Es día de mercado y desde la alborotada y concurrida Plaza Mayor, centro de encuentro y trato hasta el majestuoso castillo de La Atalaya, todos y cada uno de los rincones, tenderetes y casas exhalan un aroma peculiar fruto de la entremezcla de tortas fritas, asados callejeros, guisos, animales de tiro y dulces de mazapán y regalicia.
Las Fiestas del Medievo son grandes pero todavía lo serán más porque hay entusiasmo en sus gentes que con simpatía y sencillez consiguen que miles de visitantes de todo el mundo vuelvan cada año.
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