17 mar 2019

COMIENZA LA SEMANA SANTA VILLENA 2019

En Santa María comienza la andadura de sentimientos, ilusiones, lágrimas y emociones de la Semana Santa Villenera 2019, a cargo de Mary y Jorge encargados de trasmitir el sentir de las Cofradías.
Manuel Coloma presenta al pregonero D. Ramón Martínez Paya que pregona la Semana Santa recordando el sentido de esta festividad y su recorrido a lo largo de la historia.
Con todos los presidentes que componen la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades, llega el momento más esperado por todos los cofrades, el nombramiento de la Nazarena del Año, por su buen hacer es para Mari Carmen Francés que lo recibe sensiblemente emocionada y sorprendida. Enhorabuena Mari Carmen.
Se presenta el cartel de la Semana Santa Villena 2019 obra del autor natural de Burriana, Juan Diego Ingelmo Benavente.
 Ha comenzado la Semana Santa Villena 2019

PREGÓN SEMANA SANTA 2019
Por Ramón Martínez Payá 
DEDICADO A LA MEMORÍA DE AVELINA GARCÍA GUILLEN MI ESPOSA
SR. Alcalde, SR. Presidente Asociación de Cofradías, SR. Arcipreste de Santiago, SR. Cura Párroco de Santa María, Sra. Concejala de Fiestas, Señores Presidentes de las distintas Cofradías… queridos amigos y amigas.
Coincidiendo con el despertar de la primavera, cuando la tierra empieza a salpicarse de colorido y los almendros florecen de nuevo, nosotros los cristianos conmemoramos un hecho transcendental en la historia de la humanidad: la muerte y la resurrección de Cristo. Parece como si la misma naturaleza también se adhiriese a esta conmemoración anual transformando su olor y su luminosidad. Campos y montes cambian los azules, los grises y los blancos por otros tonos más vibrantes; verdes, amarillos y anaranjados. Es un canto de esplendor a la nueva vida que brota cada año; es un canto al resurgir de un nuevo ciclo vital.
Jesús de Nazaret, hijo de José y de María, engendrado en el seno de su madre, por obra y gracia del Espíritu Santo, nace en Belén de Judea en el año 749 de Roma, siendo Octavio quien reinaba en la misma y quien tomó el nombre de Augusto y el título de “imperator”. Alertada por un angel, la familia huye a Egipto para escapar del mandato infanticida del rey Herodes. De regreso a su tierra, Jesús todavía un niño, sorprende con su intervención a los sabios doctores en el templo. Su divinidad se manifiesta por vez primera.
Poco se sabe de su vida y la de sus padres en los años en su infancia y juventud. El evangelio nos dice que fue creciendo en sabiduría y ayudando a su padre en el oficio de carpintero, y probablemente en medio de un ambiente hostil y tenso debido a la presencia militar de los romanos que han ocupado su tierra.
Jesús irrumpe a los 30 años en un mundo humillado por la opresión militar. Roma ha extendido su imperio por toda la cuenca del Mediterráneo. Naturalmente Judea está bajo su dominio, y el gobernador que Roma tiene destacado, Poncio Pilatos, en la capital del reino, Jerusalén, será protagonista de los acontecimientos más capitales en la historia de la humanidad, pues debido al sacrificio de Jesús en el Gólgota, el mundo sufrió una transformación que se ha ido desarrollando en todos los órdenes, social, político, filosófico y religioso, llegando a todos los rincones de la tierra.
Un testigo de excepción de la historia de Cristo fue San Juan, el discípulo predilecto que estuvo al pie de la cruz cuando Jesús expiró y que expresamente fue recomendado a su madre con aquellas palabras: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Juan no tuvo que oír de nadie el relato de aquel acontecimiento, sino que su testimonio se fundamenta en el que él mismo presenció y nos transmitió en sus capítulos 18 y 19 de su propio evangelio.
Jesús se prepara con la oración y el ayuno para recorrer sus tierras durante tres años, extendiendo, entre los hombres y mujeres que le escuchaban su doctrina sobre el Reino de Dios, y su fama fue acrecentándose y entró en olor de multitud entre palmas salves y ramas de olivo en Jerusalén para celebrar la Pascua, la fiestas anual del pueblo hebreo.
El Maestro llevó a sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón y presintiendo que sus días están contados y que la revelación del Padre está próxima a cumplirse, se recoge en la oración. La responsabilidad le agobia y como hombres que es le da miedo y se baña en sudor. Jesús está sólo en el momento de la gran decisión. Jamás ha tomado una decisión tan transcendental. Los discípulos descansan o duermen. Es la soledad tremenda de las grandes decisiones y a pesar del miedo acepta voluntariamente el sacrifico de su propia vida: “Hágase en mí según tu voluntad”.
Los acontecimientos a partir de este momento se suceden a un ritmo frenético que no por tantas veces recordado, resulta menos apasionante. 
Desde el momento que es prendido por los soldados en el huerto hasta su crucifixión se suceden la humillación, la vejación, el dolor y la tortura, y Jesús sigue sólo. Nadie le ayuda ¿Qué fue de toda aquella multitud que le aclamaba hace tan sólo unos días cuando le hicieron entrar triunfal en Jerusalén? ¿Por qué aquella recepción tan multitudinaria?. Quizás para soportar una prueba más de entre tantas que sufrió. Caer desde la gloría a la soledad, el desprecio y al olvido.
Era el amanecer cuando Jesús fue conducido al palacio del gobernador. Poncio Pilatos se debate entra la inocencia que presume en Jesús y la presión que recibe de los sacerdotes y de los fariseos. “No veo culpa alguna en él” y sin embargo es condenado a muerte. Es la gran incongruencia tenía que suceder así, y así fue.
Jesús sigue sólo, solamente un hombre y una mujer se apiadan de él. La mujer le enjuga el rostro y el hombre le ayuda con el peso de la cruz. Únicamente a los pies de la cruz, le acompaña su madre, Juan y Maria Magdalena. “Todo está cumplido”, e inclinando la cabeza, entregó su alma.
El velo del templo, se rasgó en dos, el cielo se abrió y un gran estruendo sacudió las piedras de la ciudad.
Siguiendo la costumbre judía, perfumaron su cuerpo con una mixtura de mirra y de aloe y tras envolverlo en un lienzo de lino, depositaron el cuerpo sin vida en un sepulcro nuevo excavado en la roca, tapiando la entrada con una gran losa. Esto ocurría el viernes, el día de la preparación de la gran fiesta del sábado.
Hasta aquí la breve secuencia de los hechos cruentos, de los momentos de humillación, de dolor, de tortura, de pasión y de muerte de Jesús como hombre mortal que era. Es el sacrificio inmenso de la entrega de su vida por la remisión de las culpas de los demás, de nuestras propias culpas.
Pero a partir de este momento, el misterio del sacrificio de Jesús cobra otra dimensión. La tristeza se vuelve júbilo, las tinieblas se transforman en luz, la muerte se hace vida y el vacío de la nada se convierte en la gran esperanza del Reino de Dios. Es la promesa de Cristo que se hace realidad cuando resucita de entre los muertos y aparece ante sus discípulos con las pruebas inequívocas de los estigmas de la pasión, las heridas de la crucifixión en manos, pies y pecho. Es la resurrección de Cristo, el triunfo del bien y de la verdad sobre cualquier otra idea.
La evangelización se extendió por todo el mundo. En la Península Ibérica, el cristianismo caló tan hondo en el espíritu del pueblo que pronto éste puso en evidencia su convicciones, manifestándose con profundo sentido religioso en las más variadas facetas del arte. Por todos los cuatro costados de esta piel de toro, han surgido a lo largo de las siglos, poetas y pintores, orfebres y escultores, y el teatro, la música y la literatura han dejado sus mejores páginas y obras del recuerdo de la pasión de Cristo.
Calderón, Lope, San Juan de la Cruz, y Santa Teresa de Jesús, dejaron muestras de su grandeza escribiendo bellísimas páginas en recuerdo del crucificado.
Un realismo Lleno de belleza expresiva, nos ha dejado obras de una talla admirable. Brazos caídos, inertes, sin vida. Manos traspasadas y pies tumefactos. El rictus del dolor y del sufrimiento en el rostro. Impresionantes Cristos yacentes o crucificados. Prendimientos, caídas, calvarios y dramáticas Piedades salidas del escoplo de Berruguete, Gregorio Fernández , Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa, Alonso Cano, Pedro de Mena, Francisco Salzillo, un largo, etc. Todas las escenas que pudieron ocurrir en aquel rosario de acontecimientos fueron esculpidas con la sabiduría y el golpe certero de la inspirada genialidad.
Hay una obra maestra que subyuga y transporta su contemplación. Una obra salida de la mano de uno de nuestros pintores, quizás el más grande de todos los tiempos. La inspiración del artista fue plasmando sobre el fondo oscuro del lienzo, la simétrica composición del cuerpo de Jesús crucificado sobre una cruz plana que lleva el letrero que mandó colocar Pilatos, en latín, hebreo y griego: “Jesús el nazareno, el rey de los judíos”. La sabiduría del genio que consiguió transmitir toda la veracidad del sacrificio, en carne rasgada, rodillas despellejadas, manos atravesadas, pies hinchados y herida abierta en el costado, no supo o no se atrevió con el rostro y ante el respeto de su divinidad el gran Velázquez encuentra la solución genial de reclinar la cabeza logrando que el cabello caiga ocultando la muerte de Jesús.
España entera se envuelve en una inmensa saeta que canta el dolor y el sufrimiento, la agonía y la muerte de Cristo. Es el alma de un pueblo que se conmueve al llegar estas fechas en evocación lírica y plástica de aquellos momentos y con las peculiaridades propias de cada rincón de España se manifiestan con distintos tonos y matices.
Pueblos y ciudades de España sacan a la calle las grandes obras de la imaginería de la escultura religiosa para conmemorar los últimos momentos de la vida de Cristo. Es la sobriedad de Castilla, el silencio de Valladolid, la profundidad de Palencia o de Soria, y es el estruendo de Aragón con sus celebres tamborradas de Teruel o de Cuenca que despiertan el alma, y es el sentimiento de pueblos enteros que representan con fidelidad todo el sufrimiento de la Pasión, y es la marcialidad de Cartagena o la espectacularidad de Lorca y de Murcia. Y es el canto, la luz y el color de Sevilla, el amanecer en Triana, o el cimbrear de las varas de los palios sobre la cabeza llena de angustia de la madre de Jesús, en Granada o en Málaga.
Es en la edad media cuando empieza a cobrar esplendor las manifestaciones de la Semana Santa. Se organizan las primeras cofradías, surgen los primeros encapuchados y salen a la calle los primeros “pasos”. Son grandes obras de la imaginería se admiran con recogimiento, alumbradas por la luz de grandes velones de cera que arden en frías noches de la geografía de España.
Las hermandades que nacen, cobran su verdadero sentido con los objetivos que recogen los estatutos de sus propios capítulos. Hermandad del Santo Sepulcro, Hermandad del entierro de Cristo, Hermandad de la Flagelación, del descendimiento, etc. Todas ellas tienen su sentido en la ayuda que presta a las gentes humildes, y a los pobres. En aquellos tiempos encontrar quién diera sepultura a un indigente era tarea que recogían las hermandades o bien atender a la beneficencia, a los asilos y hospitales.
Hoy en día, los tiempos nos han traído soluciones sociales a los problemas que en aquellos momentos podían existir, pero también nos han traído nuevos problemas impensables en aquella época y que requieren nuevas soluciones.
Desde hace algunos años, resurge con mayor intensidad la devoción a los actos que jalonaron la pasión de Cristo, en recuerdo de su propio sufrimiento y el de su madre. Sería bueno que las cofradías recuperaran aquel antiguo espíritu de vocación social, de cooperación ciudadana, de voluntad decidida de ayudar al hermano necesitado. En esencia, no deberían quedarse tan solo en la manifestación externa y en el esplendor procesional.
Deberían al mismo tiempo recoger la antorcha de aquel inicial desprendimiento y de volcarse hacia quien en verdad lo necesita.
Y Villena nuestro pueblo no podía ser menos. Ya celebraba la pasión y muerte de Cristo desde antes de la Guerra Civil, bajando los pasos desde las cruces hasta el pueblo para procesionarios. Pero es después de la contienda cuando los actos públicos religiosos cobran una nueva dimensión. No puedo olvidar el entusiasmo desplegado por la familia Balandra, que con altruismo enriquecieron el patrimonio con dos imágenes bellísimas, La Soledad, y el Santo Sepulcro. Debemos sentirnos orgullosos de nuestros pasos. Como el Cristo de las Penas, esa talla de Cristo Crucificado de una enorme fuerza expresiva, o ese conjunto de la madre con su hijo Jesús muerto en su regazo rodeado de angelitos, La Virgen de las Angustias de una gran belleza plástica. Admiramos con orgullo el empaque de la Virgen de la Esperanza y su solemne procesión el Domingo de Ramos. Contemplamos con devoción el Cristo de la Luz, emocionante paso creado por el Cuerpo de la Policía Local y con enorme silencio acompañamos al Jesús Rescatado, en su recorrido sin luz por las calles del arrabal. Reconocemos, la fuerza, el tesón, y sacrificio desplegado por el resto de Hermandades, así como costaleros, y todos los cofrades que desarrollan un gran trabajo para que las procesiones luzcan con gran esplendor. Asistimos con el alma contenida al encuentro que tiene lugar en la mañana del viernes santo, entre la virgen “La Soledad” y su hijo con la cruz a cuesta “Nuestro Padre Jesús”.
Yo os invito a brindar vuestro apoyo a estos actos que contribuyen al esplendor cultural y religioso de nuestro pueblo y que invitan a la meditación transcendental de nuestra propia existencia, haciendo verdad la inspiración del poeta anónimo que cantó al crucificado la belleza de este soneto...

No me mueve, mi Dios, para quererte
el Cielo que me tienes prometido
ni me mueve el Infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas, y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera Infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Gracias por su atención, feliz cuaresma y semana santa.

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