El alarde del siglo XV, XVI y XVII. Influencias militares en la Villena antigua. Por JOSÉ VICENTE ARNEDO LÁZARO.
Cronista y Asesor Histórico Comparsa Bando Marroquí.
Sabido es que desde hace algunos años, la palabra ALARDE se nos está haciendo una de las más habituales del vocabulario festero. Que en este o aquel año y en esta o aquella ciudad, las autoridades villenenses y de otros cientos de pueblos españoles, convocaban Alarde u otros Ministerios de Guerra.
El problema es que siempre que se menciona, es simplemente como punto de referencia para otro tipo de investigaciones y nunca se ha estudiado seriamente. A día de hoy, no sabemos a ciencia cierta qué es un Alarde o quién, dónde, cuándo y cómo se hacía un Alarde. Desconocemos qué es lo que hay detrás de esa palabra en su más profundo interior. Con el paso del tiempo y al dejar de ejercerse dicho Ministerio, fuimos olvidándolo.
El Alarde no es más que una revista militar, que se desarrollaba en Villena cuando sus autoridades lo indicaban y que al caer en desuso la Milicia Militar Villenense sobre la que este Ministerio recaía, quedó obsoleto y se le metió en el baúl de los recuerdos. Y allí ha estado hasta hoy, en que vamos a rescatarlo del olvido para ir completando la historia de Villena, siquiera desde una modestísima parcela que no deja de ser, eso sí, muy interesante.
Los piqueros villenenses presentes en los Alardes, estaban uniformados y armados, de forma muy similar al caballero aquí representado.
I. EL ALARDE. OBJETIVOS Y RESUMEN HISTORICO
La palabra ALARDE viene del árabe AL-ARDCH. El Alarde o Revista Militar, tiene 2 objetivos importantísimos, que son su auténtica, verdadera y principalísima razón de ser.
a) Pasar revista a todos los milicianos inscritos en la Milicia Local, se llame ésta como se llame a lo largo de los siglos.
b) Comprobar que cada Miliciano tiene su armamento al completo y en perfecto estado.
Como el espacio siempre es limitado y sobre ese tema, les remito al DIA 4... QUE FUERA. Especial Fiestas 1997. «LAS MILICIAS DE RESERVA», págs. 248-253, de José Vicente Arnedo Lázaro.
El Alarde se hacía en la España Católica desde que lo fue, pero también en la Musulmana desde sus mismos comienzos, ya que un acto de similares características, lo podemos encontrar en tierras africanas, decenas de años con anterioridad a que estos desembarcaran en España. Antes de ver escrito Alarde en Villena (1570), lo tenemos escrito en miles de pueblos españoles, de norte a sur y de este a oeste, por lo que su dilatada vida está más que demostrada.
Antes de los Reyes Católicos, el Alarde se hacía una vez al año, el primero de marzo. Lo pasaba el Rey o delegado suyo, a todos aquellos señores que disfrutaban de tierras por concesión Real, a cambio de mantener armas y caballos para la guerra. Tras la Reconquista y con los Reyes Católicos en el Trono, el Alarde se pluraliza, ya que pasan a ser varias las revistas que se hacen al año, normalmente cada dos meses, empezando la primera a finales de febrero-principios de marzo, por lo que nos da un total de 6 Alardes al año. De todos ellos, los principales siempre fueron los de febrero y septiembre, curiosamente, en las mismas fechas en que Villena hacía sus dos principales romerías a las Virtudes. De hecho, el Alarde se podía realizar cuando las autoridades lo creyesen oportuno. En las fuerzas de Milicias Concejiles, Milicias Urbanas, Milicias de Reserva, Milicias Voluntarias o Milicias Provinciales, llamadas de diferentes formas pero que siempre son lo mismo, milicias villenenses voluntarias o no, se realizaban más Alardes cuanto mayor fuese el peligro o los compromisos militares, además de cuando la autoridad de turno, por festividades o celebraciones, lo convocase según reglamento. El Alarde en los Tercios, que son las tropas profesionales de la época, se hacía constantemente y siempre, antes de entrar en combate. La lista del alarde también servía para saber cuántos sueldos tenía que librar la Real Hacienda: a tantos soldados, tantos sueldos.
Por Real Célula de 1598, se divide el territorio de la Nación en distritos. En cada uno de ellos había un Jefe de Distrito o Acompañado, cuya misión era inspeccionar las Compañías, ejercicios militares que debían realizar los domingos y festivos, y cuidar de la disciplina. En 1609, estas responsabilidades van a parar a manos de Sargento Mayor.
A modo de ejemplo, vamos a destacar 2 referencias que se hacen en Villena a los Alardes. La primera de ellas la situamos en 1570, que es la primera constancia escrita al respecto. En el Archivo Municipal podemos leer: «En esta ciudad hay pocos arcabuces y ballestas, según consta por las visitas y alardes hechos». Observamos claramente la realización de varios Alardes y visitas al año con anterioridad a la fecha comentada. Por lo antes relacionado, sabemos que son muy anteriores a esa fecha aunque no consten. En el Acta del 14 de Junio de 1588 leemos: «Y que la bandera no se saque en ninguna manera, si no fuese a los alardes o a otro Ministerio de Guerra, ni menos se lleve atambores». Volvemos a observar que los alardes eran bastante frecuentes y que están clasificados dentro de los denominados Ministerios de Guerra. A destacar el énfasis que ponen en referencia a no sacar los Atambores sino es para los ministerios. Tenemos aquí al Tambor y la bandera, útiles propiamente militares y por lo tanto, para usarse únicamente en actos de carácter castrense, como por ejemplo, el consabido Alarde.
Desde que el Alarde dejó de hacerse en Villena, han pasado más de 200 años como un soplo y éste subsiste hoy día con total vigencia. Todo aquél que haya realizado el Servicio Militar, sabe perfectamente a que me estoy refiriendo. En su servicio en filas, le han pasado Alarde o Revista a su persona y arma, del orden de varios cientos de veces. La esencia del Alarde de hace 500 años y la Revista de hoy día, es exactamente la misma.
Ya hemos visto los objetivos que persigue todo Alarde y su significado. Seguidamente vamos a ver sobre quién recaía el Alarde, cómo se hacía y los diferentes tipos de personajes que en él se daban cita.
De la mano de los Tercios, aquí tenemos representados a diferentes tipos de soldados que estarían presentes en el Alarde villenense. A mano izquierda dos arcabuceros y a la derecha un capitán con lanza jineta y fajín rojo de seda. Justo detrás de él, tenemos un alférez con la Bandera Real y al fondo a la izquierda otro alférez con la Bandera del Capitán. Todos se visten a la antigua española, como lo hicieron los Cristianos y Tercios de Flandes Villeneros, así como hoy en día los Estudiantes.
2. CAMPO DE ACTUACION Y FORMA DE HACER EL ALARDE
El Alarde, antes y después de la Ordenanza del 26 de septiembre de 1503, la denominada Gran Ordenanza, se ejercía sobre todo tipo de tropas profesionales o voluntarias, de Milicias, Concejiles, Señoriales, Reales, Provinciales, de Reserva, Urbanas y demás. Desde ese momento, las riendas del estamento militar las lleva una sola persona, el Rey, y no las manos de Condes y Duques de Provincias que gustaban, desde hacía decenas de años, de hacerse la guerra entre hermanos. La forma de realizarse y sobre quién recaía, era exactamente igual para todo el territorio de la Corona: «Cualesquier gentes así .de las ciudades y villas y lugares de nuestros Reinos o de cualquier grandes y caballeros nuestros vasallos». Resumiendo, recae sobre todo el mundo sea bufón o caballero y esté donde esté. Queda más que claro.
Con unos días de antelación, el pregonero salía por plazas, mercados y calles más concurridas, para dar publicidad al asunto y que todo el mundo se enterase del lugar y hora en que se haría alarde, normalmente un domingo por la mañana o día festivo en plaza pública o mercado, sin ir más lejos, las plazas de Santiago, Malvas o Mayor. Se celebraba con la presencia de las autoridades Municipales y Reales, enviadas para la ocasión. También estaban presentes los señores que luego relacionaremos y el escribano, que se encargaba de levantar acta. En el supuesto de que este último no estuviese, levantaría acta el cura. El Alarde era obligatorio y no podía sustraerse nadie que estuviese sujeto a pasar la revista. En las actas debían de figurar los nombres de los milicianos, bajas, ceses, enfermos, caballerías y por supuesto, el armamento y estado del mismo. En las Milicias, los milicianos no cobraban sueldos, con la excepción de si tomaban parte en alguna campaña. Lo que sí tenían eran algunas ventajas fisca-les entre otras. En las tropas profesionales, los Tercios, sí se usaban esas listas para pagar a los soldados, según fuese su tipo de armamento. Hecha la ley, hecha la trampa y esto que vale para todo el mundo, no digamos para el país rey de la picaresca. En ocasiones se falseaban las listas a la alta, incluyendo nombres de más, para así sacarse unos sueldos extras. Cuando el delito era descubierto, el aparato estatal se ponía en marcha e inexorablemente mandaría a galeras a los infractores de por vida y eso en el mejor de los casos, y si no mediaban ulteriores sobornos de por medio.
3. TIPOS MILITARES PRESENTES EN EL ALARDE
Como mínimo, en el Alarde se daban cita los siguientes señores:
a) CAPITÁN. Es el que manda sobre un grupo de soldados, en su sentido más amplio. Centrándonos en un capitán de Milicias, podemos decir que era nombrado por el Concejo de la Ciudad a propuesta del Rey. Dicho empleo, más decorativo y de protocolo que eficaz en el campo militar, siempre recaía en las familias «más sobresalientes» de Villena. La sangre y el dinero eran requisitos indispensables para ocupar dicho cargo, al contrario que en los Tercios, donde la valía militar de cada uno, era lo primero y así, muchos de sus más famosos capitanes, habían salido de las capas más bajas de la sociedad. De 1575 data el primer Capitán de Compañía conocido en Villena: Andrés Mateo Guardiola. Con posterioridad los fueron Pedro Rodríguez Navarro (1587), Antonio de Medina (1635), Antonio Díaz Navarro (1638) o Juan Mateo de Márquez (1646), por citar sólo unos ejemplos. Su armamento lo componían la espada, daga y muy posiblemente, una jineta o lanza muy decorada y de ostentación de cargo. Como distintivo que se perpetuaría durante siglos, tenemos a la famosa Banda roja de seda Terciada del hombro derecho a la cintura en su lado izquierdo, ceñida con nudo y lazo. En cuanto a la indumentaria de él y las demás gente de la época, podemos decir que iban vestidos, con total y absoluta seguridad, a «la alemana», con el tiempo denominada «a la antigua española». Para mayor información, ver DÍA 4... QUE FUERA. Especial Fiestas 1995, pág. 192-197. «UNIFORMES FESTEROS Y MILITARES DENOMINADOS A LA ANTIGUA ESPAÑOLA».
La figura del Capitán de Milicias, acabaría con el tiempo, siendo un Capitán festero de Fiestas de Moros y Cristianos. La Banda Roja acreditativa de su empleo, también se la llevó consigo al mundo fes-tero y de ese color fueron las Bandas de Cristianos, Moros Viejos, Estudiantes, Moros Nuevos y Bando Marroquí, hasta principios del siglo XX.
b) ALFÉREZ. El origen de esta palabra también es árabe. El Alférez era la mano derecha del Capitán y en su ausencia, había de saber gobernar la Compañía tan bien o mejor que su superior. El Alférez tenía a su cargo la Bandera y era el encargado de portarla. Esto es cierto, pero los Reglamentos militares de la época son mucho más precisos, por lo que acudiremos a ellos para estudiar a esta figura militar.
El Alférez era el responsable de la Bandera y sólo la llevaba consigo en los siguientes casos:
• En el combate.
• En el relevo de la Guardia y con el Capitán al frente.
• Ante el Rey o Capitán General.
Se vestían a la Antigua y su armamento era la espada y la daga. En 1638 fue Alférez Juan Mateo de Márquez y en 1646 Juan Martínez de Olivencia. Como distintivo, la consabida Banda de seda roja y que también se llevó al mundo festero.
Ésta es la Bandera de Villena o lo que es lo mismo, la Bandera de Guerra de Villena y que acompañó a nuestros milicianos, allá donde las empresas guerreras los reclamaron. Era de tafetán sencillo de color amarillo, por lo que sería conveniente que nuestras autoridades estudiasen la conveniencia de devolverla al balcón principal del Ayuntamiento, de donde bajó hace decenas de años.
c) ABANDERADOS. Ya hemos visto en qué casos el Alférez llevaba la Bandera. En todos los demás supuestos (marchas, ejercicios, etc.), el trabajo sucio corría por cuenta del Abanderado. Ésta es una figura civil muy curiosa y típica de otros siglos. El Abanderado no era soldado, no era una figura militar aunque actuaba dentro de éste llevando sus preciadas enseñas. Es un paisano que el Alférez contrataba, esto es, que el Alférez pagaba de su bolsillo, para los menesteres antes relacionados.
El no tener la condición de militar, es por lo que el Abanderado nunca figura en las listas de los Alardes. Sí lo hace en cambio el Alférez, que sí era militar y por lo tanto, sujeto a pasar el Alarde. Se vestía a la Antigua y su armamento era la espada y daga.
d) LAS BANDERAS. Las Banderas no son personas físicas, pero debido a su importancia, creo conveniente reflejarlas en capítulo aparte.
El uso de símbolos enastados, es tan antiguo como la vida misma. En el orden espiritual, eran el símbolo de la fe, Religiosa o no, por el que se combatía. También son símbolo de orden, debido a que son referencias visuales para que las tropas, unidas en grandes formaciones, mantengan siempre y pase lo que pase, su sitio y puesto. En los ejércitos y guerras de la época, uno de los principios básicos inamovibles para la Victoria, era siempre mantener el orden.
Las banderas no podían llevarse apoyadas en el hombro, siempre iniestas y desplegadas, para que todos y en todo momento, las pudiesen ver. En un solo caso podían llevarse al hombro: durante las marchas y siempre y cuando, hubiese alguna desplegada. Ni que decir tiene que la Bandera jamás podía caerse o tocar el suelo, y ello por dos motivos principales:
• La Bandera representa al poder Real (o municipal).
• Son instrumentos de guerra para dar órdenes visuales. La Bandera dormía en la sala del Ayuntamiento.
En Villena había como mínimo y a saber, 2 tipos de banderas:
1. El Pendón Real.
2. La Bandera de Villena.
Ambos modelos han sido ya estudiados por D. Faustino Alonso Gotor, por lo que resumiremos lo dicho por él y en algún punto, ampliaremos con nuevos datos.
El Pendón Real. Este Pendón representa al Rey, en definitiva, al todopoderoso poder Real. El Pendón Real sólo salía a la calle en festividades a realizar dentro de la ciudad. En el Acta del 10 de mayo de 1593, se acordó que dicho pendón saliese a la calle el día del Santísimo Sacramento, día de Nuestra Señora de Agosto y Día de Santiago, ampliado con posterioridad al 8 de septiembre, Natividad de la Virgen de las Virtudes y el 30 de septiembre, día de San Francisco. Por lo visto, el Pendón Real era un asiduo a las Fiestas Religiosas y quizás fuese esa una de sus funciones más sobresalientes: estar presente (el poder Real), en todas las Fiestas que hacía otro de los poderes fácticos de la época: la Iglesia.
Los villenenses enrolados en la milicia militar de la ciudad, lucirían una imagen muy similar a los infantes españoles aquí representados que se van a administrar justicia, después de una partida de dados y naipes.
El color del pendón real varió a lo largo de los años. Con Carlos I pasó a ser totalmente amarillo y en su centro, el águila imperial bicéfala con las coronas de todos sus Estados. En la Batalla de Pavía en 1525, empiezan a verse un tipo de Bandera que se perpetuaría durante siglos. El fondo podía ser de color rojo, amarillo o blanco y en el centro, el Aspa de San Andrés superpuesta en rojo. El Aspa sólo era blanca cuando el fondo era rojo. Los fondos predominantes siempre fueron el blanco y amarillo. Esta tendencia se mantuvo hasta la llegada al trono de Carlos III, en que se adoptó la Bandera roja y gualda actual.
La Bandera de Villena. Esta Bandera era la de Villena, pero sobre todo era la Bandera de Guerra de Villena. En el Acta del 14 de junio de 1588 podemos leer: «Y que la Bandera no se saque en ninguna manera, si no fuera a los alardes o a otros Ministerios de Guerra, ni menos se lleve atambores». La Bandera de Villena estaba reservada, única y exclusivamente, para los diversos actos de tipo militar. Y no digamos los «atambores», importantísimo instrumento militar de primer orden, ya que con él se marcaban cientos de toques diferentes y que la tropa, su destinatario final, había de entender y ejecutar al instante.
Si partían hacia otros pueblos los Milicianos Villenenses, el Capitán y la Bandera habrían de ser de Villena, como así sucedió en las Campañas de las Alpujarras, Rosellón o Castillo de Bierna.
De su color y en referencia al estudio antes comentado de D. Faustino, me limitaré a indicar que era de Tafetán sencillo de color amarillo. Investigado y demostrado está por él. Ante ello, sería conveniente que las autoridades tomaran cartas en el asunto y restablecieran a dicha bandera, en el lugar que por derecho propio le corresponde.
e) CABO DE ESCUADRA. Cabo viene de «Caput», cabeza. Este empleo aparece en el siglo XVI, al organizarse las unidades permanentes. Ante la complicación del Arte guerrero, se precisan de ciertas personas que sepan ejecutar a la perfección, determinadas órdenes del mando. El Cabo era designado por el Capitán. Ésta es otra de las importantes figuras presentes en todo Alarde, aunque en ocasiones no se le cite. Sí aparecen en 1586, cuando 150 milicianos y 15 Cabos de Escuadra, entre otros personajes, salieron a recibir a Felipe II, a su paso por los Alorines o cuando se mandaron 76 Milicianos y 4 Cabos de Escuadra, en socorro del Castillo de Bierna en 1569.
La Escuadra en aquella época, era 1/4 parte de la Compañía, por lo que cada cabo se hacía cargo de 24 soldados. Éste se ocupaba de que sus infantes ocupasen su puesto y combatieran en él. Ese número reglamentado se respetó en el Socorro de Bierna. No así en los Alorines, marcha donde el protocolo y el pavoneo de las clases más altas de la sociedad fue más que evidente.
El Alarde o Revista Militar que se hacía en Villena desde el siglo XV al XVII, contaba con la presencia del Alférez y Sargento de Compañía. Ambos estaban englobados en la Milicia Urbana, Concejil o de Reserva Villenense iban vestidos como los señores de la presente ilustración, a la Antigua Española, uniforme que acabaría en manos de la Comparsa de Cristianos, que no es más que la sucesora festera directa de aquellas milicias militares.
Se vestía a la Antigua y estaba armado de espada, daga y según fuese su especialidad, una pica o arcabuz.
La figura del Cabo fue asimilada por las Fiestas de Moros y Cristianos, en la forma de Cabo de Escuadra como Jefe de un grupo de soldados, pero en la especialidad de Gastadores, como por ejemplo, los Moros Viejos, Moros Nuevos y sobre todo, la Comparsa del Bando Marroquí, Comparsa que ha mantenido la antigua estructura de las comparsas con gastadores al frente (Mochilas) y detrás el resto de la comparsa con el traje oficial (capas).
f) SARGENTO MAYOR. Es el encargado de vigilar la disciplina, el orden y antiguamente también la administración de la unidad. La figura del Sargento ya existe en 1494. Se vestía a la antigua y su armamento era la espada, daga y alabarda, arma esta última que fue su signo distintivo hasta 1795. El Sargento era una de las figuras ilustradas del Alarde, ya que debía saber contar, leer y escribir, todo un derroche de cultura para la época.
En el famoso viaje a los Alorines, estuvieron presentes dos sargentos villenenses: Juan de Torreblanca y Damián Díaz. En 1638 lo fue Onofre Oltra y en 1646 Pedro Márquez de Medina.
El Sargento Militar también acabaría siendo festero, pero al contrario que los otros cargos festeros, muy pronto desapareció y no nos ha llegado a la actualidad.
g) LOS MILICIANOS. Los villenenses congregados en la plaza de Santiago para el Alarde, podían ser voluntarios o en caso de guerra, designados forzosamente por el Concejo de la Ciudad. Los primeros tenían diversas ventajas fiscales y los forzosos cobraban una soldada mientras permanecían en filas.
Los Alardes que se hacían en Villena a finales del XV, XVI y XVII, contaban con 3 tipos de especialidades, los tres tipos de soldados que darían lugar a los famosos Tercios, a 1/3 de cada especialidad: piqueros, arcabuceros y rodeleros, estos últimos desaparecidos en el XVI, ocupando su puesto más arcabuceros y/o mosqueros y piqueros. Esto no quiere decir que no tuviesen los villeneros otros tipos de armas, ni más lejos de la realidad. Las armas más corrientes eran las mencionadas, pero habría ballestas, orcas, hoces, cuchillos, hachas, navajas y demás armamento punzante, a miles debajo de toda loseta o teja villenera.
Piquero. Da su nombre al arma que usaba, la pica. Es un arma no arrojadiza de asta de madera y rematada con una punta metálica de hierro. Su longitud es de 26 palmos o lo que es lo mismo, 5'5 metros. Esta consideración como el arma de más categoría y señorío, desaparecerá a principios del XVIII del campo de batalla. El piquero vestía a la antigua y completaba su armamento con espada, daga, casco y armadura parcial. En Villena, el piquero desaparecería, poco más o menos, en la misma época, en que la pica como arma es totalmente superada por las armas de fuego.
Arcabucero. Fue el ariete de los Tercios y sobre ellos se levantó el Imperio. Su armamento era el Arcabuz, que viene a ser el fusil de la actualidad. La diferencia está en que entonces fueron los españoles los primeros que usaron masivamente armas de fuego en unidades militares y de ahí la aureola de terrible eficacia e invencibilidad que les acompañó por Europa durante más de 100 años. El arcabucero sustituyó a las ballestas y a finales del XVI, se vio completado por los mosquetes, armas de mayor peso, calibre y longitud con los que se conseguía mayor alcance y precisión. Ambos fueron sustituidos a principios del XVIII por el fusil de pedernal. En Villena parece ser que fue el arma más usada, ya que se le menciona en multitud de ocasiones.
Se vestía a la antigua y su armamento se completaba con espada y daga. Por supuesto, el arcabucero militar acabó siendo festero, pero lo más destacable es que los festeros asumieron, además de sus armas, las funciones que les eran propias a los militares: acompañamiento de la Virgen, despedida, etc.
Ballesteros y Rodeleros. El ballestero desapareció a finales del XVI-XVII, ya que su arma, la ballesta, quedó obsoleta. El rodelero era la tercera parte que nos faltaba de nuestro tercio, el soldado más bajo y peor pagado, debido a que una espada y escudo había en todas las casas de España de la época. Su función era el combate cuerpo a cuerpo, pero pudo más el arcabuz que el escudo, por lo que fue sustituido por el primero. Ambos vestían a la antigua y completaban su armamento con espada y daga.
h) ATAMBORES. El Atambor es el señor que lleva una caja de madera, uno de los instrumentos musicales de guerra por antonomasia. Este y otros instrumentos cumplían en la antigüedad las mismas funciones que las Transmisiones de los ejércitos actuales: que la orden del jefe sea cumplida al instante, esté donde esté la tropa. En la batalla, con gritos y explosiones a miles, los instrumentos hacían llegar las órdenes por medio de toques musicales, uno de los pocos remedios posibles y disponibles de la época.
Los Atambores están documentados en Villena en diversas actas y como mínimo, habría 1 ó 2, cumpliendo alguno de ellos la función de Atambor General o lo que es lo mismo, el que manda sobre los demás atambores y se supone que más sabe de la materia. Estos debían de saber interpretar los diferentes tipos de toques militares que existían. El capitán ordenaba un toque, el Atambor General lo interpretaba y era seguido por los demás atambores, que estaban distribuidos estratégicamente por todo el cuadro de picas. De esa forma, todo el cuadro se enteraba instantáneamente de la maniobra a realizar. Vestía a la antigua y se armaba con espada y daga.
i) PIFANOS. Éste es otro instrumento militar, y su existencia está documentada, por ejemplo, en la Campaña de las Alpujarras. Entra en liza con la institución militar en 1505 y siempre acompañado, codo con codo, por el atambor. En las compañías militares de los siglos XVI y XVII, figuraban de 2 a 4 pífanos pero en Villena, sopeso que no habría más de un pífano, y eso suponiendo que en tiempo de paz lo hubiese. Desapareció de lo militar en 1828. El villenense vestía a la antigua y su armamento era la espada y daga.
4. FINAL
El Alarde de Villena era exactamente igual al que se hacía en el resto del imperio, la forma de hacerlo estaba reglamentado y se ejercía sobre todo tipo de tropas, se llamasen como se llamasen.
Y usted se preguntará: ¿cuál era el valor militar real de aquellas milicias villenenses? Cuando Santa Bárbara tronó en el XV, XVI y XVII, parece ser que respondieron bastante bien. cuando no hubo peligro bélico, que fue casi siempre, su valor militar no pasaría de mediocre bajo. A título personal, pienso que en el Alarde villenero habría un Capitán, un Alférez, un Sargento o dos en contadísimas ocasiones, uno o dos Atambores, un Pífano, tres o cuatro Cabos de Escuadra y a lo sumo 200 milicianos y si hacía buen día.
La eficacia militar de estas tropas a lo largo del XVII, cayó sobremanera. Veamos lo que se dice en Córdoba el 28 de junio de 1665: «Al frente, la Compañía de los Reales Alcázares de hasta 400 soldados, picas, arcabuces y mosquetes», «bizarra seguridad y defensa en siglos menos religiosos; YA SOLO ADORNO, POMPA Y APARATO». Si en toda una Córdoba del XVII se dice eso de una bizarra compañía, ¿qué no sería la Compañía de Villena? Pues un teatro mitad folclórico mitad militar, con aspiraciones a ser soldadesca festera. Sospecho que poco después pasaron a ser festeros, o lo que es lo mismo, al perder sus funciones militares, ésas que le eran propias, tras un período de transición se amoldarían a su nueva condición de representación festera, es decir, que pasan a ser Comparsas de Moros y Cristianos.
Visto lo que es el Alarde, al año que viene estudiaremos la segunda parte de este trabajo: concursos de tiro, Ministerios de Guerra, juegos militares y sobre todo, el entrenamiento y orden táctico al que se sometían los milicianos villenenses.
Sobre Villena y en progresión geométrica, cada vez se va escribiendo más en todos los órdenes. En este caso y en años venideros, nos iremos centrando en esa parte tan desconocida de nuestra historia, como es la histórico-castrense y que quizás nos ayude a esclarecer nuestro pasado, para que podamos comprender el presente.
Extraído de la Revista Villena de 1997
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