LITERATURA.
Que duerma el recuerdo en el fondo del alma,
que caiga por siempre en el más triste olvido,
que calle el rencor y que vuelva la calma, y
no vuelva más a vivir lo vivido.
Que brote el amor tanto tiempo dormido,
que quiero sentir la caricia de un beso y
oírte decir, temblorosa, en mi oído: —te
quiero, mi amor—. Y bastarme con eso.
***
Las palabras más bellas de este mundo se
han hecho solamente para ti.
Por eso te las digo. Tan profundo
es mi amor, que te busco hablando así.
La mirada más dulce de la tierra la
has guardado en tus ojos para mí.
¡Qué dulzura en tus párpados se encierra.
¿Estás enamorada? Di que sí.
***
Recuérdame
como un árbol batido,
como un pájaro herido,
como un hombre sin más.
(J. A. Labordeta)
***
Igual que un murciélago vienes a mí,
sin ver, casi a ciegas, tan sólo de oído;
ingenua y pequeña, buscando mi nido
seguiste en el eco tu voz hasta aquí.
Mas abre, curiosa, tus ojos pequeños,
medita un instante y tu vuelo serena,
extiende tus alas de plata sin pena y
vuela olvidando la flor de tus sueños.
Mi ausencia no sientas en cada latido, no
escuches del eco la voz que resuena
cuando hablas conmigo. No valgo la pena.
No admires mi vuelo: soy pájaro herido.
Extraído de la Revista Villena de 1996
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