TRES MIL AÑOS Y 10 KILOS DE ORO TIENE EL TESORO DE VILLENA
Por Miguel VEYRAT
Sobre la mesa de trabajo de don José María Soler puede verse, en toda su belleza, la totalidad del tesoro de Villena —el más reciente, sólo uno de tantos tesoros que han sido descubiertos bajo su vieja piel de tierra—: brazaletes, cuencos, vasijas y, en un extremo de la mesa, la vasija de barro que lo contenía.
FOTOGRAFIAS DE BASABE
Sobre la mesa de trabajo de don José María Soler puede verse, en toda su belleza, la totalidad del tesoro de Villena —el más reciente, sólo uno de tantos tesoros que han sido descubiertos bajo su vieja piel de tierra—: brazaletes, cuencos, vasijas y, en un extremo de la mesa, la vasija de barro que lo contenía.
FOTOGRAFIAS DE BASABE
VILLENA está situada —con su castillo guerrero de la Atalaya, recinto doble amurallado y aérea torre del homenaje— como un antiguo mojón del camino hacia Castilla, del que Alicante era la preciada llave. En Villena, donde el proceso de la vida humana no se ha interrumpido desde hace cuarenta mil años, hay vestigios de todas las civilizaciones sucesivas que han ido poblando su región. Formó parte de la Contestania, con los iberos, y más tarde pisaron su suelo los celtas del Norte y los mediterráneos griegos y púnicos. Más tarde, los romanos incluyeron el territorio en la provincia tarraconense. Sufrió la dominación visigótica hasta a el siglo VIII d. J. C., y en 1092 se incorporó al imperio Almorávide. El Cid, las Germanías, las guerras de sucesión desfilaron luego por su historia.
Hay en Villena 25 poblados de la Edad de Bronce —anterior a la civilización ibera— en un espacio no superior a los 350 kilómetros cuadrados, datando de unos 2.000 años antes de Jesucristo, y que alcanzaron el período de plenitud del Bronce II, en la llamada «cultura argárica».
Al pasar por esta ciudad se resiste mal la tentación de no ir a contemplar uno de los más fabulosos tesoros arqueológicos que hayan sido descubiertos bajo el suelo español. Amén de charlar con el hombre que realizó el hallazgo, persona documentadísima en el tema. No por dar noticia, que ésta tuvo ya cumplida publicidad en su día, escribimos hoy estas líneas.
Al pasar por esta ciudad se resiste mal la tentación de no ir a contemplar uno de los más fabulosos tesoros arqueológicos que hayan sido descubiertos bajo el suelo español. Amén de charlar con el hombre que realizó el hallazgo, persona documentadísima en el tema. No por dar noticia, que ésta tuvo ya cumplida publicidad en su día, escribimos hoy estas líneas.
El día 24 de abril de 1963, don José María Soler, delegado local de excavaciones por la Dirección General de Bellas Artes, cronista oficial de Villena, experto musicólogo, y sobre todo apasionado investigador de arqueología —a él se debe la riquísima colección del Museo Municipal de Villena—, descubrió un tesoro de la Edad del Bronce, compuesto por 17 anillos, tres pulseras, una diadema, 11 colgantes, dos espirales para el pelo, dos láminas de aplicación, una cuenta de collar y un lingote. Todo ello de oro. El tesoro —enterrado— tenía además un lingote de oro, con datos de haber sido manejado por un orfebre, por lo que se dedujo que se debía a la «ocultación» de un artesano preso del pánico por una invasión o temeroso de algún robo.
Este hallazgo era importante, y don José María Soler comenzó a redactar el informe para la Dirección General de Bellas Artes. Pero el día 24 de noviembre de 1963 ocurrió otro hallazgo, importantísimo, que vino a arrojar un verdadero chorro de luz sobre las investigaciones del arqueólogo alicantino.
Este hallazgo era importante, y don José María Soler comenzó a redactar el informe para la Dirección General de Bellas Artes. Pero el día 24 de noviembre de 1963 ocurrió otro hallazgo, importantísimo, que vino a arrojar un verdadero chorro de luz sobre las investigaciones del arqueólogo alicantino.
Unos obreros encontraron entre la gravilla que acarreaban en un camión para material de construcción un extraño anillo dentado, de color amarillento, que tomaron por una pieza misma del camión del que se servían. Uno de ellos lo llevó a su hogar, y su esposa, por mujer y como tal más astuta, pensó que podría haber ahí gato encerrado, por lo que lo llevó a un joyero. El joyero, escarmentado por anteriores compras procedentes de hallazgos arqueológicos, y viendo que aquello era de oro, de mucho oro y buena ley, dio parte.
De este parte nacieron las indagaciones de nuestro arqueólogo villenense, que desembocaron en la enorme maravilla del tesoro más importante de la Edad de Bronce descubierto en España.
De este parte nacieron las indagaciones de nuestro arqueólogo villenense, que desembocaron en la enorme maravilla del tesoro más importante de la Edad de Bronce descubierto en España.
Un domingo marchó al campo, a un sitio ya situado de antemano, junto con dos capataces de excavaciones que ya habían trabajado con él. Transcurrió todo el día sin que apareciese nada. Y ya de noche, cuando ya se iban descorazonados, apartando unas piedras surgió el tesoro. Era una vasija de barro, rota por los bordes y enteramente llena de brazaletes y vasijas y cuencos de oro. Todos sintieron emoción.
Soler envió entonces por un fotógrafo, ya que no puede levantarse un hallazgo sin dejar antes constancia gráfica del sitio, lugar, estado y posición en que ha sido encontrado.
El tesoro fue cuidadosamente clasificado y pesado pieza por pieza, arrojando diez kilos de oro de unos 24 quilates. Soler afirma que se trata de una colección de joyas realizadas para algún jefe por un artesano, que lo ocultó. Son todas las piezas obra de la misma mano, y hay algunas terminadas y otras no. Este tipo de tesoro suele encontrarse en poblados, en sepulturas -las más de las veces- o en «ocultaciones», como la presente, que es un caso típico y claro. El arqueólogo abriga el temor de que alguno de los brazaletes, así como el primero apareció entre la grava, haya ido a parar a alguna de las columnas del edificio en construcción para el que acarreaban los obreros.
Estas fotografías muestran el momento el hallazgo. D. José María Soler -pelliza y gorra oscura- aparece rodeado de las personas que le acompañaron en el descubrimiento. En la otra foto, la vasija en el momento de ser sacada a la luz.
Es José María Soler un hombre extraordinariamente culto, calvo, de cejas pobladas, mirada penetrante, voz algo ronca de fumador empedernido, y un gesto simpático y afable nacido de enseñar sus tesoros a los cientos de personas que acuden a Villena a contemplar las maravillas que encierra. Lleva ya veinte años dedicado a esto de hurgarle a la tierra las entrañas, en busca del más mínimo aliento de vida que haya podido cobijar en cualquier Edad. De menester es contable de una fábrica, pues esto de las excavaciones, en realidad, no da demasiado... Pero su auténtica vocación estalla y se desparrama por los rincones de su casa. Libros, cráneos, puntas de flechas, piedras, más libros, esqueletos... hasta debajo de las camas.
Este descubrimiento suyo —opina— tiene no sólo una importancia grande para la investigación histórica, sino la particularidad de ser el primer tesoro descubierto y sacado a luz desde el primer momento por el arqueólogo, ya que siempre son personas ajenas a la ciencia quienes dan con ellos, con lo que se pierden datos preciosísimos.
Estas fotografías muestran el momento el hallazgo. D. José María Soler -pelliza y gorra oscura- aparece rodeado de las personas que le acompañaron en el descubrimiento. En la otra foto, la vasija en el momento de ser sacada a la luz.
Es José María Soler un hombre extraordinariamente culto, calvo, de cejas pobladas, mirada penetrante, voz algo ronca de fumador empedernido, y un gesto simpático y afable nacido de enseñar sus tesoros a los cientos de personas que acuden a Villena a contemplar las maravillas que encierra. Lleva ya veinte años dedicado a esto de hurgarle a la tierra las entrañas, en busca del más mínimo aliento de vida que haya podido cobijar en cualquier Edad. De menester es contable de una fábrica, pues esto de las excavaciones, en realidad, no da demasiado... Pero su auténtica vocación estalla y se desparrama por los rincones de su casa. Libros, cráneos, puntas de flechas, piedras, más libros, esqueletos... hasta debajo de las camas.
Este descubrimiento suyo —opina— tiene no sólo una importancia grande para la investigación histórica, sino la particularidad de ser el primer tesoro descubierto y sacado a luz desde el primer momento por el arqueólogo, ya que siempre son personas ajenas a la ciencia quienes dan con ellos, con lo que se pierden datos preciosísimos.
Las joyas de Villena tienen formas actualísimas.
Pronto serán imitadas.
Antes de estos hallazgos se suponía el grado de refinamiento a que había llegado la Edad del Bronce en el Levante español. El tesoro es en verdad muy bello, y dentro de la gran vasija, ahora casi totalmente restaurada, se encontraban 28 pulseras de oro, una de plata —muy oxidada—, once cuencos, catorce piezas menudas —desde botones recamados de oro hasta piezas para el pelo y agujas— y tres frascos de oro y dos de plata, de línea purísima y acabada, de las que ha dicho Camón Aznar que los orfebres de ahora las imitarán, tal es su actualidad formal.
«Si no llego a encontrarlos yo mismo, hasta hubiese dudado que fueran de esa época», dice Soler, confirmando esa bella sencillez que hace de la obra de arte que pertenezca a todas las épocas por igual. El tesoro, por su trazado y el dibujo de sus piezas, parece ser más bien de origen oriental que procedente de algún pueblo céltico. Su riqueza es preciosa, y no sólo por su valor histórico y científico, sino por el puramente material, si se piensa que un solo brazalete pesa 457 gramos —poco menos de medio kilo— de 24 quilates de oro.
Don José María Soler es un hombre que ha dedicado su vida entera a la investigación arqueológica. Es el delegado local de excavaciones por la Dirección General de Bellas Artes, cronista oficial de la ciudad de Villena y experto musicólogo. A él se debe la riquísima colección del Museo Municipal y una cuantiosa aportación al acervo arqueológico de nuestra Patria.
Todo ello viene a sumarse al interés artístico y turístico que posee la bellísima, fidelísima y muy leal ciudad de Villena, con su Ayuntamiento barroco, antigua mansión de los beneficiados de Santiago, su castillo roquero, su iglesia de asombroso gótico Isabelino y los documentos de todos los reyes de España —desde Alfonso el Sabio hasta el emperador Carlos— que se guardan en su biblioteca.
Don José María Soler es un hombre que ha dedicado su vida entera a la investigación arqueológica. Es el delegado local de excavaciones por la Dirección General de Bellas Artes, cronista oficial de la ciudad de Villena y experto musicólogo. A él se debe la riquísima colección del Museo Municipal y una cuantiosa aportación al acervo arqueológico de nuestra Patria.
Todo ello viene a sumarse al interés artístico y turístico que posee la bellísima, fidelísima y muy leal ciudad de Villena, con su Ayuntamiento barroco, antigua mansión de los beneficiados de Santiago, su castillo roquero, su iglesia de asombroso gótico Isabelino y los documentos de todos los reyes de España —desde Alfonso el Sabio hasta el emperador Carlos— que se guardan en su biblioteca.
M.
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