CHAPÍ «Su obra imperecedera»
No hace mucho, “La Libertad”, publicaba un a modo de encuesta, por el doctor Cesar Guarros iniciada, por la que, entre otras preguntas que hacía a los médicos, a los que exclusiva-mente se dirigían éstas, figuraba la de qué músico le gustaba más.
De los tres que en aquel número contestaron, dos de ellos, coincidieron en que el músico más eminente, y de más prestigio, era don Ruperto Chapí, uno de los que más se adoptaron al sentimiento español, haciendo del arte lírico, creaciones maravillosas, que eran como un hálito fragante de melodías, que flotaban en el ambiente, como voces supremas del Infinito.
De los tres que en aquel número contestaron, dos de ellos, coincidieron en que el músico más eminente, y de más prestigio, era don Ruperto Chapí, uno de los que más se adoptaron al sentimiento español, haciendo del arte lírico, creaciones maravillosas, que eran como un hálito fragante de melodías, que flotaban en el ambiente, como voces supremas del Infinito.
Yo recuerdo con emoción profunda, no exenta de sentimiento, aquéllas noches gratas, en que, en nuestro derruido coliseo, llamado también de Chapí, se interpretaban obras líricas, de aquel repertorio selecto que por aquél entonces forjaban compositores de gusto, refinado y exquisito, como Caballero, Bretón, Chueca, Giménez y otros. Contaba yo escasamente unos doce años, y aquellas producciones musicales iban despertando en mi inocente pensamiento, una afición loca al arte de Talia, una creciente y purificadora emoción que henchía mi pensamiento de ideales nobles y bellezas encantadoras.
¡Cómo mi alma se elevaba al escuchar las melodías superiorísimas del preludio de “La Tempestad”, ejecutado maravillosamente por la orquesta que, entonces dirigía el conocido profesor don Francisco Díaz, fundador que fue de la «Bandas Juventud Villenense›!
¡Cómo se transformaba mi espíritu al llegar a mis oídos aquéllas notas lanzadas por el Roberto, que eran como un poema de amor y una revelación de su braveza, forjada en las reconditeces de la rústica playa, y en el fondo de las barcazas, que fueron cuna de este marino ejemplar, por su heroísmo!
No olvidaré nunca la ferocidad del viejo Pablo, cuya conciencia se removía al escuchar la tormenta que, implacablemente se desbordaba como justo castigo a sus pasados y criminales instintos.
¡Con qué belleza forjó Chapí esta parte musical, y qué bien adaptó a la situación escénica, estas estrofas líricas, reveladoras de un genio de inspiración suprema, cuál era el suyo!
¿Y para qué continuar describiendo las escenas sucesivas, si todas ellas encierran un poema magistral, lleno de candorosas melodías, que nadie, como el genial autor de “Curro Vargas”, pudo concebir?
Chapí, era por excelencia, el maestro del pentágrama. Sus notas, de una armonía singular, hacían sentir al espectador, ansias de amar, deseos inacabables de grandes emociones, y gratas añoranzas de ideales altos y nobles.
Han pasado los años, y fatalmente, el género lírico que aquellos grandes Maestros cultivaban, han ido, sin saber por qué, anulándose, poco a poco, hasta extinguirse por completo. Le rumba, el tango, el foxtrox, y el charlestón, música ésta en boga actualmente, y que tiene, por parte de los pollos “bien” su aceptación más desenfrenada, ha sustituido aquellas producciones maravillosas, que eran, a la par que música de primorosos acordes, un principio de cultura moral y recreo halagador del espíritu.
La muerte, arrebató implacablemente a aquel genio, cuando sus producciones surgían con más impetuosidad; cuando el nombre de Chapí era aclamado justamente, lo mismo en los lugares más apartados, que en las grandes ciudades. Y es que el insigne maestro supo adaptar sus composiciones de moda tan magistral, y con tal delicadeza, que su música, era como caricia divina e impecable del Infinito, “Margarita la Tornera” fué su última obra. La forja de esta bellísima producción, fué agotando, poco a poco, las energías del gran Compositor, hasta que, transcurridos unos días no más de su estreno, la Parca, nos lo arrebató para siempre…
La muerte, arrebató implacablemente a aquel genio, cuando sus producciones surgían con más impetuosidad; cuando el nombre de Chapí era aclamado justamente, lo mismo en los lugares más apartados, que en las grandes ciudades. Y es que el insigne maestro supo adaptar sus composiciones de moda tan magistral, y con tal delicadeza, que su música, era como caricia divina e impecable del Infinito, “Margarita la Tornera” fué su última obra. La forja de esta bellísima producción, fué agotando, poco a poco, las energías del gran Compositor, hasta que, transcurridos unos días no más de su estreno, la Parca, nos lo arrebató para siempre…
Pero, no; Chapí no ha muerto. El alma de Chapí, es inmortal, porque inmortal lo han hecho sus obras, rebosantes de melodías embriagadoras y graduadas de un gusto tan exquisito, que nadie hasta ahora, pudo igualar...
JOSE TORMO BRAVO Villena, junio 1927.
Extraído del Periódico EL DÍA (miércoles 15 junio 1927)
Cedido por... Juan Vale Carrasco
1 comentario:
Después de Ruperto, ¿existe alguien con el apellido Chapí en Villena?. Personalmente no conozco a nadie, y me resulta muy curioso. Es como si este apellido hubiese desaparecido del pueblo con la marcha definitiva del maravilloso autor de "Los gnomos de la Alhambra"
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