4 mar 2023

1971 FENOMENOLOGÍA DE NUESTRAS FIESTAS

FENOMENOLOGÍA DE NUESTRAS FIESTAS
Por José Puche Acien
Anualmente venimos celebrando las tradicionales «Fiestas de Moros y Cristianos» en honor a nuestra patrona la Virgen de las Virtudes, cuya festividad reseña el calendario el día 8 de septiembre. Nuestras fiestas coinciden con las de otros pueblos de nuestro alrededor que, basándose en idénticos motivos, celebran sus festejos durante este festero mes de septiembre en todo el Levante español.
¿Qué son las fiestas?
Etimológicamente la palabra viene, como tantas otras, del latín «festa»; es el nominativo plural del neutro «festum-i»; literalmente significa «fiestas», alegría. diversión. Es un regocijo público dispuesto para que el pueblo disfrute.
Durante estos días se abandonan los trabajos cotidianos (negocios, artesanía, labores del campo) para cambiar de ocupación, reunirse con los amigos, colegas y conocidos y pasar juntos las fiestas. Aunque las amas de casa son quienes más trabajan para atender a cuantos vienen de fuera, y no son pocos; pero alegres y contentos, todo sea por contribuir a la fiesta una vez al año. Algunos dicen «a lo mejor son las últimas que veo», aunque desgraciadamente no es «a lo mejor» sino «a lo peor». Para otros, los más pequeños, vienen a constituir un rito de iniciación a las costumbres de nuestro pueblo.
La iglesia de Santiago, sede de la imagen, celebra con mayor solemnidad el apretado programa de actos religiosos. Las campanas suenan más a menudo, vienen oradores famosos y la parroquia adquiere un olor especial mezcla de flores y cera. La gente acude más en estos días que durante el resto del año. Las calles se adornan con arcos de luces y banderas, carteles, música y colores, y la ciudad entera anuncia al forastero que «estamos en fiestas».
El por qué de nuestras fiestas
Son tres los motivos de esta alegría general oficialmente proclamada por las autoridades de la ciudad:
En primer lugar, es necesario para el hombre pasar ciertos días en agradable trato y divertido ambiente, acompañado de sus semejantes. Es connatural al hombre comunicarse con los demás, expansionarse. Relacionarse más que de costumbre. Aunque hoy día tenemos la oportunidad de divertirnos sin tratarse precisamente de «fiestas», disponemos, sin embargo, de una ocasión muy favorable para ello y para todos, particularmente para las llamadas «mujeres de su casa» que no lo hacen en ninguna otra época del año.
En segundo lugar, las fiestas convienen al hombre por el puro descanso material que, en sí, está justificado con las vacaciones, pero suelen coincidir con aquellas. lo que manifiesta ser la mejor época para celebrarlas. Son un sedante magnífico para desintoxicarnos de los quebraderos de cabeza que envuelven nuestra vida durante el resto del año. Es un cambio de ocupación, porque se trata de una verdadera dedicación; por algo dice el refrán «los palos a gusto no duelen».
También tienen el interés de mantener la tradición. Ellas mismas lo son y como tal poseen la fuerza necesaria para continuarla y ampliar toda su gama de elementos. De ello pueden darnos buena cuenta los visitantes y villenenses que residen fuera.- En frase vulgar, «quien las pasa un año repite al otro».
El porqué de nuestras fiestas tiene pareja identidad festera al de todas las fiestas del mundo, pues desde los tiempos primitivos la historia menciona solemnidades y fiestas, algunas de ellas sancionadas por las mismas leyes. Con razón afirma J. Sutherland Blac que describir las fiestas del mundo a través de todas sus variaciones, valdría tanto como escribir la historia de la religión y civilización humanas.
¿Fiestas religiosas y profanas?
Puntualicemos primero cada uno de estos conceptos.
Aunque el autor citado afirma que donde no hay religión no puede existir la fiesta, esto me parece demasiado radical y, desde luego, cabe distinguir diversos géneros de fiestas„ tales como las puramente religiosas, puramente populares, mixtas de ambos elementos, particulares, etc.
Fiestas religiosas son aquellas que implican siempre un fin religioso y, por tanto, entrañan elementos religiosos en el fondo o en la forma. Sus manifestaciones litúrgicas, ritos, etc., están relacionados con el fin. Recíprocamente, en las fiestas profanas no figura elemento religioso alguno, sus fines son profanos y sus manifestaciones están muy lejos de referirse a lo religioso.
¿Cómo podrían catalogarse nuestras fiestas?
Me pregunto por sus orígenes (prescindiendo del carácter que hayan podido tomar con los años). Por tanto la pregunta habría que hacerla en estos términos: ¿tienen nuestras fiestas un origen religioso o profano?
A mi modo de ver se trata de una mezcla de ambos. Por un lado se proclaman fiestas en honor de nuestra patrona y como tales son religiosas y cristianas, pero con todas las reminiscencias del culto pagano del que vivimos, no solamente en cuanto a fiestas se refiere, sino en tantas otras manifestaciones; por ejemplo: legislación, costumbres, formas de indumentaria, artes, actividades culturales, deportivas, etc.
Está claro que no pueden conservarse ciertos elementos puros de las fiestas en honor a Ceres o Baco, los Misterios Eleusinos o las Panateneas en Grecia, cuyas masoquistas acciones entre los lacedemonios llegaban al extremo de flagelar a los niños desnudos en presencia de sus padres. quienes les alentaban a sufrir antes de la inhumación. O en las Targelias, donde los atenienses solían inmolar en esa solemnidad dos hombres o una mujer y un hombre, por poner algunos ejemplos.
Pero de hecho y de derecho son fiestas religiosas en honor a nuestra patrona y están presididas por Ella. Dentro de la iglesia uno de los actos más bonitos es el de la ofrenda a Nuestra Señora. Fuera, la procesión, tanto en romería al santuario como por las calles de nuestra ciudad. En ambos es obvia la antigua reminiscencia.
A la vez son fiestas de Moros y Cristianos, aunque esta denominación es un tanto absurda ya que ambas acepciones expresan cosas totalmente distintas: la palabra moro viene del latín «morus» o «maurus», que a su vez procede del griego «mauros» (negro); vendría a significar de color bruno u obscuro, propio del territorio africano; por tanto el vocablo hace referencia a los habitantes de un determinado lugar geográfico, África Septentrional. Mientras que cristianos también viene del latín «chistianus», en griego «chistianos» y significa perteneciente o relativo a la religión de Cristo.
Son dos vocablos que no pueden compararse porque están a distinto nivel; uno hace referencia a lo geográfico y el otro a lo religioso. pero se trata éste, como tantos otros, de tópicos ya generalizados, admitidos por todos y no vamos a intentar cambiarlos.
Lo que intento decir es que en este sentido no son fiestas religiosas, ya que se celebran recordando la dominación árabe en nuestra península durante casi ocho siglos y la caída de los mismos con la toma de Granada en 1492. Históricamente, al invadir los árabes España (711), se dio a los conquistadores el nombre dé moros, y esto que ocurrió a escala nacional también tuvo su parte en nuestra histórica ciudad, sobre todo en tiempos de Jaime I de Aragón, Fernando III de Castilla, etc.
En definitiva son las fiestas de un pueblo basadas sobre hechos de su historia. Los árabes (moros) son vencidos por los hombres de la península (cristianos). Esto se simboliza en las guerrillas de ambas «Emba¬jadas»: primero son los moros quienes toman el castillo (que se instalaba en la Puerta de Almansa) antes con la esfinge de Mahoma, ahora lógicamente con la media luna. Luego, tras unas «conversaciones» expresadas en verso, vienen la caída de los moros y la toma del castillo por los cristianos. Tienen carácter de lucha.
Hay muchos elementos de nuestras fiestas parecidos a los del mundo de la Hélade, pues en las Panateneas se daban tres géneros de espectáculos públicos que consistían en corridas de hombres, juegos de atletismo y certámenes literarios y musicales, terminados los cuales se daba un premio al más distinguido; el sacrificio de bueyes, en el que parte de su carne se conservaba para un festín público de todos los asistentes, y la procesión general en el que se llevaba el manto de Minerva.
En estos días del 4 al 9 de septiembre se conjugan ambos factores: lo religioso y lo popular-folklórico-profano. Como fiesta religiosa tiene el carácter de estimular al hombre a la práctica del deber y la virtud y verla realizada como modelo ejemplar en la Patrona, en quien tantos villenenses confían. Pero al lado de lo específicamente religioso y unido a la vez, queda la otra parte de la fiesta con carácter histórico y cuyas manifestaciones son de todos nosotros conocidas: por algo dictó Carlos III la ley 11 del tít. 1 del libro 1 del 20 febrero de 1777 una disposición, según la cual «en ninguna iglesia de estos reinos, sea catedral, parroquial o regular, haya en adelante danzas y gigantones; y cese del todo esta práctica en las procesiones y demás funciones eclesiásticas, como poco conforme a la gravedad y decoro que en ellas se requiere».
Como muy bien dijo Carlos III, cada cosa en su momento. Villena en estos días celebra las en honor de su patrona, por eso va a misa y se divierte.
Hasta aquí un esbozo de lo que podría ser una historia de nuestras fiestas desde sus comienzos hasta el 72.
Extraído de la Revista Villena de 1972.

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