9 dic 2021

1986 NO HAY DISTANCIA PARA LOS RECUERDOS

NO HAY DISTANCIA PARA LOS RECUERDOS
En el embrujo de una noche septembrina,
bajo la luz de los focos, los ejecutantes
avanzan seguros en el etéreo bosque de las
notas al encuentro de los sones, que de
improviso, dan cita a nuestro pasado.

El sol, allá en poniente, nos lanza su envidioso adiós, mientras bajo la luz de los focos que iluminan el amplio estrado, se eleva un murmullo deforme. Como si de una orquesta imaginaria templara sus instrumentos en una loca sinfonía de notas discordes.
Sube el director a su puesto y la sinfonía enmudece. Los profesores se aprestan atentos a la batuta, y el murmullo se extingue gradualmente hasta reinar un silencio expectante.
De pronto rasga el silencio los compases de un alegre pasodoble. Henos aquí, gracias al embrujo de las cálidas notas, vagando por regiones de fantasía. Después, una melancólica cadencia, nos adentra en las fibras sentimentales de nuestro corazón; es como un dejarnos ir al susurro de un suave aleteo...
¡Misteriosa alquimia de las notas musicales que tienen el mágico poder de llevarnos a los años mozos de nuestra vida!
Por un momento, nos encontramos transportados, mejor dicho ahondados, en lo que es enteramente nuestro. Porque esa música que llega a nuestros oídos, no sólo mueve nuestras fibras emotivas como lo hace cualquier música que halle una afinidad adecuada en nuestra sensibilidad, sino que nos conmueve profundamente, porque en los estantes olvidados de nuestra memoria, desempolva los aires que desde niños guardábamos celosos, y que fue el elemento musical que educó nuestro ser.
Al fondo del jardín, en una mezcla poética elevada de sombras y de luces, se alza majestuosa la monumental escultura de nuestro inolvidable paisano e inmortal compositor, Ruperto Chapí.
Y en tanto suenan los últimos acordes, primorosamente interpretados por nuestra Laureada Banda de Música Villenense, allá en lo alto, rodeada de su corte de estrellas, la luna brilla en esta fresca noche septembrina, y sus misteriosos rayos iluminan el retazo de jardín que vemos y la figura prócer de nuestro querido Maestro.
DESDE HONDARRIBIA
JOSE CONEJERO ALCARAZ
Extraído de la Revista Villena de 1986

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