La ermita de San Bartolomé es, de las cinco que todavía quedan en pie en Villena, la que más alejada se encuentra del núcleo urbano. Como la mayoría, ha tenido sus altibajos a lo largo de sus muchos años de existencia y hubo incluso momentos en que corrió el riesgo de desaparecer. Por fortuna, primero la familia de Miguel López Senabre y Patrocinio Pérez Marsá, sus descendientes y más tarde el gremio de carniceros se encargaron de que tal infortunio no se produjera y siga con nosotros.
En ese 1991 que no nos parece tan lejano pero que empieza a serlo, la fisonomía de los alrededores de la ermita era muy distinta a la actual y si hoy presumimos del paraje que la rodea es gracias a acciones como la que se realizó entonces, con esa repoblación de árboles que hoy permite, treinta y cuatro años después, que la vegetación sea uno de los activos más importantes de ese atractivo rincón presente en nuestro término municipal.
Texto: Francisco Javier Rodenas Micó - Foto Pedro Hdez. Hdez.
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