debemos definir qué entendemos por «estable» con la finalidad de presentar lo más claramente nuestra tesis y de distinguir el arte escénico, de los cómicos ambulantes que, en recintos levantados al efecto, visitaban Villena.
Tres características configuran claramente la estabilidad de las representaciones teatrales: la continuidad en el tiempo, la existencia de una temporada relativamente bien delimitada, el ocupar un lugar establecido y concreto de uso teatral y, finalmente, el funcionamiento como negocio. Al menos dos recintos funcionaron de esta manera antes de 1885.
El Teatro de la Capilla del Hospital de la Concepción
Es el primer teatro del cual tenemos constancia en Villena y fue el construido en la capilla del Hospital de la Concepción. Debemos remontarnos al año 1838 para encontrar sus orígenes cuando Vicente Ocaña, Mariano Gómez, Martín Chapí y Fernando Zúñiga solicitaron al ayuntamiento que les concediera la ermita que fuera capilla del Hospital de la Concepción para fines teatrales. Pero el lugar que se demandaba era un lugar muy especial: la capilla de un hospital de caridad. Algo más que una casualidad que así fuese.
En efecto, la época que vive el país en estos momentos es de grandes cambios y convulsiones políticas, cambios marcados por los últimos «coletazos» del Antiguo Régimen que no se resiste a la decadencia ante la efervescencia de una conciencia política más liberal. La Guerra Carlista, la regencia de María Cristina, la desamortización son ejemplo de ello. Y dentro del movimiento de la desamortización y del surgimiento de esta conciencia política más liberal, en donde todo aquello no rentable para el país debía minimizarse, es en el lugar que se encuadra la decisión de solicitar al consistorio dicha capilla que se encontraba en desuso hace años. No es una decisión ingenua, como algunos pueden pensar: se trataba de modernizar el país en todos los niveles, y el cultural era uno de tantos, quizá uno de los principales; el teatro había sido visto con malos ojos durante mucho tiempo por la sociedad estamental (1), siendo un juguete nuevo para la nueva burguesía emergente.
El ayuntamiento no observó problemas —como indicábamos la capilla estaba en desuso— en concederla para las representaciones a condición de que los beneficios fuesen a parar a la Junta de Beneficencia. Además se apoyaba en las nuevas leyes de desamortización (2), para ni siquiera contar con la opinión del presbítero de Santiago, a la sazón copatrono del establecimiento junto con el consistorio. Así pues, el escándalo estaba servido. El Arcipreste de la ciudad y su partido, Francisco Fernández Marín, no iba a dejar al consistorio que se saliese con la suya tan fácilmente, por lo que si las obras de acondicionamiento comenzaron en julio de aquel mismo año, ya en septiembre se encontraban paralizadas por orden del jefe político de la provincia a instancias del prelado y del arcipreste. Ante esta situación, el Ayuntamiento decidió recurrir a la mediación de la monarquía representada en el momento por la regencia a Isabel II de María Cristina. La contestación llegó en diciembre, siendo una respuesta llena de diplomacia que dejaba en manos de los interesados la resolución del problema. No podemos afirmar categóricamente ni que el teatro se cerrara ni que se siguiera obrando, pero lo que sí podemos afirmar es que cuatro años después, en 1842, existía en Villena un teatro que daba representaciones dramáticas desde hacía algunos años. Nos inclinamos a pensar que dicha sala no puede ser otra que la de la capilla del Hospital por las siguientes razones: primero, si analizamos lo que sabemos de la respuesta de la regenta al municipio, de ella no se puede desprender ni una negativa ni una contestación positiva a las aspiraciones del consistorio, por lo que nos inclinamos a pensar que las partes tuvieron que llegar a algún tipo de acuerdo (3); segundo, que el tamaño reducido de la capilla (4) pronto haría que el local existente se quedara pequeño, siendo éste el acicate para que un grupo de personas planteara construir otra sala; tercero, la información que nos da el acta del 28 de mayo de 1842. Por esta acta sabemos que hubo una sala que funcionaba desde hacía algunos años y que era incómoda y pequeña tal como lo era la Capilla del Hospital. Nos inclinamos a pensar, por lo tanto, que en el período que va desde 1838 a 1842 la capilla funcionó como teatro, y si no, que hubo otra sala permanente de representaciones.
En 1842 aparecen noticias de un proyecto para construir un nuevo teatro. En efecto, el acta del 28 de mayo de 1842 nos sirve como punto de inflexión de la historia constructiva teatral de esta primera mitad del siglo XIX, por un lado se nos da la información de que existía un teatro —que creemos no podía ser otro que el de la Capilla del Hospital—, por otro aparecen las primeras noticias de la intención de construir otro (5). Aunque pensamos que lo expuesto hasta ahora avala la tesis de que la Capilla del Hospital de la Concepción funcionó como teatro, por supuesto no un teatro como lo entendemos en la actualidad, aún nos queda apuntar en favor de esta idea que el nuevo teatro proyectado construir por Ramón Gil (ver nota 5) estuviese vinculado a la beneficencia en los mismos términos que lo estaba el anterior (6), pues tanto en uno como en otro caso los beneficios de las actuaciones irían a parar a ella, así al promover un nuevo teatro no se quería quitar la fuente de ingresos que había constituido el arte escénico en el anterior coliseo.
El Hospital de la Concepción se comenzó a construir a mediados del siglo XVI por Pedro de Medina, tesorero del obispado de Cartagena que construyera junto a Sancho García de Medina la Iglesia de Santiago de Villena. Fue demolido en 1966 y se ubicaba justo detrás de donde actualmente se encuentra el Teatro Chapí de la ciudad, en los terrenos que hoy ocupa el ambulatorio del Servei Valenciá de Salut (7).
El Teatro del Hospital
Pero como indicábamos anteriormente, un nuevo teatro estaba naciendo, el llamado desde entonces hasta los años setenta de aquel mismo siglo el Teatro del Hospital. Su precedente lo podemos encontrar en el pequeño teatro encuadrado dentro de la Capilla del Hospital de la Concepción, pero también en la fuerza que tenía, ya en el siglo XIX el espectáculo teatral en sí mismo. En efecto, el siglo XIX es el siglo teatral por excelencia. En las más importantes ciudades del estado comienza una fiebre constructiva que también tendrá sus paralelos en nuestra ciudad en la medida de sus posibilidades. El teatro como fenómeno social integrado totalmente en las estructuras ciudadanas, supo dotarse y rodearse de una cultura específica con trascendencia social que va mucho más allá de lo que se representaba en la escena, ya fueran obras teatrales, óperas, zarzuelas o cualquier otro tipo de género escénico. Así, el teatro se convertiría, cada vez más, en el escaparate apropiado de las clases cultas y poderosas de nuestra ciudad durante el siglo XIX.
No puede llamar a equívocos la denominación de uno y otro, en relación a si son o no teatros distintos, siendo su nombre epígrafe de la dependencia o adscripción al Hospital más que otra cosa. Además una vez analizadas las actas y los documentos con todo el detalle que nos ha sido posible debemos concluir que, no sin precaución, se trata de teatros distintos en tamaño, capacidad y localización.
Ignoramos, en cuanto a la localización, la ubicación del Teatro del Hospital. Sólo sabemos que debió ocupar una zona con una cierta tradición teatral, pues su promotor, D. Ramón Gil, pedía al ayuntamiento que se le concediera el local «donde trabajó durante los días pasados la Compañía de Árabes». Estas eran compañías de teatro ambulantes que pasaban por la ciudad ocupando espacios de carácter provisional. Ignoramos también con exactitud, desde cuándo comenzaron a venir este tipo de compañías, ya que no existe una información demasiado explícita en el Archivo Municipal sobre este tema —o al menos no la hemos encontrado—, con lo que por prudencia enmarcamos el fenómeno en el genérico siglo XIX. Lo que sí sabemos es que los nuevos promotores, tienen la intención de construir un local de nueva fábrica y que dé representaciones con carácter estable, pues en la misma petición recogida en el acta de 28-5-1842 (ver nota 6) afirman el ser su intención facilitar un conducto seguro de financiación a la Beneficencia.
No nos cabe la menor duda de que esto se llevó a la práctica, y de que, efectivamente, este teatro existió, por las noticias y datos que se nos ofrecen a continuación en un período que abarca desde el ya mencionado 1842 hasta 1876. La comisión que trató las condiciones de la cesión del local estaba formada, por parte del ayuntamiento, por D. Martín Chapí, que fuera promotor del antiguo teatro de la Capilla del Hospital, de la parte de la Junta de Beneficencia estaban D. Juan Bellod, su presbítero y D. Pedro García, su depositario. Por fin, el 1 de mayo de 1842 el ayuntamiento aceptaba las condiciones propuestas. Los promotores de este nuevo teatro eran además de D. Ramón Gil, D. Manuel Pelayo y D. Pedro José López. Podemos decir que a finales de agosto el teatro ya estaba construido (8). El poco tiempo transcurrido, tres meses, nos induce a pensar que no estaríamos ante un coliseo de grandes proporciones, ni de grandes alardes arquitectónicos sino, que más bien se trataría de un pequeño o mediano espacio escénico que habría sido levantado «ex novo», o quizá aprovechando algún local anterior de carácter transitorio. En cualquiera de los dos casos, si había aprovechado alguna estructura anterior, poco debió parecerse a los tenderetes provisionales que se montarían con motivo de las visitas de las compañías, ya que conocemos los materiales que se usaron para su construcción, y éstos no son los típicos en dichas construcciones.
Conocemos los materiales que se utilizaron gracias a una intervención o restauración que se practicó en 1869, en la que se especifica que se aprovecharían los materiales allí existentes: lo que se define como «escombros», que podría delimitar un buen número de elementos de construcción, piedra, escasamente usada para los espacios transitorios, y madera.
Habrá que esperar a la década de los sesenta para volver a tener noticias del Teatro del Hospital. Cabe suponer que la falta de noticias esté producida por la buena marcha de la explotación del Coliseo, pues la referencia que nos hacen los documentos del ayuntamiento de 1861, se refieren precisamente al cambio de explotadores. El 21 de diciembre de aquel año se arrienda el teatro a Pedro Zúñiga y Onorato Perlasia durante los próximos seis años por la cantidad de 400 reales por año. Pero además el mismo acuerdo nos indica algo que debió ser práctica habitual de los empresarios de la época: esto es, el subarriendo. En efecto, la mitad de los beneficios procedentes de los subarriendos debían ser ingresados en le Beneficencia junto a la cantidad estipulada de los 400 reales. Estos datos, además de darnos una información precisa de cuál era el mecanismo de la explotación teatral, no deja de darnos otra información mucho más preciosa si cabe: confirma la continuidad teatral en la ciudad y reafirma la existencia de un lugar de representaciones estable.
La prueba definitiva que certifica la existencia del Teatro del Hospital, la tenemos unos años más tarde, en 1868, documento del dos de febrero (ilustración 1). Se trata de una relación de edificios destinados a Teatro en el que el único que aparece es el Teatro del Hospital. Sabemos gracias a este documento que el aforo del local era de unas cuatrocientas personas, que su categoría dentro de los espacios escénicos era la más baja, que se encontraba en explotación y que su estado se había deteriorado. De hecho, como indicábamos con anterioridad, al año siguiente fue remodelado.
A finales de noviembre de 1869 se acometen las obras de reforma y de consolidación del teatro, a la vez que cambiaba de explotadores, haciéndose cargo de la reforma los que acaban de ser beneficiados con la explotación. La condición que en estos momentos se solicita del consistorio, es la que debido al gasto inicial que suponían las obras de remodelación, se les permitiese gozar de la gratitud durante los primeros seis años. Esta cláusula equivalía, en la práctica. a no atender los compromisos adquiridos en favor de la Beneficencia, por lo que fue desestimada. No obstante, el teatro fue arrendado y por lo tanto, reformado, y aunque no sabemos en qué zonas se centró la intervención, sí que sabemos que las hubo, ya que en enero de 1870 se dieron varias representaciones a cargo de una compañía llamada «Los Magyares» (9). Los nombres de los nuevos arrendatarios fueron: Trinidad Juan, José Navarro Galiana, Jerónimo García Gras y José Muñoz.
Ilustración 1. Documento del 2 de febrero de 1868 que ofrece algunas de las características del Teatro del Hospital.
Los siguientes seis años pasan sin tener noticia alguna sobre el Teatro, justo el tiempo de concesión de la explotación, por lo que cabe suponer, también, su buena marcha. Cuando acaba este tiempo aparece un nuevo explotador: D. Aquilino Juan, al que se le hará una concesión desde junio de 1876 hasta la nochevieja de aquel mismo año. Después de esto ninguna noticia más sobre el Teatro del Hospital. ¿Qué ocurrió con él? Podemos elucubrar con distintas hipótesis, pero lo cierto es que no lo sabemos con certeza. Quizá su estado era ruinoso y no admitía más actuaciones sin riesgo para los espectadores, o puede que la ciudad de Villena se quedara por unos años sin espectáculos dramáticos, o qué éstos se realizaran en recintos no estables. Lo que es difícil de admitir es que en el período de 1876 a 1885, año de construcción del Teatro-Circo, no se habilitara ningún espacio escénico en una ciudad que ya tenía una cierta tradición teatral. Además las personas e instituciones que estaban interesadas en el teatro como fenómeno cultural, social y no lo olvidemos, económico, seguían existiendo. Ello se comenzará a observar en la creciente movilización social de la burguesía más acomodada del lugar para la consecución de un nuevo espacio escénico en la ciudad. Los esfuerzos se verán cristalizados en la década posterior con la construcción del Teatro-Circo Chapí (10).
NOTAS:
(1) Sureda, Franoise: «Literatura i Societat», en Historia del País Valenciá, v. 4, págs. 297-298. Sirva como ejemplo el del Arzobispo de Valencia, Andrés Mayoral, que llevó una campaña conducente al cierre del «Corral de l'Olivera» en 1748. Con el pretexto del terremoto que se produjo en aquel mismo año, proclamó que la naturaleza nociva de las comedias había sido la causa de aquel castigo del cielo. El rey, atendiendo a sus peticiones lo clausuró, para dos años más tarde demolerlo.
(2) Véase sobre el tema de la desamortización en Villena el artículo de Alonso G., Faustino: «La desamortización en Villena», en Revista de Villena 1976. Villena, 1976.
(3) El acta a la que hace referencia este punto es la del 17 de diciembre de 1838. En ella se hace referencia expresa a la contestación de la regente en estos términos: «... que consiste que se aproveche en objeto de utilidad del Hospital sin ofender la piedad del vecindario. La ciudad enterada acordó su cumplimiento mandando ponerse de acuerdo con el señor arcipreste para tal objeto» (sic). Si la respuesta de la regente hubiese sido tajantemente negativa para el Concejo, pensamos que la anterior frase se hubiese redactado en otros términos. Creemos que en lo único que afectaría sería en el tipo de representaciones, las cuales debieron guardar las reglas del decoro más estricto.
(4) Soler G., José M.»: «El Hospital de la Concepción», en Historia de Villena, pág. 265. Villena, 1987. entre muchas de las noticias extraemos en este momento la referente al tamaño de la capilla.
(5) A juzgar por las noticias que nos da el acta, existía un teatro en la localidad que resultaba incómodo y pequeño. Esta fue la razón esgrimida por D. Ramón Gil para pedir permiso de obrar un nuevo coliseo: «... manifestando lo incómodo que es el local donde se ejecutan las representaciones dramáticas, por lo que deseando los referentes promocionar otro más cómodo donde se puedan verificar dichas representaciones con todo desembarazo...» (sic).
(6) En la misma acta a la que hacemos referencia (28-5-1842) se dice: «... siendo su objeto el construir un famoso teatro para la ilustración de la juventud y facilitar un conducto seguro a la Beneficencia para que pueda disponer de los productos de las representaciones, deducidos los gastos que se reintegrarán los primeros, quedando dicho establecimiento en pro- piedad de la dicha Beneficencia». Cabe resaltar que en el acta del 1-7-1838, que marca el inicio del teatro de la Capilla del Hospital de la Concepción, la Beneficencia también es usufructuaria de los productos de las representaciones en parecidos términos.
(7) Soler G., José «El Hospital de la Concepción», op. cit.
(8) En acuerdo adoptado por el ayuntamiento el 28 de agosto de 1842 se dice: «... en la que hacen relación de la cesión hecha por esta Corporación del local en el que han construido un coliseo...». Por lo que interpretamos que la obra ya estaba terminada.
(9) No tenemos muchas noticias de cuáles fueron las compañías que circularon por el Teatro del Hospital. El dato de «Los Magyares», aparece en el acta del 31 de enero de 1870, por lo que las obras de rehabilitación debieron durar dos meses escasos. Así mismo, la razón por la cual aparece esta compañía en el acta, es la exigencia del ayuntamiento de que se depositara en la Beneficencia el producto de los beneficios de las primeras representaciones, 86 escudos, tras la rehabilitación. Gracias a ello podemos deducir que las reformas se llevaron a la práctica, que dicha compañía actuó en el Teatro del Hospital y no en otro lugar, y que la libertad de cargas solicitada por los arrendatarios no fue atendida.
(10) Entre los trabajos que estudian el Teatro-Circo se encuentran de Soler García, J.M. «El primitivo Teatro-Circo Chapí», en Rataplán, n.» 1. Villena, 1950; de Prats Esquembre V. y F., «Historia de la prensa local VIII, XI, XII», en Villena, 3.'2 época, n.º 8, 11, 12. Ayuntamiento de Villena, 1982; y finalmente de Ramos G.A., «Algunos datos sobre el Teatro-Circo de 1885», en Revista Villena 1993, Ayuntamiento de Villena. Villena, 1993.
Extraído de la Revista Villena de 1995

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