VEINTICINCO AÑOS
La calle era un mar humano. La multitud, que abarrotaba la Puerta de Almansa en aquella mañana septembrina, ofrecía, contemplaba desde los balcones y los tejados de las casas, con su incesante rumor y su vaivén continuado, con su conjunción de colores y vestidos y su mescolanza de sexos y edades, un impresionante y pintoresco aspecto, típico sin embargo de los pueblos levantinos. Durante unos instantes las voces callaron y el flujo y reflujo de los cuerpos cesó: La Virgen iba a ser coronada; y ya, pausadamente, Su Ilustrísima colocaba sobre sus sienes la corona que todo el pueblo de Villena le había costeado, en un alarde de desprendimiento y generosidad. Fueron unos momentos de fervor religioso inigualable, y en ellos los corazones de los villenenses latieron en el común amor a su Patrona, y de las almas de todos se le elevaron las mismas mudas plegarias. Luego hubo un desbordamiento de vivas y un atronar de aplausos. Todos los allí congregados - y era Villena entera - se sentían felices, y expresaban con vítores y palmas su alegría. Todos también se sentían entonces buenos y se estimaban hermanos. Y unas mismas lágrimas, sinceras y dulces, corrían por sus rostros... Fue el día seis de septiembre de mil novecientos veintitrés.
La calle era un mar humano. La multitud, que abarrotaba la Puerta de Almansa en aquella mañana septembrina, ofrecía, contemplaba desde los balcones y los tejados de las casas, con su incesante rumor y su vaivén continuado, con su conjunción de colores y vestidos y su mescolanza de sexos y edades, un impresionante y pintoresco aspecto, típico sin embargo de los pueblos levantinos. Durante unos instantes las voces callaron y el flujo y reflujo de los cuerpos cesó: La Virgen iba a ser coronada; y ya, pausadamente, Su Ilustrísima colocaba sobre sus sienes la corona que todo el pueblo de Villena le había costeado, en un alarde de desprendimiento y generosidad. Fueron unos momentos de fervor religioso inigualable, y en ellos los corazones de los villenenses latieron en el común amor a su Patrona, y de las almas de todos se le elevaron las mismas mudas plegarias. Luego hubo un desbordamiento de vivas y un atronar de aplausos. Todos los allí congregados - y era Villena entera - se sentían felices, y expresaban con vítores y palmas su alegría. Todos también se sentían entonces buenos y se estimaban hermanos. Y unas mismas lágrimas, sinceras y dulces, corrían por sus rostros... Fue el día seis de septiembre de mil novecientos veintitrés.
…”bajo los brazos abiertos de su cruz de piedra…”

Ambas fechas, las dos efemérides, parecen una sola. Pero entre aquélla y ésta han transcurrido veinticinco años. Y durante éstos...
Es cierto que Villena, en estos cinco lustros, se ha transformado, mejorándose, notablemente. Su núcleo urbano se ha ensanchado y han sido trazadas y abiertas nuevas y espléndidas avenidas. Se han pavimentado sus principales calles, se han erigido buenos edificios y se ha adornado la ciudad con hermosos parques. Se ha visto cumplido, al fin, con ese soberbio monumento a Chapí, el deseo insatisfecho de los villenenses durante tantos años, saldándose la deuda contraída con tan ilustre paisano. Y hasta los viejos y suspirados proyectos de abastecimiento de aguas potables y alcantarillado, parece que van a ser en breve plazo felizmente realizados.
La mejora urbana del pueblo ha llegado hasta el mismo Santuario; y bajo los brazos abiertos de su cruz de piedra - mudo abrazo de paz que recibe al peregrino - se extienden hoy jardines y pinares, que ofrecen agradable descanso tras el fatigoso caminar.
También en los aspectos industrial y agrícola ha sido muy notable el progreso de nuestro pueblo. Han sido convertidas extensas zonas de secano en regadío, con el considerable aumento de producción y riqueza que ello supone y han sido instaladas y puestas en explotación nuevas y muy diversas industrias, que, al par que laboran eficazmente para la economía nacional, hablan muy alto de la importancia de esta ciudad, y de la laboriosidad, esfuerzo y acierto de sus hijos.
Pero, también en estos mismos cinco lustros, la tragedia que asoló a nuestra Patria, dejó sentir aquí sus siniestros ramalazos. Y nuestra Virgen fué quemada. Y la corona que el pueblo entero la había ofrendado le fué después robada y destruida. Y los templos y la Iglesias de la ciudad fueron saqueados e incendiados; sus imágenes profanadas: y sus sacerdotes perseguido y martirizados. Y los mejores hijos fueron encarcelados; o asesinados, tal vez por algunos de los que en aquella primera mañana septembrina se estimaban buenos y se sentían hermanos. Y una ola de sangre y de odio, producto de doctrina extranjera felizmente barrida, inundó los corazones y dejó en ellos su terrible sedimento...
Al comparar ambas fechas contrasta grandemente frente a la mejora notable de la población y el adelante de su agricultura e industria, el recuerdo de los luctuosos días en los que el hombre dejó de ser hermano de hombre para convertirse en su más cruel y despiadado enemigo. Y este recuerdo ha de servirnos de poderoso acicate para evitar en lo sucesivo tales desventuras, para conseguir que, en ese futuro día glorioso en que conmemoremos con júbilo las Bodas de Oro de la Coronación de nuestra Patrona, podamos los villenenses ufanarnos, no sólo del progreso y esplendor alcanzado por nuestro pueblo, sino de haber sabido practicar cristianamente los sentimientos de hermandad, y de haber logrado dejar transcurrir esos nuevos cinco lustros en un ambiente no alterado de paz y de respeto mutuo.
Cuando, llegado el momento solemne de la ofrenda a la Virgen de su nueva corona, en este cercano seis de septiembre, vuelvan a callar las voces y a latir al unísono los corazones, la plegaria común y muda que a Ella elevemos ha de ser para suplicarle que, concediéndonos su Divina Gracia, evite en el futuro la repetición de aquellos dolorosos sucesos, y consiga que ni nosotros ni nuestros hijos seamos otra vez actores de tan horrible tragedia.
Extraído del Boletín Mensual de la Comisión para las Bodas de Plata de la Coronación Canónica de la Virgen de la Virtudes. número extraordinario – Villena, septiembre 1948
Cedido por… Elia Estevan.
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