22 jun 2025

1976 LA COMPARSA DE LABRADORES

La comparsa de labradores.
Por Alfredo Rojas.
Cronista de la Junta Central de Fiestas de Moros y Cristianos de Villena.
Cierto día, a finales de abril de 1926, Pedro Galipienzo, más conocido en Villena por «Perico Caratorta», sentado ante una mesa en el bar que tuvo en Villena otro célebre Pedro, «Perico el Cafetero», en la plaza de las Malvas, vio entrar a un familiar suyo, Joaquín Oliva Ruescas.
— Pariente — dijo Perico, después de llamar a Oliva a su lado — h'estao en Alcoy, en las Fiestas. Y he visto una Comparsa de lo más bonico que te puedes figurar. Si m'ayudas, apuntamos a unos cuantos y la sacamos en Villena.
Un conjunto de Labradores con su atuendo tradicional
Se extendió después Perico en los detalles del atuendo de la Comparsa alcoyana; dio finalmente Oliva su aprobación a la idea, y ambos, allí en el mismo bar, iniciaron la tarea de efectuar las primeras altas. Este fue el inicio de la Comparsa de Labradores, en nuestra ciudad, hace de ello ahora cincuenta años.
Se ha dicho, algunas veces, y por más de una más o menos autorizada opinión, que los Labradores y su atuendo no están dentro de los cánones a los que debe ajustarse una Fiesta que conmemora la Reconquista, afirmación que resulta demasiado aventurada. El campesino villenense, para empezar a justificar nuestra disconformidad con aquella opinión, no puede ser extraño a una Fiesta que realiza la Ciudad, ni siquiera hoy en que una evidente industrialización parece disminuir su presencia en el amplio abanico de actividades locales. Es verdad, sin embargo, que las prendas que exhibe el componente de la Comparsa en cuestión, están fuera de la época que se conmemora. Pero los atuendos que vemos hoy en la Fiesta actual, fruto la mayor parte de ellos del siglo XIX, no encajan tampoco, en su mayor parte, en un riguroso criterio histórico. Cristianos y moros hay en la Fiesta, a los que nadie discute, que son, desde el calzado, hasta el cigarro puro, fantásticos y artificiales.
La Fiesta es algo más que una conmemoración histórico-religiosa. Mejor dicho, es bastante más. La Fiesta es el entronque de la historia y la fe con el espíritu ciudadano. Y si aquéllas — la fe, la historia — la crean y la motivan, éste la complementa, la enriquece y la singulariza entre otras similares. El alma popular pone más de irrazonada intuición y de sentimientos, que de ortodoxas sutilezas. Y debe importarnos más, casi siempre, la autenticidad de los impulsos populares, acordes por lo general con la personalidad ciudadana, que la falta de correctas y frías razones que correspondan a reglamentadas teorías.
La tertulia del «Huerto de la Pona» de la que salieron varios fundadores y protectores de la Comparsa. Arriba, de izquierda a derecha, Manuel Estevan, Antonio Maestre, Emilio Llácer, José Martínez y Manuel Estevan. Bajo, de izquierda a derecha, Juan Martínez, Enrique Reig, Eleuterio López, Francisco Ferriz, «el Romo», Pedro Cerdán, Antonio Rueda y José Hernández, «el chato el del Huerto». Los niños son José y Francisco Maestre.
Pero volvamos a los Labradores, a la Comparsa de Labradores villenenses que cumple, en 1976, el cincuentenario de su fundación. Y hagamos un resumen de lo que ha sido, hasta llegar a hoy, en la Fiesta de Moros y Cristianos villenense.
No sabemos si antes de 1926 ha existido alguna vez otra Comparsa de Labradores en nuestra Ciudad. No podemos recoger leves indicios si no poseen el suficiente rigor histórico. Ciñámonos, pues, a la que es hoy pujante asociación festera, que se inició como antes hemos dicho y que tuvo su desarrollo, cerrado el bar a que hemos aludido, en otro bar, que se encontraba en la plaza del Rollo, en la acera que se prolonga sin solución de continuidad formando después la calle de San Benito, bar que regentaba alguien apodado «el Santero» y que años después pasó a ser «bar Picola». Allí, y en una célebre tertulia que se reunía en el huerto «de la Pona», que abría sus puertas a la misma plaza del Rollo, entre los dos primeros tramos del lavadero público, justamente frente al bar, se reclutaron los demás componentes de los fundadores de la comparsa.
Consecuencia de aquellas gestiones iniciales, con toda certeza acompañadas, en unos y otros lugares de los citados, por frecuentes libaciones del vino de la tierra, fue la salida a la calle, el cinco de septiembre del año citado, con el sonoro acompañamiento de la banda de música de Onil, de un grupo que se nos dice contaba con unos treinta hombres. Nos dan nombres y apelativos de aquellos fundadores sin que hayamos podido encontrar, pese a nuestras pesquisas, testimonios fehacientes que posean mayor seguridad; ya que, o no se extendieron documentos correspondientes a la fundación, o se han perdido. No hemos querido modificar las curiosas denominaciones de algunos de ellos y he aquí el grupo según tradición oral:
Pedro Galipienzo, muy conocido en Villena como «Perico Caratorta»; Joaquín Oliva Ruescas; José Hernández; Francisco Flor «el Capitanillo»; Antonio Maestre; Pedro «el Correchero»; Ángel «el Cuadrao»; Fernando Lara; Juan «el Majo»; «Alonsón»; Miguel Flor; Félix Domenech «Denia»; Miguel «el del Molino»; Ramón Torres; Paco «Segundo»; Emilio Llácer; Tomás Navarro Milán «el de la Gata»; Ginés Tomás Rubio «Espinosa»; Pascual Reig «Raspajo»; José Sánchez «el Gallo»; Juan y Fulgencio Martínez «los Dieguitos»; José López «Panchana»; Tirso Molina; Francisco Hurtado «Chaquetica» y Juan «el Santero», el precitado dueño del bar de la plaza del Rollo.
«Santera» fue también, por cierto, la bordadora de la primera bandera bajo la que se agruparon los bisoños festeros. Ángeles «la Santera», hermana del dueño del bar, villenense asimismo, fue quien la confeccionó. Parece ser que los primeros Labradores eran todos de similar condición, bastante humilde por cierto en su mayoría, y que formaban un grupo compacto, muy unido. Las semanas anteriores a la Fiesta ensayaron sus desfiles en la era «del Lancero», ensayos que, al parecer, tenían la simbólica presidencia, cada uno de ellos, de una cántara de vino, que llegaba por un misterioso y poco legal conducto de una bodega cercana. Una gran carroza fue confeccionada para acompañar a los nuevos festeros, y fueron alquilados los trajes en Alcoy y Muro. La aparición de la Comparsa fue un verdadero éxito, y pasadas las Fiestas ya se hizo típica «gaspachá» en Las Virtudes, costumbre que no se ha abandonado hasta ahora.
En el centro de la fotografía, «Panchana» y José Navarro, 
a principios de la década del sesenta. 
Esta primera «gaspachá», al término de los días de Fiesta, parece que fue sonada. El vino hizo de las suyas y, como consecuencia, hubo ciertos desaguisados, discusiones, actitudes poco razonables y Pedro Galipienzo, que había fundado la Comparsa meses antes, salió de ella para no volver más, volviendo a su condición, que databa de muchos años, de componente de la Comparsa de Moros Nuevos.
Paralelamente a la formación de la Comparsa se había creado como es obligado, la Junta Directiva. El primer presidente fue Pascual Reig «Raspajo», y el cabo, en el primer año, Pedro Galipienzo. Secretario era Tomás Navarro, y Emilio Llácer el tesorero. Les secundaban como vocales Antonio Maestre, José Hernández, Miguel Flor y Ramón Torres, todo ello según testimonios orales y como tales imprecisos, que hemos recogido.
La experiencia festera del primer año fue satisfactoria. Para el año siguiente se hicieron los trajes completos en Villena, salvo la manta de lana, que se compró en Valencia, por dieciocho pesetas. Pascual Reig cedió la presidencia, en 1927, a José Hernández «el Ruso», y cabo pasó a serlo, tras la baja de Galipienzo, José López «Panchana», al cual sustituía y secundaba José García Hernández «Rampeta», que sólo formó parte de la Comparsa hasta 1935, pues moriría en el transcurso de la guerra civil. Precisamente un hijo suyo, Alfonso García Navarro, valioso y entusiasta festero, es hoy cabo también en la Comparsa de Realistas.
Damos unas cifras sobre diversas circunstancias de la Comparsa antes de 1936, año por tantos motivos frontera en nuestro país, ya que divide fundamentalmente muchos aspectos, entre los cuales figura igualmente el festero. Dos socios figuran como cobradores durante estos años, en que debieron turnarse o suceder uno a otro: Morica y Tomás Navarro. Su premio de cobranza anual era de diez pesetas. El capitán y el alférez percibían una ayuda de cien y cincuenta pesetas, respectivamente, para paliar los gastos que entonces estaban obligados a realizar invitando a la Comparsa y a la banda de música. «Rampeta» pasa una factura, en 1929, por 8505 pesetas, por hacer la carroza; la cual era arrastrada, en aquellos años, por dos vacas, que costaban de ocho a diez pesetas. Unas botellas de anís, que se compraban en el bar de «Picola», valían ocho pesetas cada una: la comida en la Virgen, no sabemos para cuantos miembros de la Comparsa, costó, según años, entre 125 y 165 pesetas. Las misas que tradicionalmente se decían en ese día, a los pies de la Patrona, llevaban consigo un donativo que subió desde 2’50 a 4 pesetas. Y en julio de 1930 hay una salida, que conocemos, de 2'85, que engloba un libro de actas, tinta y papel. Todos estos y otros muchos gastos tenían la contrapartida de las cuotas de los socios y la subvención municipal, que rondaba las 600 pesetas en aquellos años. Unas cifras resumen el 30 de septiembre de 1935 eran de 99 pesetas de remanente, como sobrante de la Fiesta recién celebrada, a las que se unían 66 pesetas de cuotas recaudadas, seguramente después de la celebración.
Interrumpida la Fiesta en 1936, se reanuda en 1939. La bandera ha estado en casa de «Rampeta», que desde el frente recomienda a su esposa que ni esta reliquia de la Comparsa ni un cuadro de la Virgen de las Virtudes, los toque nadie, «o se verá las caras conmigo». La Comparsa vuelven a formarla unos 25 ó 30 Labradores o «Maseros», como se les denomina en los pueblos de habla valenciana. Es una de las más representativas, simbólica y efectivamente, del campesinado local; tal vez la que mayor número posee hoy de componentes que desarrollan esta actividad. Creemos que tras ella van, en este aspecto, Cristianos y Marruecos. Villena es fundamentalmente campesina, y lo que al agro atañe posee en nuestra Ciudad una fuerza todavía indiscutible, que pesa y conforma no poco la mentalidad, los usos y las costumbres de sus moradores.
En 1939, Pepe Hernández «el Ruso» continúa ejerciendo las funciones de presidente. La muerte de José García, sin embargo, hace que quede como único cabo José López Hernández, el renombrado «Panchana», cabo titular desde 1927. Junto a él, en esta segunda etapa, actúa en este cometido, ocasional o secundariamente, Antonio Poveda, que encabezó después la «escuadra de las palas», llamada así porque sus componentes enarbolaban una pala de madera. Seguirán como cabos después de Antonio Poveda, Romualdo Juan Molina y Francisco Maestre Bravo, dentro de su condición de interinidad, pues el cabo oficial era «Panchana». Últimamente otros cabos son Asensio Navarro, el cabo de «los Verdes» y José Iñiguez. Estos dos últimos son hoy, con Romualdo Juan, primer cabo de los Labradores, los tres cabos de la Comparsa.
Durante muchos años destaca por su ingenio, puesto de manifiesto en las carrozas, en la creación y en el «atrezzo» de las escuadras, Francisco Maestre Bravo, «orejicas», verdadero comodín en la Comparsa, uno de los más genuinos representantes de esa inventiva que siempre sorprende a los espectadores de la Fiesta y que es casi privativa de los Labradores. En este aspecto ha sido uno de los hombres más fecundos de la agrupación.
No es menos merecedora de destacar, en parecido aspecto, la labor de otro masero ejemplar, Diego Bravo. Todos los años confecciona una pequeña carroza, del más puro sabor campesino, donde va con su mujer, Rafaela Ferrándiz, y sus dos hijos. Vestida toda la familia con el traje de la Comparsa, o el atuendo típico «villenero», es ya tradicional su participación en la Fiesta y en muchos otros actos con ella relacionados.
El progresivo incremento de la Fiesta en nuestra ciudad, y el del número de sus participantes, es evidente también en los Maseros, nombre que nunca ha decaído para designar a la Comparsa y aún creemos que se ha prodigado más que el oficial de Labradores a pesar de nuestra habla castellana. La Comparsa conserva siempre su sello tradicional. Durante muchos años es constante la pequeña fiesta nocturna en casa del capitán o del alférez, que se complementa con un baile público, sin limitar a que los asistentes tengan o no la condición de miembros de la Comparsa, y todos los cuales bailan y hasta comen y beben gratis, ocupando la calle. Y aun se hace hoy así, si bien ya bastantes años se lleva la Fiesta al domicilio de la Comparsa. Buena prueba del tinte oficial que siempre ha dado ésta a tales reuniones nocturnas, lo constituye el hecho de que las amenizaban algunos músicos de la banda de turno, que, por tal razón, eran dispensados de asistir a la diana del día siguiente.
En 1941 hace su aparición en las tareas directivas de la Comparsa uno de los hombres más decisivos en la historia de los Labradores, y no poco importante también en todo lo que concierne a la Fiesta villenense durante los últimos veinticinco años. Nos referimos a José Navarro Pérez, «Querrecle», a quien ningún festero villenense desconoce. En este año, Pepe Hernández le nombra secretario, y pasa a ser el «alter ego» del presidente. Este ocupará el cargo hasta 1949; su avanzada edad le hace cederlo en tal año al popular «Panchana», que seguirá auxiliándose de Navarro hasta 1963 en que, oficialmente, ya será nombrado presidente José Navarro, después de veintidós años de secretario y de ser el «factotum» de la Comparsa.
Un dato para los que siguen pacientemente los avatares económicos es que, en 1944, la banda de música de Caudete viene a acompañar a los Labradores el día 5, por un costo de 400 pesetas. A este gasto hay que añadir 200 pesetas por los gastos de viaje; y un curioso aditamento de 33'40 por el contrato. Seguramente esta última cifra comprendió los gastos de desplazamiento a Caudete para ajustar la participación de la banda en los festejos.
Por los años en que Panchana preside hay una notable variación en el atuendo. Digamos antes que éste, desde los primeros años, consiste en un chaleco de cretona que pasaría posteriormente a ser de pana, negro, con bordados, debajo del cual hay una camisa blanca. La faja es encarnada, y los pantalones son unos zaragüelles blancos afollados en pliegues, cuidadosamente almidonados, que quedan a media pierna para dejar ver unas medias blancas de punto, cubriendo el pie unas alpargatas con cintas verdes. A todo ello se añade una manta de lana, de vivos colores, rematada en la parte trasera con madroños; una curiosa montera que al lado izquierdo lleva una fotografía de la Virgen de las Virtudes, de la que emergen unas espigas y alguna flor, montera colocada sobre un pañuelo de seda o raso de vistosos colores, que cubre la cabeza. Y, como inseparable aditamento, la horca y el garrote. Es curioso consignar que antes se llevaban ambas cosas, y las dos en el brazo izquierdo; empuñada aquélla y apoyada en el hombro, y colgando aquél del mismo antebrazo. Hoy ha venido a reducirse la utilización de ambos símbolos a que la horca sea para los actos más importantes, quedando el garrote para las actuaciones secundarias.
Este traje tenía el inconveniente de los pantalones. Ni son gallardos ni viriles; y la prestancia que les prestaba al almidón pasaba pronto. A las pocas horas de uso, los zaragüelles presentaban ya un lamentable aspecto. Digamos también algo que pasa inadvertido a muchos y que obra de manera importante en las modificaciones del atuendo festero villenense. Los zaragüelles a que nos referimos no son lo más apropiado para bailar con ellos; y todos sabemos que muchos festeros locales complementan el festejo con la asistencia a los bailes nocturnos, que para algunos pasan a ser primordiales, quedando el festejo en segundo término. Estas y algunas otras razones llevaron a sustituir los zaragüelles por un ajustado pantalón de panilla negra, modificación a la que nos referimos, con cordón y borlas de seda verde. Justo es decir que en los últimos años ha renacido el pantalón huertano, y hoy coexisten en la Comparsa ambas variantes.
Una escuadra infantil de los Labradores 
Los primeros años cincuenta ven el cambio de bandera. Los Labradores han sido fieles a aquélla que en 1926 bordó «la Santera», tantas veces jugada por Miguel «el del Molino» a través de muchos años y que guardó durante la guerra, por encargo de su esposo, la mujer de José García Hernández. Pero ya es necesaria otra y las huestes de Panchana la encargan esta vez a Casa Perís, de Valencia, inaugurándola solemnemente y actuando como madrina Maruja López. Nuevamente se sustituirá la bandera en 1957, amadrinada por Anita Orgiler; y por último, el año del cincuentenario, este de 1976 en que nos encontramos, verá la cuarta bandera en la historia de la Comparsa.
Cuatro han sido también los presidentes hasta 1975. Porque aclamado como tal Pepe Navarro, no sólo en la primera elección, sino en las sucesivas en que reglamentariamente tenía que elegirse otro, Navarro conduce el timón de la Comparsa infatigablemente, propiciando y atendiendo al espectacular desarrollo de los Labradores durante los diez últimos años, trabajando sin descanso. Y aún le quedan fuerzas para ser fundador de la Junta Central, primer tesorero de ella, vicepresidente de la misma después y uno de los más decisivos hombres en las sucesivas Juntas Centrales que se suceden desde que se instaura este organismo central festero en 1970. Tareas que le llevarán a un merecido descanso en 1975, interregno que sabemos no ha de tener para él más valor que el de una pausa.
Dos años después de tomar la presidencia Navarro, muere «Panchana», en enero de 1965. Su nombre queda en el recuerdo de todos y en el título de un pasodoble, que es el oficial de la Comparsa y que compone para ella en 1962 el maestro Carrascosa, director de la banda municipal de Villena. «Panchana y sus maseros» se llama la composición.
Pepe «el Ruso» morirá mucho después, apartado ya de la vida festera activa, pero no de la interior de la Comparsa. Con otros viejos y relevantes festeros de diversas Comparsas villenenses recibió un homenaje en 1972, organizado por la Junta Central en el Ecuador festero del citado año. Moría a los pocos meses.
A mediados de la década de los años 50 se crea la Ofrenda, una de las más felices ideas de la entonces Comisión municipal de Fiestas. Parte importante del nuevo acto es la Comparsa de Labradores, que durante varios años después, con su decisiva participación, mantiene encendido el fuego de este acto, poco atendido por la mayoría de la Comparsa. Los Labradores llevan a él los frutos del campo, los grandes panes, las sabrosas paellas que irán después al Asilo de Ancianos; y no es aventurado creer que su ejemplo, y el éxito que alcanzaban las ofrendas personales y de grupo, fueron un decisivo acicate para otras Comparsas, remisas en principio a participar activamente.
Una de las más importantes participaciones a la Ofrenda va a constituirla, después, la de un grupo determinado de los Labradores: los «Verdes». Bajo este nombre se conoce a una facción de jóvenes que en 1965 salen a la Fiesta, dentro de la Comparsa de Labradores, con un talante singular, formando un homogéneo conjunto que añade vitalidad a la Comparsa. Eterno animador de la escuadra, cabo y jefe indiscutible de los Verdes es Asensio Navarro Hernández, uno de los mejores cabos de la Fiesta villenense.
La Escuadra, compuesta en 1965 por 16 hombres, cuando la Comparsa constituye por esos años un conjunto de unos 60 festeros, ha llegado a tener hasta cuarenta y cinco componentes, y se distingue en seguida, entre otros factores, por una permanente obsesión por la Ofrenda. En la memoria de todos los villenenses están los diferentes conjuntos que ha realizado este grupo de festeros, destacadísimos aún en una Comparsa que siempre ha brillado en este acto. Y repetimos. que la dedicación de los Labradores a dar brillantez a la Ofrenda, y la especialísima actuación en ella de los Verdes, han sido decisivos factores para que otras Comparsas redoblaran su participación en ella, y se haya alcanzado hoy la brillantez que todos alabamos.
El traje que distingue a esta Escuadra es casi monocolor, y de su tonalidad deriva el nombre con que se la distingue. Llevan un gorro de lana en forma de casquete, con un cordón rematado por una borla; camisa blanca con pechera rizada; chaqueta ajustada, de panilla verde; faja estrecha encarnada, rematada con un dibujo que representa el escudo de la Ciudad; pantalón verde, de panilla; medias de punto y alpargatas igualmente verdes. Enarbolan una gran espiga de madera labrada.
No es éste el único grupo existente en la Comparsa. Es natural que en una agrupación que cuenta hoy con más de doscientos festeros activos y un centenar de protectores, haya grupos de amigos o festeros unidos por identidades de edad, hábitos, etc. Es popular entre ellos la Escuadra de Segadores, que volvió hace años a resucitar el pantalón blanco; y la de Sardineros o Escuadra de las Sardinas, llamada así porque hace años crearon para la Fiesta una carroza que figuraba una barraca, cuyo techo estaba formado por sardinas de cuba. Estos grupos, y algún otro, con los Verdes, son también fecundos animadores de la Cabalgata, dentro de ese tinte que se pretende dar a nuestro espectacular desfile nocturno, de convertirlo en una manifestación localista a la par de festera.
Una de las espectaculares ofrendas de los «Verdes». 
Sería inacabable este trabajo si quisiéramos dar cabida en él a incontables aspectos de la Comparsa y a sus hombres más representativos. Citemos sólo entre estos a Francisco Reved, incansable constructor y animador de carrozas donde se satiriza siempre la actualidad, y al único fundador que queda en activo, Francisco Flor «Capitanillo», que hasta 1974 ha salido en la carroza, pero cuya edad y estado físico se lo impiden hoy. La Comparsa realizó un homenaje a este único fundador existente en activo, durante el año 1966.
Desde 1960 contaron los Labradores con un local donde reunirse y tener una modesta secretaría. El domicilio de la entidad formaba esquina entre las calles del General Mola, donde recaía el bar de la Comparsa, y la calle de los Postigos, a la cual habría su puerta la secretaría. Esta última calle, prácticamente aislada, permitía adornarla durante los días de Fiesta y establecer allí una callejera verbena, e incluso, cuando la ocasión lo requería, situar mesas y hacer allí almuerzos y actos interiores en los que intervenía prácticamente toda la Comparsa, y los cuales era imposible celebrar en la reducida sala de la que podía disponerse. Pero los Labradores no se han detenido allí. Alquilaron una bodega en la calle de Sancho Medina y, después de una cuidadosa transformación, inauguraron en ella, el 4 de septiembre de 1974 el «Mesón del Labrador», que sirve hoy para albergar su secretaría, para celebrar sus reuniones e incluso para servir de hotel a la banda de música durante las Fiestas de Septiembre.
Tras la salida de Pepe Navarro como presidente, el hombre más decisivo que ha tenido la Comparsa desde su fundación, que ha estado 34 años desarrollando una importantísima labor en ella, y al que se debe buena parte de los aspectos positivos que hoy reúne, una nueva directiva se apresta a celebrar el cincuentenario de los Labradores y a mantener el esplendor a que ha llegado la Comparsa. A los hombres como Pascual Ribera, Fulgencio Muñoz, Antonio Hernández, Joaquín Cabanes, José Gandía, José Hernández Hernández, importantes en la historia de la Comparsa, y que citamos con el temor de dejar de hacerlo con otros muchos que han sido claves en el desarrollo de la agrupación, han sucedido hoy otros, que, aunque presentes siempre en la compleja vida interior de la Comparsa, constituyen hoy la cabeza visible de ella. Citamos a la actual directiva, compuesta por Remigio Flor López, muchos años auxiliar importante de Navarro, que ocupa la presidencia; Ramón Navalón Martínez, vicepresidente; José García García, secretario, auxiliado por José Martínez García en las funciones de vicesecretario; y Agustín García Martínez como tesorero. Les secundan como vocales Joaquín Sarrió García, Eugenio Rubio Sánchez, Manuel Catalán Amorós, Francisco Miró Soria, Antonio Cerdán Gandía, José Martínez Carrión, José García Pérez y Antonio Ruescas Mataix. Se une a ellos, como delegado de la Comparsa en la Junta Central, en la cual desempeña actualmente las funciones de tesorero, Eustaquio Gabanes Hernández.
Es este tal vez desordenado conjunto de datos y nombres lo que hemos recogido y seleccionado para su publicación en la revista VILLENA. Su recogida, de fuentes orales por falta de documentación, no ha sido fácil, ni posee todo el rigor histórico que hubiéramos deseado. Pero hemos creído necesaria esta labor de acopio y fijación de datos para que muchos de ellos no se pierdan definitivamente y, a la vez, como homenaje a esta ejemplar Comparsa en tan singular ocasión. Se cumplen ahora cincuenta años desde que los primeros Labradores salieron a la Corredera para honrar a Villena y testimoniar su devoción a la Patrona de la Ciudad. Y otra vez, con el júbilo de la llegada a este importante aniversario, llegarán los Labradores a cumplir su importante cometido; otra vez brillará en la Cabalgata su personal e inigualable participación; otra vez sus rasgos de ingenio, sus típicas carrozas, sus farolillos procesionales, su entusiasta Ofrenda, su tipismo, su villenerismo, el sello inconfundible de su forma personal de hacer, brillarán en la Fiesta. Ojalá, sucediéndose sin pausa, pasando de unos a otros el relevo, pervivan muchos años al servicio de las más puras y acendradas tradiciones villenenses.
Extraído de la Revista Villena de 1976 

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