8 mar 2022

1969 VILLENA... POR JESÚS APARICIO

VILLENA por Jesús Aparicio Bernal
Director General de Radiodifusión y Televisión

"Va descendiendo el tren. Villena señorial y mundana. Castillo con una ventana que nos mira. Huertas extensas. Perfil de montañas que resaltan en la lejanía". Nadie mejor que el maestro Azorín para sintentizar, con esa prodigiosa economía de las palabras que nuestro autor dominó como nadie, la enorme variedad de los aspectos que Villena presenta al viajero, que visitando la tierra alicantina, se acerca a la ciudad. Su gloriosa historia de tierra fronteriza entre los reinos de Castilla y Valencia que ha quedado plasmada en los castillos, iglesias y monumentos que adornan la ciudad; sus ricas huertas, debidas en gran parte al esfuerzo de los hombres que han sabido aprovechar el agua del subsuelo con la instalación de potentes motores para riego; la faz industriosa de sus habitantes que han creado importantes manufacturas del calzado y del mueble que gozan de justo renombre en los mercados nacionales e internacionales; la prestancia airosa de la urbe asentada en luminosa comarca, necesario corredor de paso entre las tierras meseteñas y las riberas del Mediterráneo alicantino.
Pero cuando Villena muestra su aspecto más esplendoroso es a consecuencia de los festejos que se celebran en honor de Nuestra Señora de las Virtudes, esta advocación mariana que, nos cuenta la historia, que llevaba el Cid en su cota de malla como único escudo y amparo. Durante las fiestas, Villena se mira en sus famosas comparsas de Moros y Cristianos y se siente orgullosa de contarse entre las primeras poblaciones que exhiben esta manifestación folklórica típicamente levantina, y que desde hace muchos años han logrado un rango digno de su fastuosidad y esplendidez, constituyendo lo más brillante y sobresaliente de los festejos, a los que dan carácter y nombre. La explosión alegre de los cabos de gastadores, entusiastas festeros que, artífices del gesto, olímpicos en el ademán, sobrios unas veces y exuberantes otras, llevan la marcha gracia picaresca en su mirada y saben guiar a sus huestes con una justicia que electriza.
Estas comparsas con sus desfiles y alardes, en su alegría y fulgor, en su misma esencia y donosa presencia, llevan el alma secular del pueblo prendida en la tradición de su presencia. Las luchas de Moros y Cristianos, conservadas según una serie de antiquísimas costumbres, enraizada su creación en hechos de la historia local que se remontan a varios siglos atrás, son una muestra del amor por las propias tradiciones v una afirmación del deseo de construir la vida del presente teniendo en cuenta todo el bagaje de un rico pasado, con genuinas creaciones populares que constituyen una parte muy importante de nuestra cultura nacional.
Este respeto por el pasado, esta proclamación gallarda de las raíces seculares a través de una manifestación folklórica, es lo que permite avanzar audazmente por las vías del progreso que nuestra época requiere, teniendo, al mismo tiempo, la plena seguridad de que las innovaciones no van a desvirtuar la personalidad característica de la ciudad, sino que, por el contrario, afirmarán su propia originalidad por caminos distintos, pero movidos por el mismo afán que durante siglos ha alentado a sus habitantes: el amor a su patria chica.
Es admirable la presencia de estos anacrónicos guerreros de fantasía, con sus petos y dagas, con el arrobe de obsequiar y ver a María de las Virtudes que parece la capitana de todo este esplendor, de todo este desfile de una suntuosidad solemne, con la gala esplendorosa del radiante cortejo, abierto por el lento paso de las marchas y por los tambores que acompañan la procesión de honor de la Virgen; son dignos de atender los parlamentos que se entrecruzan en el tradicional "Pacto de la Alianza", entre las comparsas de Cristianos y Moros, donde se pueden escuchar estos versos:
"¿Juráis, pues, por vuestra fe respetar siempre los fueros y la noble independencia de todo el hispano suelo?".
Que son la expresión popular del altivo porte con que sus habitantes han sabido defender sus tradicionales libertades. Los símbolos que representan la historia pasada de la ciudad se suceden a lo largo de todo este desfile, colorista y alegre, de las luchas entre moros y cristianos, hasta culminar en la conver¬sión del jefe moro al cristianismo.
Empapados los sentidos por esta gozosa explosión folklórica del pueblo de Villena, gratamente aturdidos por el colorido impar de sus festejos, cuando llega el momento de la partida, el viajero tiñe de melancolía el paisaje y vuelve a contemplar, morosa, pausadamente, a Villena señorial y mundana y el perfil de montañas que resaltan en la lejanía.

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