19 dic 2023

1980 VILLENA Y LA AUTONOMÍA VALENCIANA

VILLENA Y LA AUTONOMÍA VALENCIANA. Por A. VILA
Pretensión doblemente vana puede parecer el hecho de escribir sobre los problemas autonómicos valencianos en y para Villena y a casi dos meses vista de la aparición de "Villena 1980". En este caso por depender, en definitiva de un acuerdo consensuado, el necesario impulso negociador de la autonomía que si bien hoy se halla en un obligado "impasse", debe activarse en cualquier momento y —esto es lo grave— en cualquier dirección, por lo que no cabe hacer conjeturas, al menos con la encomiable pretensión de acertar. En aquel, como ya puede intuirse desde la lectura del título del presente escrito, porque en Villena los problemas autonómicos valencianos nos cogen bastante de lado y no desde tiempos recientes, por cierto, pues en octubre de 1932 el villenense Cristóbal Amorós apoyaba a través de tres artículos en el periódico de Alicante "El Luchador" la política "antiautonomista" del alcalde de la capital, Lorenzo Carbonell, que venía a decir: "Si Valencia (ciudad y provincia) pide un Estatuto, será para ella sola. Ni Alicante lo pide ni se une a Valencia. Alicante, más que valenciana, es levantina...". Y no creo que la opinión actual de muchos villenenses difiera demasiado de lo apuntado.
¿Por qué, pues, elegir un tema tan vidrioso, a más de marginal, para su inclusión en la revista de fiestas?. Por dos razones asimismo: Corresponder, en primer lugar, a la petición de un sector —¿mínimo?— a quien el tema comienza a preocuparle. Intentar, en segundo lugar, ahondar en el porqué del escaso interés por el mismo.

Y hay que recurrir a la historia que en esta, como en tantas ocasiones, nos puede dar apropiadas y convincentes razones. Remontamos hasta 1836 (9 de septiembre) en busca del Real Decreto de incorporación de la ciudad a la provincia de Alicante para comprender, ya de entrada, que no se puede tener añoranza de los fueros y libertades extinguidos por el Decreto de Nueva Planta de 29 junio de 1707 cuando nunca se ha gozado de ellos. Es más, Villena, a pesar de su conquista por Jaime I, el fundador del Reino de Valencia y de su estrecha vinculación al mismo en los siglos medievales fue, no sólo el baluarte avanzado contra el Reino a partir del reinado de Isabel y Fernando, sino también bastión ofensivo durante las guerras de las "Germanías" (1520-21) y muralla protectora de los derechos borbónicos en el hecho lamentable de Almansa (1707). Sus relaciones con los vecinos valencianos: Onteniente, Fuente la Higuera, incluso Xátiva y especialmente Caudete, son una larga relación de actos belicosos.
Difícilmente Villena podía haberse integrado en el movimiento cultural de la "Renaixenca" —precursor del valencianismo ¬cuando ya la lengua había delimitado drásticamente las fronteras políticas varios siglos antes. ¿Qué fuerzas burguesas' primeramente y obreras más tarde podían derivar al proletariado rural mayoritario y al incipiente obrerismo de las primeras décadas del siglo hacia una concepción política regionalista basada en gran parte en la lengua valenciana e impregnada del modelo "nacionalista" catalán desde el primer momento. Recordemos nuevamente a C. Amorós a través de la cita de "El Luchador": ¿Y no se ha pensado también en que, si llegaran a tener realidad los susodichos delirios nacionalistas, Valencia sería absorbida por Cataluña? y traigamos a la luz otro texto de la misma época, exhumado por Vte. Ramos, a propósito de una asamblea político-sindical celebrada en Villena en agosto de 1931: "ahora se intenta volver a los reinos de Taifas, y, cuando el progreso del mundo debería tender a la universalidad del idioma (...), nos empeñamos en resucitar y cultivar los dialectos, que, por lo que a Vi-llena respecta, ni siente el valenciano ni lo entiende ni le hace falta".
Y si el problema de la lengua está "ligado" al de las reivindicaciones autonómicas, no podemos olvidar que todas ellas quedan simbolizadas en una bandera, lazo de unión y signo de independencia aunque en nuestro caso no pase de ser un "signo de contradicción" y pretexto para enfrentamientos fratricidas. Porque la bandera histórica de Valencia difiere según los grupos no sólo en los colores sino también en su historia (¿Es lícito remontarnos a los tiempos de Jaime I cuando hasta la época de Carlos III —1785— no se busca una enseña nacional? en su presente (la "cuatribarrada" ya es oficialmente la bandera de Cataluña y legalmente no debería serlo de otra región) y en su futuro (¿Son viables los Países Catalanes tan odiosos, por antinaturales, a los valencianos?). Pero la "senyera" con azul apenas había rebasado los límites provinciales al iniciarse el siglo actual, precisamente debido a la falta de un anhelo autonómico auténticamente popular, al contrario de lo que ocurría en Cataluña y Vascongadas. En cambio las cuatro barras aragonesas llevaban siglos escribiendo la historia desde las piedras nobles de los escudos, incluso entre nosotros, al decir de la "Relación de 1575". El campo estaba preparado para lanzar la semilla de la "cuatribarrada" al no tener constancia de hechos tan clarificadores como el empleo por el ejército republicano de la "senyera tricolor", única para los valencianos en las décadas pasadas de que el pintor comunista Renau la reprodujera al ilustrar los "13 puntos" de Negrín.
Incluso en un ambiente musical tan selecto como el local, la "patriótica" composición de Serrano y Thous ha resultado tradicionalmente ignorada, eclipsado nuestro "Himno Regional" por las zarzuelas del también eminente Chapí. Naturalmente aquí no cabe presumir el desplazamiento del himno oficial de la región por la alternativa "popular" de la "Moixeranga" de Algemesí. Si acaso lo será, lo ha sido ya hasta la fecha, por los sones tan repetidos de "La Revoltosa".
¿Y qué aducir sobre la reciente polémica: "País o Reino"?. Esta última denominación aparece por millares en la documentación histórica del archivo local y con la denominación citada han conocido siempre los villeneros lo que políticamente se ha venido en denominar recientemente "País Valencia". Pero realmente hemos observado que el tema no suscita apenas reacción sentimental alguna y, como visto desde el exterior, las denominaciones "País o Reino" son títulos innecesarios. Valencia viene a ser, simplemente, Valencia. Sobra cualquier apelativo.
Y no es necesario pasar de los símbolos, que por otra parte suelen ocupar los primeros capítulos de los respectivos "Estatuts de Autonomía", para considerar las dificultades que hubieran supuesto, en Villena, la aprobación de cualquiera de estos por la vía del 151. Y no sólo en Villena, pues según las diversas prospecciones y mini-encuestas realizadas, es precisamente Alicante la provincia valenciana menos propicia a corroborar un estatuto con la simbología denominada catalanista. No olvidemos tampoco la fuerte gravitación de la zona oriental de la provincia hacia la vecina Murcia, con el beneplácito de las fuerzas propugnadoras de la región del Sudeste ni tampoco menospreciemos el creciente temor hacia un supuesto "centralismo y protagonismo" de Valencia.
Con todo lo indicado no pretendo demostrar la existencia de un "anti-autonomismo local" más menos latente. Considero que simplemente se trata de una prueba más del desinterés con que la masa no politizada ha acogido la nueva problemática autonomista impulsada a nivel nacional tanto por la oposición como por el propio gobierno como respuesta a unas inquietudes parciales y pluralistas de Cataluña y País Vasco. Pero Villena no ha renegado nunca de su procedencia murciana y toda la provincia alicantina queda igualmente muy vinculada (al menos en su sector occidental) a la región vecina. Tampoco el "valencianismo político" ha ejercido presión alguna sobre la ciudad ("Acció Cultural" la olvidó al convocar el "aplec d'Alacant" —27-4-1980— mientras pegó abundantes "posters" en Raspay, perteneciente a la provincia de Murcia; pero valenciana de habla). Finalmente la nula implantación de los partidos "regionalistas" son, a la vez, causa y efecto de una escasa valencianización.
E insisto. No es que Villena tema el presunto paso del centralismo desde Madrid a Valencia. Es, sencillamente, que Villena, históricamente anclada en Murcia, geográficamente cercana a la vecina Albacete y distanciada de sus vecinos de Valencia y Alicante por la lengua, sólo con lentitud se va integrando en el preautonómico "País Valenciano" que secularmente ha sido llamado "Reino de Valencia". Y no es pura cuestión de nombres o de simples matices. Se trata ni más ni menos que de dos distintos y antagónicos proyectos de futuro. ¿Pero mientras las dos concepciones mantengan su acritud y disparidad llegará Villena a decidirse por una de ellas?.
Extraído de la Revista Villena de 1980

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