ALFREDO, PROFETA. Por Antonio Sempere
Lo que más me impresionó siempre de Alfredo Rojas Navarro fue su facilidad para ejercer de profeta en su tierra. Tan fácil llevó a cabo el maridaje con su pueblo, que viéndole, escuchándole, observando con detalle cómo le quiso Villena en cada uno de sus rincones, en cada una de sus asociaciones y en cada una de sus esquinas, diríase que este modo de proceder y de obrar por parte de un colectivo hacia uno de sus semejantes es el más natural del mundo, cuando esta conquista, me atrevo a decir, es una de las más grandes, sino la más, a la que un ser humano puede llegar. Ser querido, respestado y solicitado por sus semejantes. ¿A qué más se puede aspirar? Motivos no faltaron, obviamente, para que este precioso maridaje llegase a buen puerto. Y es que Alfredo era mucho Alfredo, y cuando tanta energía y talento como los que él atesoraba se pusieran al servicio de una causa tan noble como la de servir a una ciudad, a todos los estamentos de una ciudad, sin distingos de clases ni ideologías, pasó lo que pasó. Y se le quiso, de qué manera se le quiso.
Recuerdo las aleccionadoras conversaciones con Alfredo en mis sesenta visitas con motivo de la compaginación de los sesenta números del boletín “Día 4 que fuera” de los que fui responsable. Nunca iba con prisas, más bien al contrario, me agradaba pasar por la imprenta del Paseo en un horario que me permitiese la charla sosegada sentado en la mesa de Alfredo, conversación que a veces tenía lugar a tres bandas cuando, desde su puesto de trabajo, Vicente Rodes decidía terciar en ella.
Recuerdo las aleccionadoras conversaciones con Alfredo en aquellas visitas, y no me resisto a contar un sucedido, como a él le gustaba llamar a las anécdotas que le habían ocurrido en la población. Una de las tantas veces en las que una asociación le llamó para contar con sus servicios, el representante de la misma le pidió un artículo, con las siguientes palabras: “Alfredo, tú que te lo ves hecho, envíame un folio con lo que sea”. A lo que Alfredo Rojas le contestó: “Hombre, el que te lo ves hecho eres tú. Yo tendré que escribirlo, ¿no?”. Ay, Alfredo, que ya nada será lo mismo sin ti.
Día 4 que fuera 2005
Antonio Sempere.
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