5 sept 2022

1954 CIEN AÑOS DE MOROS NUEVOS

CIEN AÑOS DE MOROS NUEVOS
Por… Pedro Hernández Hurtado
ALLA por el año 1850 lucía en nuestra Ciudad la pujanza de los arrieros. Era su comercio principal el llevar, sobre los lomos de sus largas recuas, a la amplia Extremadura, papel de Alcoy y regresar trayendo la lana de la distante región ganadera a la industria textil que florecía sobre la corriente de las aguas del Serpis.
Los llaneros de Alcoy tenían, y continúan teniendo, en sus famosas fiestas de San Jorge y entre sus Comparsas de Moros y Cristianos, una de moros, muy vistosa y brillante, a la que da nombre popular esa materia prima de su industria, pues se denomina, en su dialecto valenciano, «la filá de la llana». La natural amistad entre industriales y proveedores, con el buen humor del arriero caminante, rica bolsa y euforia del negocio próspero, animó a nuestros arrieros a fundar en Villena,—que pocos años antes había introducido en sus Fiestas en honor de la Virgen Patrona el adorno de las Comparsas de Moros y Cristianos,—otra comparsa de moros exactamente igual a la de sus amigos de Alcoy. Y así lo hicieron, presentándola con el nombre oficial de Bando Musulmán, aunque enseguida denominada popularmente Moros Nuevos, para distinguir que desde la otra comparsa de moros que ya existía y que desde entonces se nombra de Moros Viejos.
Este es el origen en Villena de la Comparsa de Moros Nuevos, que este año celebra su primer Centenario. Comparsa que, al mirar hacia atrás y recorrer en el recuerdo su existencia, puede hacerlo con la satisfacción de haber proporcionado a las Fiestas de Villena una brillante nota de luminosidad y alegría, de esplendor y magnificencia, de buen humor y sano bullicio, compartido todo ello con un respeto, fervor y amor a nuestro pueblo insuperables, cual lo demuestra principalmente ese acto sobre el que huelga calificativo y que es, sin duda, el más querido y del que se siente más orgullosa la Comparsa y todos sus miembros; ese hacer un alto en la diversión para agasajar y alegrar a los ancianos desamparados que, bajo el manto de esa otra y tierna advocación de nuestra Virgen viven en nuestro Asilo: el agasajo de la comida. Obsequio que creó hace cincuenta y dos años, que inicialmente se daba en la plaza, ante la misma fachada del Asilo y que ya de años, para mayor gozo y satisfacción de ellos, se les sirve en el mejor hotel de la Ciudad. Y he aquí un dato digno de resaltar en esta ocasión, en que estamos haciendo crónica de la existencia de esta Comparsa: Ha habido años que no ha salido a las Fiestas. Pero aun sin ver durante esos días la vistosa y alegre escuadra de los Moros Nuevos, una de sus tardes, ya de anochecida, la gente abría su pasear por la Corredera, bajo la luminosidad tradicional de los arcos, para dejar paso a la suave fila de los ancianos del Asilo que, lentos y satisfechos, llevaban cariñosamente cogidos del brazo unos hombres y unos niños tocados con el detalle del rojo fez. No había habido para fiestas Moros Nuevos, pero siempre hubo Moros Nuevos para no dejar perder esta sentida y nunca interrumpida tradición de la Comparsa, cuya munificencia en ese acto aureola muchos años su nombre. El anecdotario de los Moros Nuevos es grande. Desde su antigua indisciplina interior hasta esa unidad de conjunto que hermosea la galanura de su traje, al paso cadencioso de su escuadra y la majeza de sus famosos Cabos de Gastadores.
Hablábamos antes de años de no salir y de indisciplinas. Fue tónica de esta Comparsa, tal vez porque fue creada y le infundió su espíritu el arranque fanfarrón de unos jóvenes adinerados. Quizá eran los que crearon aquello de que «guardaban el traje el día 9 y no se acordaban de él hasta el día 4». Quizá sí, porque allá por el año 10, se animaron tan tarde a salir—el mismo día 4, o tal vez la noche del 4—que la Banda contratada el 5 por la mañana y telegrafiada entonces la conformidad, llegó después de salir los Cristianos de la Losilla, y ellos tuvieron que hacer La Entrada los últimos, cuando ya los Cristianos iban por Entre-Fuentes. Pero estos eran los mismos que daban esplendor y buen tono. Los mismos que el año 4 salieron sin disparar a la Procesión del día de la Virgen, paso lento y los arcabuces terciados con bandera calada, cuya innovación aplaudida fue norma ya para siempre, llenando de respeto y solemnidad el desfile de las Comparsas en el Paseo de la Virgen.
El año 1912 comenzó la reorganización en «serio» de la Comparsa. Se eligió Presidente a don Regino Arenas y Secretario a don Juan Esquembre. Y se le dio bandera, de la que fueron padrinos don Alfonso Arenas Marín y la señorita Isabel García Lillo, años después su esposa celebrándose la ceremonia de bendición en Santiago a las 3 de la tarde del día 5. Con esto se iniciaba lo que podríamos llamar la época contemporánea de la Comparsa.
La tradicional comida a los ancianos del Asilo, 
que todos los años ofrece la Comparsa de Moros Nuevos.
Fueron Cabos de Gastadores de ella, allá por el año 90, Pepe Valiente, único del que se acuerdan hoy «los más viejos del lugar». Luego llegaron «los grandes» con Antonio Valor, que dejó en ella su impronta de buen alcoyano, y José Martínez Navarro, el gran Clavel, con su barba permanente, dicen que sólo soportada porque vestía mejor el traje. Luego llegaron los tiempos de Pedro Galipienzo, Caratorta, con su proverbial y famoso humorismo; y Cabos de uno o dos años se recuerdan Camilo Valor, Cristóbal Amorós, Luis Ruiz, Chimo Pérez ¡que también fue moro!, y, ya ahora, Seguí, Paco Valor, Pedro Palao, pero estos con la venia del titular en estos últimos veinte años, que es el coloso de la puntualidad y entusiasmo por la Comparsa; Paco Blasco «El Planchao».
Es justo resaltar la Presidencia, durante muchos años, de Luis Coloma Jordá, continuada luego de su fallecimiento por su hijo Regino, entusiastas permanentes de la gala de la Comparsa. Y así llegamos hasta la Presidencia que ostenta este año por primera vez el «moro nuevo» de toda la vida, Cirilo Azorín.
En el transcurso de estos cien años, son muchos nombres los que dieron boato y brillo a esta Comparsa, siempre con la mira enfervorizada por la Virgen, por Villena y por las Fiestas; nombres que no citamos porque tampoco precisa; que se dieron a ella como eslabones en el tiempo de la cadena de oro de su historia. Y esta, como en tantas cosas, se repite también en la Comparsa y cada época nuevos grupos la integran y vitalizan elevándola más pujante cuando puede aparecer cansada. Porque se cansan los hombres, pero nuevos hombres llegan con nueva juventud, aupando con ella, a través de los años, la brillante fama que le dieron los que pasa. ron. Y así siempre, siempre, esta Comparsa de alegre policromía, con el brillo de su raso de oro, de su azul de mar y su rojo de llama, apareció para embellecer nuestras Fiestas con vistosidad insuperable, manteniendo ese prestigio de galanura y rumbo que le han hecho ser jalón primero en las magníficas Fiestas de Moros y Cristianos de la Ciudad de Villena.
Comparsa que por sí sola, pero infinitamente más en el ramillete fraternal de las demás Comparsas villenenses, en cuyo hermoso conjunto se funden las ilusiones más queridas de los que tuvimos la dicha de nacer en esta tierra venturosa, merece la mejor flor, la mejor canción, la mejor poesía.
Sin quisiera intentar su canto, séanos permitido resaltar el orgullo personal de nuestra humilde pluma, al ser inmerecidamente elegida por sus compañeros en la ocasión del Centenario para remembrar su crónica y exaltar su aplauso ante todos y por todos, rindiendo tributo al pasado los Moros Nuevos del presente.
Extraído de la Revista Villena de 1954

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