6 oct 2022

1985 LAS ESCUADRAS ESPECIALES DE VILLENA

LAS ESCUADRAS ESPECIALES DE VILLENA
Si uno tiene que escribir sobre las Fiestas de Moros y Cristianos de Villena supone ineludiblemente hacerlo de sus famosísimas Escuadras Especiales, tan famosas como lo pueden ser las «Abanderadas» de Petrel o los Cortejos de los Capitanes y Alféreces de Alcoy.
Pues sí, con mucho orgullo podemos decir que nuestras Escuadras Especiales son reconocidas en todos los pueblos en donde se celebran nuestras singulares fiestas. Cada vez son más frecuentes las visitas de festeros que acuden a nuestro pueblo en busca ilusionada del traje con el que desfilar en sus respectivas «entradas». Y no es extraño que al finalizar la Entrada, cazadores de trajes de escuadra se interesen por el que han visto desfilar y que tanto les ha impactado. Y no es la primera vez que se ha cerrado un trato en ese momento, allá en el Portón, para desfilar en otros pueblos meses más tarde.
El inconveniente es que nuestras fiestas tienen lugar en las postrimerías del calendario festero y son pocas las que se suceden detrás de las nuestras. El nuevo ciclo nace con todo su empuje en los meses de Abril y Mayo del próximo año, por lo que nuestras Escuadras Especiales han tenido que inventarse trajes «especiales» para atender los deseos de novedad por temporada; es decir no ofrecer en una temporada lo que ya se lució en Villena la anterior.
Pues bien, todo esto no supone más que el reconocimiento dentro del área de la Fiesta de la categoría de los trajes que se conciben, diseñan y realizan en mayor o mejor grado en nuestra ciudad. Sentado pues este principio, «Villena creadora de trajes especiales de Moros y Cristianos» vamos a entrar en consideración de algunos aspectos que envuelven a nuestras Escuadras Especiales.
Nuestras Escuadras Especiales, nacen como es natural, dentro de una Comparsa y entre un grupo de amigos cuya amistad, normalmente traspasa los límites de la fiesta y se expansiona a lo largo del año envolviendo a las novias y mujeres de sus componentes. Por lo tanto la E.E. está desde el primer momento soportada por la amistad de sus miembros y por el estímulo y la ilusión que le aportan sus más adictas «fans» que son las novias y mujeres de todos ellos.
Constituida así sólidamente la unidad de la Escuadra en la que todos sus componentes sienten una misma e inquebrantable veneración por su Comparsa, ésta empieza a encaminar con personalidad propia. Unas, su participación activa en la fiesta es anual, otras lo dejan por razones económicas para años alternos, algunas alargan más todavía su aparición pública pero sin dejar por ello de mantener bien encendido el fuego sagrado de la amistad y de la ilusión.
La Escuadra vive con luz propia, como las estrellas, en la constelación de su Comparsa, se rige por las leyes superiores de ésta y acepta que su refulgente luz sea el brillante esplendor con el que su Comparsa aparece año tras año en el universo variopinto de la Fiesta.
Y hay que aceptar que las Fiestas de nuestro pueblo deben bastante y no poco a la actuación de las EE.EE. Afortunadamente son pocas las comparsas que no presentan al menos una E.E. en los desfiles mayores de nuestras fiestas. Estas actuaciones han descongestionado de algún modo la masificación de algunas Comparsas, rompiendo con su novedad, la monotonía de un bloque o de un desfile. Hay que admitir, a la vista está, que en general, los trajes de nuestras EE.EE., son de excelente diseño y de bellísima realización, y que el mayor beneficiado de ello es en definitiva el espectador paciente que cansado, año tras año de contemplar los mismos trajes, recibe con agrado la brisa fresca del nuevo colorido, armas y hechuras del traje especial.
Nuestras fiestas se han visto enriquecidas en los últimos quince años por la magnificencia de esos trajes, por el esplendor de algunos cortejos, por la brillantez de determinadas marchas que no se habían interpretado nunca, por la espectacularidad de jinetes, caballos, armas o estandartes que rivalizan cada año en aras de una mayor originalidad. Pero sobre todo nuestras fiestas se han visto beneficiadas por la solemnidad y majestuosidad en el impecable desfilar de nuestras EE.EE. que han aceptado el papel de fiel representación de la epopeya medieval que evocan.
Detrás quedan muchas horas de trabajo, de sueño, de preocupaciones, de desvelos. Todo se olvida. Ahí está colgado y preparado el fruto de todo un año. La ilusión contenida hasta ese momento se irá esparciendo a lo largo de la Entrada en esa tarde del día cinco en donde no queda más preocupación que la aparición de alguna nube inoportuna y no hay más deseo que el conseguir el mejor desfile posible.
Otro aspecto que envuelve la actuación de las EE.EE. es el de los Premios. Trataré de exponer mis puntos de vista sin la más mínima pretensión de sentar cátedra en este comprometido tema.
Las EE.EE., no nacieron para competir una contra la otra, sino para el único y exclusivo fin que supone la satisfacción personal de sus miembros en la propia complacencia de hacer bien algo para el disfrute de los demás.
Y la serenidad de espíritu necesaria en la contemplación de algo bello se tambalea en cuanto pretendemos hacer comparaciones. La objetividad y la ecuanimidad se ven sometidas al empuje de nuestras propias pasiones y nuestra condición humana nos subyaga —muy a pesar nuestro— y ata nuestras decisiones a mil condicionamientos.
No se ven nuestras actuaciones con la transparencia que confiere una total ausencia de competitividad, y se corre el riesgo de distorsionar el único y verdadero fin de las EE.EE. por el afán de conseguir el primer premio. Parece como si ésta fuera la única meta. Por más que nos sacudamos la idea de la cabeza, el germen fue sembrado en su día y no podemos hacer nada por evitar que cada año se desarrolle con más empuje y con Más deseos por conseguir ese primer premio.
Para complicar más las cosas una Entidad Mercantil, creó un premio paralelo que para diferenciarlo del que otorga la Junta Central, lo atribuye al mejor «diseño». No se entiende muy bien dónde está la disociación entre el mejor diseño y el mejor traje especial. Para mí es consustancial lo uno con lo otro, y demasiada sutileza veo en premiar un diseño y no su realización práctica, igual que veo un contrasentido el premiar un traje y no premiar el diseño o idea. Pero en fin esto que debió acotarse y definirse muy bien en el primer momento de su creación, no se hizo, lo será más difícil a medida que transcurran los años. Si a este revoltijo se añade, el hecho de ser jurados distintos quienes deciden uno y otro premio, se revuelve todavía más el guiso de los premios de las EE.EE.
Luego vendrán los desánimos, los disgustos, los desalientos, los deseos de mandar todo a paseo, de deshacerlo todo, de no sacrificarse más y todo lo que de estimulante puede tener una competición, se queda tan sólo en su parte negativa de frustración.
Otro aspecto que yo encuentro negativo de nuestras EE.EE. es ese afán desmedido de protagonismo y de aparición en público. Como ya se ha dicho antes, el fin específico de la E.E. es dar esplendor a su Comparsa mediante la interpretación de un papel totalmente acorde con el momento. Consecuentemente con esta idea, la E.E. busca la mayor fidelidad en su maquillaje, en sus armas, en sus trajes, en su música, en su desfilar y en suma en conseguir la mejor puesta en escena. Pues bien todo este montaje se desploma en cuanto le quitas alguno de sus puntos de apoyo. No tiene ningún sentido una E.E. mora, sin maquillar desfilando con una marcha «no mora» en la procesión de la Virgen. Otra cosa es su participación en la Entrada de Capitanes, contribuyendo a desvirtuar la verdadera finalidad de este desfile, pero éste será objeto de otro estudio.
Todo el «clima» que una Escuadra logró y consiguió en la Entrada o en la Cabalgata, se viene abajo y resulta ridícula su contemplación al faltarle alguno de los sustentos citados.
La EE. necesita su marco: la Entrada y la Cabalgata; y su música: las marchas apropiadas; y su empaque: desfilar aguerrida y triunfalmente; y su veracidad en todos los aspectos. Sólo así la EE., luce en toda su verdadera magnitud.
Estos son puntos de vista muy particulares y totalmente subjetivos. No pretendo más que exponerlos.
VICENTE RODES AMOROS
(Moro Nuevo, Escorpión y Massai)
Extraído de la Revista Villena de 1985

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