1992 AUSENCIA IV

AUSENCIA IV. Por J.C. MALUENDA

Villena, mediados de abril. Hola Delfín-Delphine

No sé el tiempo que llevo tumbado en la cama inmóvil, mirando el techo, pasando de un pensamiento a otro, pero sin apartarme de ti. Dicen que el ser humano al cabo del día tiene 60,000 pensamientos y me gustaría saber si eso también se cumple en mí, porque yo solamente creo que tengo uno entre estas cuatro paredes blancas: Delphine.

Qué arbitraria es la vida. Los mejores momentos de la existencia de uno aparecen y desaparecen inesperadamente, dejando una huella indeleble que manejamos a nuestro antojo para seguir esperanzados en que la felicidad, aunque a gotas o en espacios de tiempo concretos existe.

La esencia de haber sido feliz contigo no se acaba. Sin embargo, pasadas unas semanas de esa noche feliz, y ante la evidencia de que no se repite, mi instinto se desorienta y confunde muchos términos. El transcurrir del tiempo se me antoja que se está convirtiendo en un enemigo. Dicen que el tiempo todo lo cura, todo lo borra y no sé qué verdad habrá en ello. Noto cómo mi mal de amor hacia ti unos días es más intenso que otros; hay días que te siento muy lejos y apenas estoy contigo, pero otros desde que me despierto ya te tengo todo el día.

Esas comparaciones me desequilibran y tengo la sensación de que me preparan, me advierten que la vida sigue, y no siempre como a uno le gustaría que fuera.

Me revelo contra el enemigo y por encima de todo todavía estoy enamorado de ti. No sabría comportarme con otra mujer con la misma entrega y sinceridad que contigo. No creo en estos momentos que haya una sustituta para ti.

Cuando hablo con otras mujeres es a ti a quien busco, tú como persona única apareces en mi cerebro, insustituible; de Delphine es de quien estoy enamorado. Todavía te veo en los espejos cuando miro a ellos. Mi rostro es tu rostro. Mi pensamiento no puede ver otra cosa que no sea tu pelo recogido, tus pómulos, tu nariz, tu boca, tus gafas, tus ojos y tu expresión de entrega hacia mí. No me importa que otras mujeres tengan rasgos atractivos: rubias con labios carnosos, morenas altas con pechos grandes..., no puedo pensar hacia ellas con deseos, es a ti a quien deseo como persona única que existe. Es así de sencillo y de complicado.

Creo que aunque estuviera haciendo el amor con otra mujer me sería difícil, imposible, borrar tu cuerpo de las yemas de mis dedos; cualquier cuerpo sería tu cuerpo, otros pechos serían tus pechos, otra boca sería tu boca, otro sexo sería tu sedoso sexo.

Soy débil y mi resistencia pienso alcanzará un límite. 

Cuánto durará mi espera no lo sé. Cuando el dios del amor me abandonará, no lo sé...

Si esto ocurre alguna vez, no me lo tomaré con pesadumbre, aunque ahora la tenga, pensaré como dice el refrán que lo poco y bueno es doble mejor. Cogeré el lado positivo de haberte conocido y lo guardaré para mí, con la única intención de tener más ganas de vivir, de estar contento de haber nacido.

Dicen que cuando uno está enamorado se proyecta en la persona amada; se ve a su lado, hace planes de futuro, construye su vida alrededor, etc. Tu palpable ausencia desvía mi proyección hacia ti por otros pasajes. Sé que mañana no estarás aquí, ni dentro de un mes, y si me tropezara contigo dentro de un año, en una estación, rodeados de muchedumbre, ¿quien sabe si no dudaría en reconocerte? Por ello no hago planes de futuro, prefiero desearte con la mayor de mis fuerzas que tengas mucha suerte en esta vida, que todo cuanto proyectes sea una realidad tangible, que seas el mayor tiempo posible feliz con lo que hagas y vivas, que te arrimes a la belleza de este mundo y aproveches su sabiduría.

Prefiero pensar que todo ello se cumple porque estoy seguro que dentro de un mes, de unos años, de más años, cuando tu recuerdo aflore en mi memoria, risueño donde me encuentre por este suceso, una alegría me embriagará de tu suerte.

Besos.

Extraído de la Revista Villena de 1992