24 jun 2021

CONSTUMBRES ESPAÑOLAS MOROS Y CRISTIANOS - REVISTA GRÁFICA ESTAMPA MADRID 1928

CONSTUMBRES ESPAÑOLAS MOROS Y CRISTIANOS - ESTAMPA
La ciudad, protegida por viejo castillo señorial de esbelta silueta, se desparrama a lo largo del cerro de San Cristóbal hasta sepultarse en la fértil vega que cruza el Vinalopó.
DURANTE CINCO DÍAS…
Moros y Cristianos…! Hemos estado en Villena. Durante cinco días, Villena, la ciudad que, protegida por el viejo castillo señorial de esbelta silueta, se desparrama a lo largo del cerro de San Cristóbal hasta sepultarse en la fértil vega que cruza el Vinalopó, rememora el drama trágico de nuestra epopeya nacional. Villena, en los días de la Reconquista, fue teatro de grandes hazañas. Villena las evoca rituálicamente todos los años durante cinco días, saturándolas de fuerte ambiente popular, perfumándolas con el ingenuo afán de acumular escenas y comparsas para dar mayor brillantez a la evocación, sin tener en cuenta los anacronismos que comete.
"Moros y Cristianos" es la fiesta típica de gran número de pueblos de la provincia de Alicante: Alcoy, Onteniente, Biar, Jijona, Castalla, Sax, Callosa de Ensarriá… por no citar más que algunos nombres, conceden gran importancia a la anual representación de este drama que, salvando los límites regionales, llega hasta algunos pueblos de Catilla y de Galicia.
Pero, celébrense donde se celebren, el verdadero escenario de "Moros y Cristianos" es indudablemente la región alicantina. Y, dentro de esta región, los "Moros y Cristianos", de Villena, tienen su fisonomía especial.
Durante cinco días, Villena vive en plena agitación. En todas las plazas y en todos los paseos, con maderas y grandes toneles, se han improvisado unos rústicos tablados. Y a todas horas, las numerosas bandas de música - este año catorce - ejecutan conciertos y más conciertos. Y cuando terminan los conciertos, comienzan los interminables pasacalles…
Durante cinco días, las casas, los casinos, las calles están repletas de abigarrada multitud, en la que se entremezclan continuamente los trajes de los paisanos, con los uniformes de los músicos, con los brillantes disfraces de las múltiples comparsas que, sean las que sean, no abandonan jamás sus amedrentadores trabucos.
Durante cinco días, la gente bebe, bebe… Durante cinco días, la ciudad, a fuerza de trabucazos y cohetes, músicas y campanas, vive en plena zarabanda infernal. Pero esos cinco días no son más la síntesis de todo un año de preocupaciones. Todo un año y todo un pueblo preparando las comparsas, pensando en las carrozas, eligiendo sus capitanes, sus abanderados, sus cabos de gastadores, las embajadas…
Desde el cuatro de septiembre, víspera de la fiesta, ya nadie vive tranquilamente en Villena. Es la llegada de las bandas, de las comparsas. Es la obligada visita al capitán. Es el típico pasacalle. Es la traca en la Torre de Santiago. Es el estruendo de las músicas saludando, en el Ayuntamiento, a la bandera de la ciudad.
Son los primeros trabucazos, grandes, enormes, verdaderos cañonazos… ¡Han comenzado las fiestas…! ¡La gente se prepara para el desfile…!
 El gallardo abanderado de la comparsa de "Americanos"
COMIENZA EL DRAMA
La fiesta de "Moros y Cristianos" puede considerarse, en realidad, como un verdadero drama. Un drama en tres actos y varios cuadros. El primer acto, es el desfile de las comparsas. Es la famosa entrada. Es la presentación de los personajes.
El primer día, a las cuatro de la tarde, se reúnen las comparsas en las afueras de la ciudad, en "La Losilla". Hasta que se organiza el desfile, todo son voces, barullo, ir y venir de moros, caballerías, ganado… Parece un zoco en día de gran animación.
La cabalgata, al fin, se pone en marcha. Va delante la comparsa de "Moros Viejos", armados de sendos pucos y azadones, con sus enormes turbantes de enhiesta pluma y sus barbas descomunales. Van en dos filas. Las precede el cabo.
Marchan solemnes, graves, a los acordes de una marcha no menos grave y solemne… Les siguen moros a caballo, moritos, el cornetín, el abanderado, el capitán, el embajador, la carroza… La carroza con sus espléndidas odaliscas, una majestuosa sultana, un esclavo, un pebetero, un surtidor, flores, sedas, perfumes…
Va delante la comparsa de los "Moros Viejos", armados de sendos picos y zadaones, con enormes turbantes de enhiesta pluma y con sus barbas descomunales. Van en dos filas. Marchan solemnes, graves, a los acordes de una charanga.
Desfila después la comparsa de "Moros Nuevos" con sus vistosos trajes de chillones colores, precedidos del cabo que esgrime colosal cimitarra. Con ellos van varios esclavos. Primero, uno, a caballo, haciendo piruetas. Detrás, seis, a pie. Estos esclavos, completamente embadurnados, salvajemente adornados, bailan sin cesar, a los acordes del Jazz que llevan en la carroza, una danza inverosímil. A veces, parecen émulos de Josefina Backer. A veces, verdaderos endemoniados…
Sigue la comparsa del "Bando Marroquí". Va delante una pequeña escuadra a pie, dirigida por el cabo, que maneja un enorme serrucho. Detrás, sobre caballos engualdrapados, los marroquíes con banderas, escoltando la carroza. La carroza es un harén. Un harén con su solemne y ventrudo sultán, con la favorita a sus pies, con un puñado de bellísimas esclavas…
Cierra las comparsas moras el "Tío Chinales". El "Tío Chinales" sale todos los años. Va siempre solo. Marcha rígido. Ha prometido no reír mientras dure el desfile. El púbico le aplaude, le ofrece bebida, le dice cosas… El "Tío Chinales" se quita automáticamente el fez, saluda ceremoniosamente, sin que se advierta en su cara contracción alguna, y prosigue su marcha tieso, grave, imperturbable…
Estos esclavos completamente embadurnados, bailan sin cesar una danza inverosímil. A veces parecen émulos de Josefina Backer. A veces verdaderos endemoniados.
Comienza el desfile de las comparsas cristianas. Primero, la de "Estudiantes". Son estudiantes de tuna. Le preceden cuatro heraldos a caballo. Después los veinticuatro, a pie, en dos filas, armados de grandes plumas y lapiceros; dirigidos por el cabo, infatigable en su afán de hacer piruetas. Unos heraldos, vestidos con dalmática, anuncian con sus trompetas la llegada de la carroza estudiantil. La carroza representa el "Templo de la Sabiduría". Allí está Minerva. Allí están todas las ciencias y todas las artes divinamente simbolizadas por lindísimas señoritas.
Vienen después los "Marineros", de pantalón blanco y guerrera azul, armados de grandes remos, escoltando una magnífica carabela que tripulan espléndidas muchachas. Sigue la comparsa de "Andaluces y Calabreses", es decir, de "Contrabandistas". Los hay a pie, con su trabuco, manta de vivos colores y sombrero calañés, dirigidos por el cabo, que esgrime un enorme navajón. Los hay a caballo. Llevan su capitana. Hay muchachas que montan a la grupa, guardando las numerosas cajas donde se oculta el contrabando.
Sigue la comparsa del "Bando marroqí", dirigida por un cabo de escuadra, que maneja un enorme serrucho. (Fotos Zapata)
Sale a continuación la comparsa de "Labradores". Visten de huertano valenciano, con zaragüelles, manta de colores, chopeti, pañuelo anudado a la cabeza y montera murciana. Los que van a pie llevan horcas, excepto el cabo, que luce una grandísima hoz. Y, detrás, una serie de carrozas representando barracas y escenas huertanas y un gran número de caballerías con productos de la región.
La comparsa de los "Americanos", con grandes pistolones y soberbios rifles. Todos ellos tienen cierto parecido con los protagonistas de las películas norteamericanas.
Continúa la cabalgata con una magnífica compasa de soldados de los "Tercios de Flandes", con su airoso chambergo, su capa colorada y su reluciente espada. Sigue después la comparsa de los "Americanos", con grandes pistolones y soberbios rifles. Vienen luego los "Romanos", que salen este año por primera vez. Y se termina la cabalgata con el desfile de los "Cristianos", con su capitán, abanderado y embajador.
Con la comparsa de "Moros Nuevos" van varios esclavos. Primero uno a caballo, con anillo en la nariz y grandes aros en las orejas...
Todas las comparsas llevan sus correspondientes músicas, que no cesan de tocar. Los cabos de gastadores van haciendo inverosímiles figuras al compás de la música, dirigiendo las evoluciones de su escuadra. El público, que se agolpa en las aceras y en los balcones, a lo largo de la carrera, aplaude con entusiasmo. De trecho en trecho, sirven a las comparsas grandes botijos llenos de aguardiente, vino, coñac… Y así desde las cuatro de la tarde hasta las ocho de la noche, que llegan al otro extremo de la ciudad, a las "Afueras de San Sebastián". Allí esperan la llegada de la Virgen de las Virtudes. 
Vienen después los "Marineros" de pantalón blanco y guerrera azul, armados de grandes remos, escoltando la magnífica carabela que tripulan preciosas muchachas. (Fotos Zapata)
Ya es de noche. Un cohete anuncia la llegada de la imagen. Las campanas comienzan a repicar. Las músicas entonan la marcha real. Las comparsas todas, allí reunidas y en posesión ya de su correspondiente arcabuz, inician el tiroteo. El ruido es infernal. Centenares de trabucos y arcabuces, cargados hasta la boca, disparan al mismo tiempo. Parece que la tierra se desgarra. En la noche oscura, los fogonazos de los disparos permiten ver el juego de las banderas de las once comparsas que saludan a la Virgen. Y, sin dejar de disparar, las comparsas acompañan a la imagen hasta la Parroquia de Santiago. Los arcabuces forman dos filas. Hay quien lleva dos ayudantes y tres arcabuces para no dejar de disparar un solo momento. El tiroteo es ensordecedor. De cuando en cuando, los cornetines piden más actividad en los disparos. ¡Y así, hasta las once de la noche…!
Unos heraldos, vestidos con dalmática, 
anuncian la llegada de la carroza estudiantil.
El desfile de los cristianos lo inician los "Estudiantes". Los preceden cuatro heraldos a caballo. Después, los veinticuatro en dos filas, armados de grandes plumas y lapiceros.
VENCEN, PRIMERO, LOS MOROS…
El segundo acto de este drama es la toma del castillo por los moros. Pero antes del asalto, en Villena, se celebran dos escenas, dos cuadros. Primero, ante la amenaza de un ataque marroquí, los "Marineros", los "Cristianos" y "Estudiantes" aceptan la ayuda de los demás cristianos, es decir, de los "Romanos", "Tercios de Flandes", "Labradores", etc. Es lo que llaman el "Pacto de la Alianza". Se celebra a las seis de la tarde. Y una hora después, a pesar del pacto, los "Andaluces y Calabreses" se empeñan en pasar contrabando. Los "Marineros" que están alerta, les salen al encuentro en la calle San Sebastián. Quieren apoderarse de las mercancías. Hay lucha. Los contrabandistas prefieren arrojar el contrabando antes de que lo cojan. Tiran muñecas, gorras, dulces, etc. Toda la chiquillería de Villena está allí reunida, y ella, a su vez, sostiene nuevo combate para alcanzar lo que generosamente, todos los años, les arrojan los contrabandistas…
La carroza del "Bando marroquí" es un harén. Un harén con su solemne y ventrudo sultán, la favorita a sus pies y un puñado de bellísimas esclavas. (Fotos Zapata)
En una plaza de la ciudad se ha levantado el tradicional castillo. Ondea el pabellón cristiano. Toda la fortaleza está llena de cristianos. El centinela advierte la presencia de un emisario moro, que entrega una carta. No se hace caso de cartas. Llega entonces el embajador moro. Un vejete que, desde hace muchos años, representa este papel. A duras penas se abre paso entre la multitud que llena la ancha plaza. Se acerca a la fortaleza para pedir a los cristianos que le entreguen el castillo. Y lo piden en verso. Y se enfada. Y amenaza:

¡Pues vive el luciente Febo
que si un momento retardas
en entregar esos fuertes,
antes que sus luces claras
se sepulten presurosas
en las espumosas aguas
del insondable Océano,
he de asaltar esa plaza,
he de arrancar sus almenas,
he de destruir sus casas,
he de incendiar sus palacios,
he de aplanar sus murallas
y he de rociar sus calles
con vuestra sangre villana,
haciendo sea otra Troya
esta tarde aquesta plaza,
pues tan sólo con el Etna
que exhala mi pecho en llamas
sobré incendiaros a todos
reduciendo esta comarca
a cenizas que publiquen
tu desdicha y mi alabanza.
Pero el jefe cristiano, desde el castillo, rechaza toda protección y amenaza. No se arredra. Al contrario. Le replica de este forma:
Anda, ve, dile a tu rey
que hago burla de su aviso,
que desprecio su embajada
y de su poder me rio;
que me suponen muy poco
los Alejandros y Pirros,
los romanos y los persas,
cartagineses y ciros
ni todo el fausto pomposo
del asiático dominio:
que soy español y basta,
y se tiene bien sabido,
desde el uno al otro polo,
que el español siempre ha sido,
entre todas las naciones,
respetado y aun temido.
Llega el embajador moro, Un vejete que, desde hace años, representa este papel. A duras penas se abre paso entre la multitud, que llena la ancha plaza. Se acerca a la fortaleza para pedir a los cristianos que le entreguen el castillo.
El moro se desespera. No puede más. Acaba piéndole estos versos:
Y tú, valiente cristiano,
si mi vista no te mata
en el campo del honor
mediremos las espadas…
Y, naturalmente, como la vista no lo mata, cruzan las espadas. Riñen. Vencen los moros. Asaltan el catillo. Arrojan a los cristianos, que huyen por donde pueden. Y entre la algarabía del pueblo, que toma parte activa en estas ceremonias, y el ruido de los arcabuzazos, entronizan a Mahoma en lo alto de la fortaleza, ¡Han ganado los moros…!
Un aprendiz de bandido. (Fotos Zapata)
 El embajador cristiano, por el contrario, 
es joven, fuerte, con grandes pulmones.
PERO, AL FIN, TRIUNFAN LOS CRISTIANOS
Al día siguiente se celebra el tercer acto. El castillo está ocupado por los moros. El grotesco monigote que representa a Mahoma -la Mahoma, como dicen en Villena- gesticula, bracea, mueve la cabeza amenazante. Van llegando banderas cristianas, que se instalan al pie del castillo. Llega en embajador cristianos. Es joven, fuerte, con grandes pulmones… Desde una distancia inverosímil pide en sonoros versos al jefe moro que le entregue la plaza. Se lo pide a buenas, para evitar derramamiento de sangre. Habla en nombre de la reina Isabel y bajo la protección de María de las Virtudes, nuestra Madre bendecida. (Hablan a distancia tan larga, que los interlocutores no se escuchan. Así cuando uno termina su tirada de versos, tiene que indicarle, con los brazos, que ya ha concluido y le toca al otro.)
El jefe moro se indigna: Tengo poca paciencia para escuchar injusticias. -le dice.
Le ruega que desista. Que se vaya.
-Yo apoyo mi arrogancia en Jesucristo -dice el cristiano.
-Es un falso Profeta -replica el moro.
-¡Ah, blasfemo! Teme los castigos de su poder invicto e insuperable- sentencia el embajador.
Comienza el Asalto. Los cristianos arrojan materialmente del castillo a los moros. Colocan el pendón de Castilla. Arranca a Mahoma, tirándolo desde lo alto de la fortaleza. Abajo unos mocetones esperando recoger los restos del monigote. Son los mozos del vecino pueblo de Biar, quienes guardan, custodian y reparan, durante el año, la figura de Mahoma. Y mientras se lo llevan, recorriendo la ciudad, los arcabuzazos que estallan en todas partes anuncian el triunfo definitivo de los cristianos. Son los mismos arcabuzazos que se oyeron el día de la llegada de la Virgen. Los mismos que se han disparado todos los días al alzar a Dios. Los mismos que se dispararán mañana en el Santuario de la Virgen, para celebrar la "Conversión del moro al cristianismo", último episodio de este drama, en el que todo un pueblo toma parte, y pasa cinco días en plena agitación, sin descansar, quemando dos mil kilos de pólvora para conmemorar paganamente, religiosamente, las escenas de la Reconquista, nuestra verdadera epopeya nacional…
RODOLFO LLOPIS
Cedido por... José Sánchez Ferrándiz

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