8 dic 2023

1960 CONTINUACIÓN DE LOS APUNTES PARA LA HISTORIA DEL SEGUNDO MARQUESADO DE VILLENA

CONTINUACIÓN DE LOS APUNTES PARA LA HISTORIA DEL SEGUNDO MARQUESADO DE VILLENA - DON DIEGO LÓPEZ PACHECO
Por JOAQUIN CANDEL
Referimos el año último la muerte oprobiosa de D. Enrique IV en Madrid, el día 12 de Diciembre de 1474, poco tiempo después de la de su válido, D. Juan Pacheco. También apuntábamos que éste había cedido su Marquesado a su hijo, D. Diego López Pacheco, en 1469, con ocasión de su matrimonio con la Condesa de Santisteban, nieta de D. Álvaro de Luna.
Posesionado el nuevo titular de nuestro Marquesado de sus extensos y poderosos estados, su figura adquiere destacada preponderancia en el proceloso periodo de inquietudes y luchas, al iniciar los Reyes Católicos su política absorbente y rehabilitadora del poder real. Historiadores, cronistas y biógrafos, describen el horizonte caótico que las apetencias e intrigas de la poderosa nobleza abrieron en el Reino de Castilla. La tenacidad, prudencia y varonil diplomacia de la Reina Católica, evitaron un tenebroso porvenir en el destino del Reino.
Durante los años 1475 al 1480, es raro no encontrar a nuestro Marqués protagonizando el dramatismo histórico de los acontecimientos. Sus hombres, deudos y poderío, rivalizan y ensombrecen el prestigio de los Reyes. Durante este corto lapso, son frecuentes los pactos, acuerdos y capitulaciones entre el Marquesado de Villena y los Reyes Católicos.
Adquirimos algunas referencias documentales de las que existen en el Archivo de Simancas y del que conservó la Casa del Ducado de Escalona, citados por varios autores. Lamentamos que la despreocupación o la incuria, hayan privado al Archivo de nuestra querida Ciudad de otros, quizá tan interesantes como aquéllos.
Indicábamos que D. Diego López Pacheco no heredó la sutil y maquiavélica diplomacia de su padre, D. Juan; en cambio, le supera por la osadía y tenacidad de su carácter.
El trazo predominante de su actuación histórica es la deslealtad. Así se le muestra, hasta en una célebre película de producción nacional, que trascendió, con éxito constante, a los países iberoamericanos.
Contemplando objetivamente la época de luchas y de anarquía feudal a que nos referimos, abundan frecuentemente en ella el incumplimiento de pactos territoriales y la infidelidad de la alta nobleza con el debilitado poder real. En el transcurso de estas notas narrativas, observaremos también cómo los Reyes y sus dignatarios incumplieron con el Marqués promesas y concordias. La profusión de acontecimientos en este período formativo de unidad nacional, nos obliga a constreñirnos en un corto período de nuestra historia.
Desde 1475, en el que se inicia la invasión portuguesa, de la que es principal promotor D. Diego López Pacheco, hasta 1430, en el que presta su definitiva sumisión a los Reyes Católicos, nuestro Marquesado movilizó sus. hombres, fuerzas y recursos constantemente, tanto en el pleito sucesorio, como en la guerra con Portugal.
Nuestra propia Ciudad y su fortaleza, fueron importante teatro de acontecimientos.
Persistiendo en nuestro sintético método narrativo de coordinar los sucesos generales con la actuación de nuestro biografiado, hemos de iniciarlos en EL TESTAMENTO DE D. ENRIQUE IV.—EL MARQUES DE VILLENA ES UNO DE SUS EJECUTORES
A las once de la noche del día, anterior a su fallecimiento, D. Enrique dicta su testamento, que redacta el Secretario Real, Juan de Oviedo. En él nombre por albaceas «de su ánima al Cardenal de España y al Marqués de Villena» «e mandó que de la Princesa, su fija, se ficiese lo que el Cardenal y el Marqués de Villena y el Marqués de Santillana y su hermano y el Conde de Benavente, acordasen se debía facer».
Alfonso de Palencia refiere que, cuando Fray Juan de Mazuelo, confesor del Rey, por indicación del Cardenal, rogó a D. Enrique que declarase solemnemente cuál de las dos Princesas reconocía como heredera, «contestó que a su hija», Esta manifestación la califica Lafuente de aventurada, porque el cronista Castillo no la mencionaba. Tan sólo el cura Palacios se refiere una cláusula, en la cual D. Enrique declaraba a doña Juana como hija y heredera. Dejamos referido en apuntes anteriores el confusionismo y parcialidad de los cronistas. También el Secretario, Juan González, al expedir las cartas de doña Juana, cuando tomó título de Reina de Castilla, dice que se aseguraba en ellas cómo D. Enrique, en su lecho mortal, declaró solemnemente que doña Juana era su única hija y heredera legítima.
La paternidad de doña Juana continúa como un enigma histórico. Marañón, en su admirable y científica biografía sobre D. Enrique, deja una estela dubitativa, sin llegar a una aseveración fisiológica.
El destino, histórico. y providencial, se sobrepuso favorablemente al enigma de la legitimidad sucesoria. Nuestro Marqués se fundó en él y en su condición de ejecutor testamentario para abrir el capítulo de sus ambiciones y desarrollar su política.
Omitimos relatar la proclamación de doña Isabel en Segovia, terminados los funerales de D. Enrique en la Iglesia de San Miguel, el día 13 de Diciembre de 1474, como Reina de Castilla,
Refiere Walsh que, al coronarse doña Isabel, en la plataforma que se alzó en la plaza de Segovia, se presentaron a prestarle juramento los nobles, prelados y dignatarios: Carrillo, Gutierre de Cárdenas, Alonso de Cárdenas, el Príncipe de la Juventud, Gonzalo Fernández de Córdoba, pero faltaban otros... ¿Qué era del Duque de Arévalo..? ¿Dónde estaba don Diego López Pacheco, Marqués de Villena?
Dice más adelante que el Marqués, «desde su Ciudad d-e Madrid», miraba con recelo los nuevos métodos que se seguían en Segovia.
Entre el grupo de nobles que se oponían a doña Isabel, figuraban también el joven Marqués de Cádiz, el [Gran Maestre de Calatrava y su hermano, y el díscolo. y versátil Arzobispo de Toledo, D. Alonso Carrillo. Este, antiguo partidario de la Reina, según Lafuente, impulsado por el enojo y la envidia que le inspiraba el Cardenal Mendoza, se aleja de la corte en actitud amenazadora, desoyendo los amistosos requerimientos de Dª Isabel.
DON DIEGO LOPEZ PACHECO REITERA LA PETICION DEL MAESTRAZGO Y ES EL PROMOTOR DE LA INVASION PORTUGUESA
Recordemos que al morir D. Juan Pacheco, se suscitó el problema sobre la provisión del Maestrazgo de Santiago, y que D. Diego, fundándose en la renuncia que hizo su padre a favor del Papa, sin previa consulta, se otorgó la sucesión del mismo, Que parte del Capítulo, reunido en Uclés, designó al Conde de Paredes, D. Rodrigo Manrique, y que otros, en la Junta de San Marcos de León, nombraron a D. Alonso de Cárdenas.
El Gran Maestrazgo de Santiago era la dignidad más solicitada y poderosa económicamente del Reino. La Orden habla acumula.- do grandes riquezas, poseía inmensas rentas y el señorío de muchos lugares y castillos. El Maestre era el jefe nato de su milicia, la mejor organizada en aquellos tiempos. Su poder rivalizaba muchas veces con el de la Corona, Lo codiciaban los favoritos de los Reyes y los Príncipes de sangre real. Los Soberanos Católicos consiguieron por fin la incorporación a la Corona de los Maestrazgos, concedida por los Papas Inocencio VII y Alejandro VI, primero en su administración vitalicia, después perpetuamente. Con tal medida, los Reyes consiguieron dominar la ambición y osadía de los grandes Maestres de dichas Ordenes.
D. Diego López Pacheco exigió de los Reyes Católicos dos condiciones para otorgarles sumisión: el reconocimiento de la dignidad de Gran Maestre de Santiago y la confirmación de los dones que D. Enrique IV haba concedido a su padre, D. Juan.
Solicitaba además de los Monarcas un matrimonio ventajoso para D. Juana, a quien llamaba Princesa y reconocía como hija legítima de D. Enrique.
D. Fernando y D.ª Isabel, aunque recelosos, parecían acceder a las primeras peticiones del Marqués de Villena, pero imponían que D.ª Juana fuera puesta bajo tutela de Personas leales y alejadas de ambiciones, hasta la edad de contraer matrimonio. El enviado del Marqués, Antón Núñez de Ciudad Rodrigo, no llegó a un acuerdo con los Reyes. Su misión fue mal interpretada, ya que él también anteponía su confirmación en el cargo de Contador Mayor, que había ejercido con D Enrique,
La posición de los Reyes fue en aquel entonces de concordia, para evitar nueva guerra civil. El Marqués fundaba su petición en la promesa, dada a D. Enrique, de guardar y defender a Dª Juana, que tenía bajo su custodia, como ejecutor testamentario de aquél. Su compromiso y postura de fiel y leal caballero para lograr su honroso propósito, aun contra sus propios intereses, le favoreció más tarde ante los Reyes Católicos.
Fracasado el acuerdo con los soberanos, no obstante la actitud transigente de los mismos, Villena queriendo resolver la situación de Dª Juana y cumplir la promesa que dio a su padre, D. Enrique, sondea al Rey de Portugal, D. Alfonso V, le ofrece su apoyo y el de los nobles de su partido, proponiéndole el matrimonio de su sobrina y la adquisición de sus posibles derechos en el Reino castellano. Los nobles partidarios de D. Diego prometen movilizar sus fuerzas en apoyo del portugués y de D.ª Juana. Conocedores de estos propósitos, los Reyes Católicos hicieron al Marqués nuevos ofrecimientos para evitar la guerra y confusión, al intervenir Portugal en la sucesión de la Corona de Castilla, A ellos contestó D. Diego «que ya era tarde y que no reconocía más Reyes que a D.ª Juana y a D. Alfonso».
El monarca portugués, desoyendo los consejos de algunos juiciosos portugueses; las objeciones de su primo, el Duque de Braganza, y las embajadas que en tono moderado le di-rigió D. Isabel, decide la invasión de Castilla. Después de invitar al Rey de Francia, Luis XI, a que la hiciera por el Norte, con su ejército de 14.000 infantes y 5.700 caballos, traspone la frontera por la parte de Extremadura, en primeros de Mayo de 1,475. En Plasencia se les incorporan el Marqués de Villena y el Duque de Arévalo, con sus hueste Allí presenta el Marqués al Rey de Portugal a su sobrina Dª Juana. Inmediatamente de efectuarse la entrevista, el 12 de Mayo, se celebran los esponsales de aquel original y forzado matrimonio, que no llegó a realizarse, despachándose mensajeros a Roma, solicitando dispensa por el parentesco. Acabadas las fiestas de la coronación, los esposos se trasladan a Arévalo, esperando la llegada de los refuerzos castellanos.
Las detenciones de los desposados en Plasencia y Arévalo favorecieron a los Reyes Católicos. D.ª Isabel, comprometiendo su estado y el nuevo ser que llevaba en gestación, malogrado en su camino de Toledo a Tordecillas, realizaba penosas jornadas a caballo, visitando plazas fortificadas y reclutando fuerzas. Por fin, ayudada por su esposo, consigue formar en Valladolid un ejército compuesto de 4.000 hombres de armas, 8.000 jinetes y 30 000 peones.
El Rey de Portugal avanza con sus tropas hasta Toro. Juan de Ulloa le abre las puertas de la Ciudad y, cuando se disponía a atacar su castillo, también se somete Zamora al ejército invasor. D Fernando se presenta ante las murallas de Toro y reta al Monarca portugués, provocándole a la batalla de los ejércitos o a la lucha personal. Ni el portugués ni el castellano parecían interesados en la batalla de sus huestes y menos en la contienda personal.
El ejército castellano, formado rápidamente, carente de disciplina, a pesar de su temperamento y ardor combativo, falto de artillera y provisiones, considerándose incapaz de mantener el cerco ni atacar la plaza fuerte, emprende una retirada desordenada y hasta desastrosa, que no supo aprovechar el monarca portugués. (En el Archivo Municipal de Murcia, Cartulario Real, se conserva una carta de D. Fernando fechada en Medina del Campo en 5 de Agosto de 1475, en la que notifica la ocupación de Toro y Zamora por Alfonso V de Portugal).
Consideramos interesante referir la anécdota de que el Arzobispo de Toledo supuso, con la caída de Toro, el triunfo seguro de los nobles aliados contra Dª Isabel. A ellos se une definitivamente, con una aportación de 500 lanzas y exclamaba: «Yo he sacado a Isabel de hilar y yo la enviaré otra vez a tomar la rueca». Así lo expresan todos los cronistas.
COMIENZA LA SUBVERSION Y GUERRA EN LOS TERRITORIOS DEL MARQUESADO, VILLENA EN 1476 OCUPACION DE SI VILLA Y CASTILLO Y DE OTRAS PLAZAS
Con anterioridad a la invasión portuguesa comenzó el malestar y las subversiones en las plazas y territorios de nuestro Marquesado, Las gentes de sus dominios cansadas por la opresión del Marqués y de sus deudos, conocedores del fracasado pacto con los Reyes Católicos e incitadas con las promesas de éstos de reincorporar los territorios sublevados a la Corona, adoptaron el partido de los Soberanos.
Comenzó la rebelión en Alcázar, plaza que pertenecía a la Corona, aunque bajo la custodia del Marqués. Aprovechándose del alzamiento, los Monarcas enviaron para apoyarlo, fuerzas, mandadas por nobles reales.
Seguidamente se produjo el levantamiento de Jumilla, de donde era Alcalde D. Rodrigo Pacheco, hermano del Marqués, En Marzo de 1475, es sitiada por el Infante D. Enrique de Aragón y se rinde la plaza, pero continúa dependiendo del Marquesado. También se rindió Requena, gobernada por Sancho Arróniz.
Se nombraron Alcalde de estas villas a señores dependientes del Adelantado Mayor de Murcia, D. Pedro Fajardo. Con estas medidas e intervenciones de los ejércitos reales, se evitaba, según Cascales, que el Marqués reclutase gente a su favor y partido, en sus tratos y propósitos con el Rey de Portugal.
La referida caída de Toro recrudece la guerra, no sólo en el Marquesado de Villena, sino también por el Maestrazgo de Calatrava.
El incumplimiento por el Rey de Portugal de los prometidos alzamientos de pueblos y territorios y de la aportación de lanzas a la causa de D. Diego y sus seguidores, disgustaron a los portugueses y facilitaron la rebelión de los territorios del Marquesado.
Los Reyes Católicos dieron orden de hacer la guerra en el Marquesado de Villena, por el Reino de Valencia, a D. Juan Ruiz de Corella, Conde de Cocentaina. El Maestre de Santiago, que lo era entonces D. Rodrigo Manrique, Conde de Paredes, la dirigía desde Uclés, cabeza de la Orden. Para la dirección de la contienda contra el Marqués, nombraron al referido Adelantado del Reino de Murcia, D. Pedro Fajardo.
Nuestra villa estaba gobernada por Pedro Pacheco y por su sobrino, el valiente Hernando de Alcázar. El malestar y la intranquilidad de sus habitantes, por las causas indicadas, agravadas al permitir que los conversos ocupasen cargos de gobierno en nuestra villa, produjo en los comienzos de 1476 la célebre sublevación de sus vecinos contra el Gobernador, los deudos del Marqués y los conversos. El episodio de las cinco campanadas en el momento de alzar a Dios durante la Misa en un templo católico de la población, y que perdura en el de Santa María, fue la señal para iniciar la persecución y exterminio de aquéllos y el saqueo de la mayor parte de sus viviendas, ha sido tan referido y comentado por escritores coterráneos, que consideramos innecesario relatarlo.
El 23 de Enero del mismo año, el valeroso caballero D. Gaspar Fabra, que con su hermano D. Juan, combatían a las. órdenes del indicado Conde de Cocentaina, D. Juan Ruiz de Corella, en nombre de los Reyes Católicos, ocupa nuestra villa. Sus poderes para realizarlo fueron confirmados por los Reyes Católicos, en Medina del Campo, en 31 de Marzo de dicho año. Entró en ella con cuarenta de a caballo y trescientos de a pie. Por su Inesperada entrada, ganó y ocupó la población, pero no su fortaleza, que se resistía, a la que puso cerco, mientras el repetido Conde continuaba reduciendo otras lugares del Marquesado a la Corona Real.
Transcribimos por ser interesante, la descripción que hace Cascales de la toma de nuestro castillo. «Juntóse con Gaspar de Fabra, en el sitio de Villena, Miguel Sarzuela, con ciertas compañías de lacayos o bandoleros, que llevaba mucho tiempo había, contra la Baronía de Exérica. Reconocido bien el castillo, plantaron en parte cómoda dos trabucos y dos bombardas gruesas, con que derribaron todas las casas del castillo, excepto la torre maestra, porque la tenían guarnecida y cubierta con muchas sacas de lana y con otros pertrechos y fortificaciones de madera; mas con tal ánimo batían, que cayó en tierra gran parte de la primera cerca, con sus torres, con que se vio tan estrechado y cortado el Alcalde del Castillo, Pedro Pacheco, que determinó de pedir pacto a Gaspar de Fabra, y para ello envió dos de a caballo, que fueron, Pedro Pacheco, su sobrino, y Hernando de Alarcón, los cuales llevaron cierto asiento para aplazar la fortaleza y Gaspar de Fabra, no los despidió, pero señaló plazo para consultar al Rey Católico y les dio esperanzas que lo tratado sería confirmado por el Rey».
Cumplido el plazo de la Prórroga y aceptadas sus condiciones, entregóse el castillo de nuestra Ciudad a Gaspar de Fabra el que dejó a su hermano D. Juan como Alcaide del mismo encargándole su guarda con la gente necesaria en 22 de Julio de 1476.
El cerco de nuestro castillo cabeza del Marquesado causó inquietud y desconcierto entre los nobles señores partidarios del Villena. La dilación en la llegada de la ayuda portuguesa motivaba las persistentes subversiones y levantamientos en las gentes y plazas del Marquesado. Rápida y sucesivamente fueron rindiéndose las fortalezas y villas de Utiel, San Clemente, Iniesta, Yecla y otras. Las Milicias y los habitantes de los lugares de D. Diego y de sus aliados, desmoralizados, recibían el aliento de los Reyes Católicos en las cartas que les expedían, concediéndoles promesa de no ser villas y Ciudades rendidas, enajenadas de la Corona Real.
El Marqués presagiaba, en los rápidos acontecimientos, un derrumbamiento de su poderío y estados. Después de salvaguardar su honor empeñado de casar brillantemente a D. Juana, decidió volver a la obediencia de los Reyes Católicos. Solicita la mediación de D. Juan II, Padre de D. Fernando, para conseguir el perdón, al que va públicamente aspiraba, enviando emisarios a los soberanas. D.ª Isabel se mostraba inflexible a la concesión, hasta que se rindieran la mayor parte de las plazas y villas del Marquesado. Así lo manifestaba su carta, que en 14 de Marzo enviaba desde Tordesillas al Adelantado Fajardo, ordenándole continuar la guerra. Por fin, merced a la intercesión de su esposo, D. Fernando, en 22 de Mayo de 1476, las Reyes daban «palabra real» .al Marqués y a su primo, el Maestre de Calatrava, Conde de Ureña, «de no molestarles mientras se negociaba el perdón que se les iba a conceder». (Archivo general de Simancas - referencia general sello 1_3_52).
Repugnaba a D. Isabel cumplir lo prometido respecto al Marqués Finalmente, el poderoso influjo ejercido por D. Juan II recomendando el perdón de los antiguos rebeldes, desposeyéndoles de sus territorios y restando fuerza a la todavía poderosa nobleza, unido a la política que los magnates, familiares del Marqués, hacían en la Corte, consiguieron que la soberana aceptase la rendición de sus dos más destacados contrarios: el Marqués de Villena y el Arzobispo de Toledo.
El 11 de Septiembre del mismo año, se firmaba la escritura de capitulación entre D. Diego López Pacheco y los Reyes Católicos. (Archivo general de Simancas. - Patronato Real - documento núm. 1627). En ella figura D. Diego como Marqués de Villena, Duque de Escalona, Conde de Santisteban, Caballero Hijosdalgo...
Referimos de tal documento, tan interesante para nuestra historia vernácula, sus principales cláusulas.:
«Don Diego reconocía obediencia a don Fernando y D ª Isabel, como legítimos soberanos, prometiéndoles servir contra quien le fuera ordenado».
«Se comprometía jurar a la Princesa doña Isabel heredera del Trono y alzar pendones en sus villas y lugares por don Fernando y doña Isabel».
«Los Reyes le recibirían a su obediencia y le Prometían y juraban guardar su persona, casa y estado y mantenerle en la misma gracia que le tenían antes».
«Se obligaban a guardar al Obispo don Luis de Acuña, al hijo del Marqués, D. Juan Pacheco, Conde de Santisteban, y a su hermano, D Alfonso Tellez Girón, y D. Juan Pacheco, en las mismas condiciones, si en el plazo de 31 días se sometían, olvidando todo lo pasado».
«Se declaraba que los Reyes tuviesen para si los lugares de Chinchilla, Albacete, Hellín, Tabarra, Utiel, La Roda, Villena, Almansa, Yecla, Sax, Villanueva de la Xara, Iniesta, Fuente, El Bonilla, Villarrobledo y todos los lugares del Marquesado que estaban a su obediencia, hasta el día de Nuestra Señora de Septiembre».
«En compensación de: esto, D Diego retenía las villas y lugares que le estaban ocupados.
«Se confirma al Marqués y a los suyos y familiares en sus patrimonios y mayorazgos: a D. Diego, en la villa de Villena. con título de Marqués, y la ciudad de Chinchilla, la villa de Belmonte y su tierra y los castillos de Garci-Muñoz, Alarcón, San Clemente, Iniesta, Alcalá, Jorquera, Hellín, Jumilla Yecla Sax, Utiel, Jiquena...
Al Conde de Santisteban, D Juan Pacheco, se le confirmaba en el Condado, con todo lo que le pertenecía a su madre, la marquesa D.ª Juana de Luna».
BATALLA DE TORO LA DISPUTADA FORTALEZA DE TRUJILLO. RENDICION DE OTRAS PLAZAS
Durante el cerco de nuestro castillo, hasta su rendición y primeras capitulaciones con el Marqués, fueron precipitándose importantes sucesos en el transcurso de la guerra con Portugal.
Apuntaremos esquemáticamente los más trascendentales e influyentes en los episodios del Marquesado para no quebrar nuestro método narrativo.
El más destacado fue la recuperación de Zamora y el de la batalla y rendición de Toro.
La sagacidad diplomática de D.ª Isabel consigue, de acuerdo con el Alcaide de las torres y puertas de Zamora, Francisco Valdés, la evacuación de la ciudad por los portugueses. Se retira el Príncipe de Portugal, D. Juan con su prima, D.ª Juana, la desposada con su padre, a Toro. Con la pérdida de Zamora, quedan las fuerzas portuguesas interceptadas en la fortaleza con el resto de su ejército. Consigue D. Alfonso de Portugal reorganizar sus huestes y sale con su hijo para socorrer el castillo de Zamora y recuperar la Ciudad. No lo consiguieron; se hizo insostenible la situación para las fuerzas Portuguesas y D. Alfonso se vio obligado a abandonar Zamora en 1.° de Marzo, pero dejando cortada la punta del puente. Tres horas más tarde, que duró su reparación, salía D. Fernando el Católico (según Lafuente) en persecución del ejército portugués que se retiraba ordenadamente. Al anochecer de aquel mismo día, a pesar de las desfavorables circunstancias, se impuso el ardor combativo de los jefes y oficiales de las tropas castellanas, produciéndose el choque en una llanura; a tres leguas de Toro. Era noche cerrada y bajo el fragor de una tormenta, todavía continuaba la lucha. El Cardenal de España, Mendoza, acometía contra el Príncipe portugués, gritando: «traidores, aquí está el Cardenal». Oía sus voces, desde el bando de los portugueses, el otro prelado, Arzobispo de Toledo. Se luchó cuerpo a cuerpo, mezclándose las lanzas. Durante la retirada, muchos Portugueses perecieron ahogados en el Duero. El Duque de Alba terminó de desordenarlos y ponerlos en fuga. En conmemoración del triunfo, mandaron los Soberanos Católicos fundar y eregir en Toledo el suntuoso Monasterio de San Juan de los Reyes.
No obstante las fechas fijadas, los cronistas no determinan el día de la batalla.
Suponese la indicada, ya que en Madrigal se celebró la concordia Por consecuencia de ella. El Rey D. Fernando, en 2 de Marzo de 1476, comunicaba a Murcia y a Sevilla la victoria. Durante los seis meses siguientes a la batalla de Toro, fueron muchos los nobles que prestaron sumisión a los Reyes Católicos. D Alfonso de Portugal, conocida la concordia entre los Próceres castellanos, que antes le eran afectos, y los Reyes Católicos, abandona nuestro reino y se embarca para Francia, esperanzado en nuevo auxilio de su amigo y aliado «el buen Rey Luis», que más tarde, instado por el portugués, rompió la frontera castellana por Guipúzcoa y acometió Fuenterrabía.
La capitulación del Marqués con los Reyes Católicos, de 11 de Septiembre, según los cronistas, parecía cumplirse fielmente por don Diego, pero no por los capitanes reales que ocuparon Almansa y después Jorquera. Nombróse Corregidor a D. Gonzalo de Ávila de la Ciudad de Chinchilla y de las villas de Almansa, Villena, Sax y otras, pero se le entregó tan sólo la primera.
D. Fernando parecía confiar en que el Marqués cumpliera lo prometido con él y doña Isabel. Así lo comunicaba a su padre, don Juan II. Por mediación del Gobernador Recasens, en 25 de Octubre de 1476.
Por aquel entonces, de acuerdo con lo pactado, también hizo entrega D. Diego a los Reyes del Alcázar de Madrid.
Según Rasen, en sus estudios históricos sobre el Marquesado, los Reyes incumplían lo tratado con Villena, ya directamente o consintiendo solapadamente, que sus capitanes y jefes continuasen la guerra por los territorios del Marquesado. Exigían del. Marqués lo prometido, pero los ejércitos reales procuraban retener lo conquistado. A finales de 1476, el Gobernador del Marquesado, Dr. Lillo, continuaba las ocupaciones de los territorios y fortalezas de D. Diego. Otros, en cambio, como el Adelantado D. Pedro Fajardo y el Conde de Cocentaina, Ruiz de Corella, Teniente General del Reino de Valencia a las órdenes de D. Juan II, favorecían al Marqués en sus retiradas. Así pudo D. Diego entregar el Castillo de Chinchilla en tercería a Gonzalo de Ávila.
Silió, opinando lo contrario, atribuye al Marqués el recrudecimiento de la guerra por las plazas fronterizas de Extremadura, resistiendo la entrega de las villas que le pertenecían en aquella región, a lo que estaba obligado en su reconciliación con la Reina.
Trujillo, con su fortaleza, referimos en el año anterior, fue la última presa del padre de D. Diego, D. Juan Pacheco. Por su situación estratégica e importancia de su castillo, constituía la base que los Reyes necesitaban para oponerse a las constantes incursiones fronterizas de los portugueses. Era Alcaide de dicho castillo D. Pedro de Baeza, entrañable partidario del Marqués.
Al llegar la Reina a Guadalupe, en sus reconocimientos por la región extremeña, para evitar estas incursiones y alzamientos, envía a uno de sus secretarios para pedir las llaves de Trujillo. El Alcalde Baeza respondió: «No entregaré a nadie las llaves sino al Marqués de Villena». D.ª Isabel manifestó al emisario: «Volved y decidle que si me entrega Trujillo pacíficamente, le recompensaré con honores y dinero. Si no, echaré abajo las murallas, que caerán sobre su cabeza». El Alcaide devolvió el reto: «Decid a vuestra señora que las murallas de Trujillo no son fáciles de derribar». La Reina, según los cronistas, exclamó: «Tengo que sofrir la Ley que mi súbdito presume de ponerme, ni recela la existencia que piensa de me fecer». Requirió la Reina al Marqués, que se hallaba en Escalona, para que fuese personalmente a la fortaleza y convenciese a Baeza para su entrega. Este se oponía, pues en ello le iba su vida, ya que D.ª Isabel le tenía dicho «que de no conseguirla, no volviera donde ella se encontraba y que se fuera lejos de su Reino».
Acudió el Marqués al llamamiento de la Soberana y ordenó por fin a Baeza la entrega de la plaza. Ocurría este episodio en Junio de 1477. Los Reyes pusieron la fortaleza en tercería, en poder de Gonzalo de Ávila, concediéndose una tregua de 20 meses hasta su devolución al Marqués. Se dilató la tregua en cuarenta días, que aceptó D. Diego. trasladándose éste a levantar el cerco de Chinchilla, realizado arbitrariamente por el Gobernador del Marquesado. Hubo de intervenir el Cardenal Mendoza cara que la Reina dirigiese a Frías órdenes de levantar el cerco, y el Marqués recurrió al Duque del Infantado, presente en su capitulación de 1476, para que le ayudase a obtener justicia de los Soberanos. El Duque envió a su hijo en socorro de Chinchilla, y los Reyes tuvieron que aceptar lo realizado, a pesar de alentar las campañas contra las posiciones de D. Diego.
Continuaba Trujillo en tercería, pidiendo los Reyes nuevas prórrogas. Villena, les envía como emisario a Rodrigo de Castañera, el que intenta parlamentar con los Soberanos, cuando se encontraban en Guadalupe, solicitando dieran fin a la guerra contra su Marquesado. Antes de la entrevista, es encarcelado y muere en la prisión. Se le acusaba, según Pulgar, de enviar mensajes al Rey de Portugal para que entrara de nuevo en Castilla, aunque sin el consentimiento del Marqués. Insiste D. Diego en tratar con los Reyes y les envía como nuevo emisario a D. Pedro de Baeza, el que expuso la situación del Marqués, su fidelidad a todo lo pactado, y solicitaba de D.ª Isabel se hiciera justicia con su señor. Sucedían estos hechos a primeros de 1479.
Estando los Reyes en Trujillo, recibieron noticia de la muerte del Rey de Aragón, Don. Juan II, Allí se le hicieron exequias y D. Fernando, su hijo, suspendió el viaje a Zaragoza ante la amenaza de la nueva invasión.
Todavía no había terminado la guerra y cundió nueva agitación al suponer se recrudeciera, al regreso de D. Alfonso desde Francia a Portugal. Al confirmarse las noticias, agravóse la situación por «una nueva pirueta del Arzobispo de Toledo, D. Alonso Carrillo, seguido o precedido por Villena».
Con estas noticias aumentó el confusionismo por las tierras y plazas del Marquesado.
Según el citado autor, el plan del Arzobispo y de Villena era, que el Rey de Portugal, con su ejército, viniese a Talavera, y apoyándose en ella fuese sobre Toledo. Contaba el Arzobispo con la mayoría de los toledanos, sublevados contra Gómez Manrique, a quien Dª Isabel había entregado el Alcázar y concedido la administración de justicia.
Se encontraban entonces los Reyes en Córdoba. Al enterarse de la preparación de la nueva invasión, con la ayuda del Marqués, del Arzobispo y de los nobles de su partido, enviaron al Marquesado un importante grupo de caballeros, al mando del famoso poeta Jorge Manrique Y de D. Pedro Luis de Alarcón. El ilustre escritor encontró la muerte en los primeros meses de 1479, en una incursión que realizó cerca del castillo de Garci-Muñoz.
Omitimos relatar los incidentes de esta nueva invasión.
La batalla de Albuera, en 22 de Febrero de 1479 y las conversaciones y acuerdos en la villa fronteriza de Alcántara, entre D.ª Beatriz de Portugal, Duquesa de Viseo, en representación de D. Alfonso, y la Reina D.ª Isabel, pusieron fin a la guerra con Portugal.
CAPITULACION DEFINITIVA DEL MARQUES DE VILLENA, INCORPORACION A LA CORONA DE SU TERRITORIO FEUDAL. TESTAMENTO DE D.ª ISABEL LA CATOLICA
Terminada la guerra con Portugal, continúa la sumisión de los pocos nobles rebeldes a la Corona y cesaron los levantamientos y campañas contra los Reyes.
Quedó afianzado el poder de D. Fernando y D.ª Isabel, pero la situación con el Marqués de Villena no estaba definida. Aunque su actitud, según el cronista Pulgar, era pasiva, pues temía la rehabilitación y estabilidad del poder real, continuaban todavía los capitanes y corregidores, amparados, unas veces por los Reyes y otras por los Gobernadores, las luchas por el Marquesado. Lo demuestra el referido cerdo de Chinchilla y el de Belmonte, cuyos detalles prescindimos referir.
Los soberanos reconocían el entrenamiento y arroje de las fuerzas del Marqués y las de su incondicional D. Pedro de Baeza, en la defensa de las posiciones del Marquesado. Así lo confirmaba D. Fernando, y lo manifestó en cierta ocasión a Alonso de Quintanilla, expresando el difícil trance que colocaban a las mandadas por la Capitanía General.
Según el citado cronista, a pesar de las incidencias y luchas referidas, el Marqués .procuraba acercarse a los Reyes, solicitando su venia y benevolencia, expresándoles: «Que Dios era testigo de su voluntad y de que no había tomado las armas en deserción... no olvidando el gran beneficio de perdón concedido, que le obligaba a servirle y obedecer en todos los días de su vida..., que si la guerra había renacido, era queriendo defender. su persona y sus bienes, no pensado ofenderle ni desobedecer su mandato, pidiendo mandase cesar la guerra injusta contra él y oírle en justicia».
Comenzaba a exteriorizarse un ambiente favorable al Marqués y de censura a la posición real contra el mismo. Con la intervención de D. Pedro Fajardo, se consiguió firmar una tregua con D. Diego, en 14 de Octubre del referido año 1479, que en realidad fue preparatorio de la capitulación final. (En 22 de Enero de 1479, dirigía D. Diego escrito fechado en Garci-Muñoz al Consejo de Murcia, exponiendo los motivos de los disgustos y diferencias con la Corona, los que le obligaban a defenderse y suplicando le ayudasen para lograr se. cumpliera lo acordado con los Reyes.
Por fin logró Pedro de Baeza, con la mediación de nobles, magnates y Fray Hernando de Talavera, conseguir, después de muchos esfuerzos, que la Reina aceptase la buena disposición de D. Diego en cumplir con sinceridad y acatar todo lo prometido en la capitulación de 1476. Desaparecido el peligro que suponía la guerra con Portugal, se comenzó a tratar de fijar acuerdos y capitulaciones. Ordenaron las Reyes abrir una información sobre la conducta del Marqués, desde la muerte de D. Enrique IV, llegando finalmente a escuchar a D, Diego, el que presentó descargos en su favor, por lo cual, expresa el cronista, «que oído en justicia, se le perdonaron los errores que hubiere cometido, recibiéndole en gracia y servicio y restituyéndole sus privilegios y mercedes, incluso en el cargo de Mayordomo Mayor»; firmándose las definitivas capitulaciones en Belmonte, el día 1.º de Marzo de 1480. (Archivo general de Simancas - Catálogo V - Patronatos reales. 1-130).
Consignábase en dichas capitulaciones: «Cedía D. Diego a los Reyes el señorío y propiedad en posesión y derecho que tenía y pertenecía, de Chinchilla y villas del Marquesado, jurando con su persona y bienes a realizarlo, haciendo pleito y homenaje, en manos de Diego Pacheco y de D. Juan de Silva, Conde de Cifuentes, y juró cumplir fielmente la capitulación realizada con la Corona».
Ratificaron los Reyes lo acordado, aprobándolo y jurándolo en 8 de Marzo del mismo año, cumpliéndose todos los compromisos, tanto para el Marqués como para sus familiares y seguidores; recuperando D. Diego su prestigio y posición en la Corte, llegando a ocupar en ella puestos tan importantes como el de Capitán General en la guerra de Granada.
Volvió la tranquilidad a nuestro Marquesado, desapareciendo el estado feudal de este señorío, que pasó, como otros, a depender de la Corona Real, incorporándose a ella en su jurisdicción territorial.
Consignemos algunas cláusulas de dicha capitulación: «Quedaban para la Corona Real, la ciudad de Chinchilla y villas de Villena, Al-mansa, Utiel, Albacete, Hellín, Tobarra, Yecla, Sax...
Al Marqués se le confiaba en la posesión de Escalona y Cadalso con sus términos y jurisdicciones, así como en la villa de Belmonte, Garci-Muñoz, Alarcón, Zafra, Jumilla, Jiquena, Salinas de Pinella...
Se le reconocían ciento noventa mil maravedíes que su madre tenía situados en las rentas de Segovia. Setenta mil maravedíes, que tenía de su mujer, Dª Juana de Luna en Montalbán, Condado de Santisteban, con sus rentas pertenecientes a su hijo, el Conde D. Juan... la villa de Junquera, con su jurisdicción; además se le darían al Marqués dos millones de maravedíes al año, equivalentes a la renta de Chinchilla, Villena... descontándose para la tenencia de las fortalezas de Chinchilla, Villena y Almansa, que quedaban para la Corona».
D.ª Isabel la Católica falleció en 26 de Noviembre de 1504. Se reunieron las Cortes de Toro en 11 de Enero de 1505. Leído su testamento y disposiciones referentes a la Sucesión, fueron aprobadas unánimemente por los Prelados, Grandes y Procuradores de las Ciudades. Juraron todos solemnemente fidelidad a D.ª Juana, como Reina propietaria, y a su marido, D. Felipe. Reconocida la ausencia e incapacitad de D.ª Juana, previstas en el testamento de D.ª Isabel la Católica, también se prestó juramento de obediencia y fidelidad a D. Fernando, como legítimo Regente y Gobernador del Reino de Castilla, en nombre de su hija.
Contra la legalidad de estos actos, patentizaron su descontento la insidiosa y persistente apetencia de poder, algunos nobles castellanos, destacando entre ellos el Marqués de Villena. La Reina D.ª Isabel, en el párrafo o cláusula 9.ª de su testamento, se refería especialmente a la plaza, de Gibraltar y a los estados realengos de nuestro Marquesado, ordenando se vinculasen al patrimonio real, y que jamás se desmembrasen de él.
Transcribimos esta disposición, que revela la trascendencia política del Marquesado de Villena en el gobierno de Castilla y la honda y constante preocupación que ocasiona a la Reina su poderío. Dice literalmente: «Otrosi, mando a dicha Princesa, mi hija, e al dicho Príncipe, su marido, e a los Reyes que después de ella sucedieren en los dichos mis, reinos, que siempre tengan en la Corona e patrimonio real de ellos, el Marquesado de Villena, e las ciudades e villas e lugares e otras cosas, según que ahora todo está en ellos incorporado, e no dejen ni enajenen ni consientan dar ni enajenar en manera alguna, cosa alguna de ello».
Con las capitulaciones últimamente referidas, quedó extinguida la jurisdicción feudal de nuestro poderoso y extenso Marquesado Y restituido al poder de la Corona de Castilla.
Valencia, Julio 1960.
FINAL
Después de todo lo dicho, de todo lo narrado, nos sentimos perplejos al enjuiciar la infidelidad de Don Diego López Pacheco. Pensemos que este caballero altivo, soberbio y poderoso, vivió el tráfago guerrero en las postrimeras agitadas del medievo, de sus enconadas luchas feudales contra el poder real.
FUENTES Y BIBLIOGRAFIA.. —Historia General de España: Lafuente-Ballesteros. — Anales de la Corona de Aragón: Zurita. — Discursos históricos sobre la historia del Reino de Murcia: Cascales. —Estudios históricos sobre el Marquesado de Villena: Rosell Cantano. —Isabel de Castilla: Yalhs—Isabel la Católica: Sitió. —Notas facilitadas del Archivo General de Simancas y del de la Casa de Escalona, por la indicada funcionaria del Cuerpo de Archiveros, Doña Pilar Corrales.
Extraído de la Revista Villena de 1960

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