Aquellas primaveras
Juveniles primaveras con
sus perfumes sin tasa... se
filtraban en mis venas
encendiendo mis palabras; y
entre deseos permanentes
lejanos y siempre nuevos,
un fluir de goces puros
florecían en mi enramada.
Benditas las primaveras que
aún renuevan viejas ansias de
mis vivencias primeras
dormidas en lontananza.
Cuando peino añejas canas...
mi corazón enternecen,
aunque tiemble ante la Parca
que merodea por mi estancia.
Soy... como fresas del bosque
manando sangre morada. O,
cual aquel vetusto roble con
sus ramas mutiladas, porque
el paso de los años mermó su
savia preciada, dejando atrás
muchos frutos de cosechas
fatigadas.
Con manto de terciopelo
la dulce tarde rosada,
moríase lentamente
sobre un crepúsculo en ascuas.
Yo, con mis ojos al cielo fui
cediendo a mis nostalgias, y
mis versos escribiendo cuando
un ruiseñor cantaba.
¡Ay, mis viejas primaveras
por dulce brisa arrulladas!
se me pusieron de canto
entre mis veinte lejanas.
Mi alma, triste, suspiraba
envuelta con mil recuerdos
de mi mente atribulada...
remontada por lo etéreo
sobre una senda tan larga,
que atraviesa el Universo.
Sé, que aquellas primaveras
irreversibles, mundanas...
las llevo siempre allá dentro,
y las gozo al recordarlas...
Extraído de la Revista Villena de 1993
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