4 ago 2017

2017 JUNTA CENTRAL MICRORRELATO DE LA SEMANA "La universidad iluminará al pueblo, cuando este le prenda fuego…"

Cada semana el grupo Cronistas de Villena publica un microrrelato relacionado con nuestra Fiestas de Moros y Cristianos, poniendo en valor “pequeñas perlas” inspiradas en nuestra Fiesta con infinidad de matices: originales, entrañables, históricos, populares, etc.
No te las pierdas en www.dia4quefuera.com
La universidad iluminará al pueblo, cuando este le prenda fuego…
Autor: Antonio Martínez Puche
Coordinador de la Revista Especial “Día 4 Que Fuera”
Fue lo primero que leí cuando llegué a la plaza del rectorado de la Universidad de Coimbra. La dulzura y musicalidad de la lengua del país vecino, también podía ser adusta y asertiva, más allá de la apariencia. La frase encerraba notables frustraciones, quizás fruto de dialécticas acumuladas y no resueltas en el tiempo. Lo que venimos en llamar desajustes entre la teoría (ideología-política) y la práctica (realidad social y necesidades económicas). Era un 2 de septiembre por la tarde, y se inauguraba el congreso internacional de Geografía Económica al que yo asistía, por vez primera, en mi condición de becario de investigación FPI. No podía faltar a la obligada cita en esta institución secular, que combinaba su atávica tradición con una inusitada modernidad. Prueba de ello, era este espacio concebido como un ágora, donde edificios universitarios y sacros, antaño dedicados al culto religioso, habían transmutado en usos más plurales y “poco católicos”, en los que se podían tomar unas copas, rodeados de vacías hornacinas votivas, mientras se disfrutaban de espectáculos teatrales y actividades culturales relacionadas con la extensión universitaria (libros, cine y debates).
A pesar de mi ocupación, participaba de una preocupación; llegar a tiempo a La Entrada. El día 4, angustiado en plena “salida facultativa por el territorio”, hablé con los organizadores del congreso. Debía coger un tren vespertino en Lisboa con destino a Madrid, para enlazar con Villena y llegar el día 5, pasado el mediodía. No entendían esta necesidad y urgencia, ya que me espetaron, con cierta chanza.
– “¿Tanta prisa para disfrazarte de moro? Como se nota que eres de un pueblo”.
Me dolió el tono, el sentido y el contenido, que fue acompañado por una cómplice hilaridad de los allí presentes. Que duro es transmitir en contextos donde prima la razón, sentimientos que sólo el corazón entiende. Se me hacía presente ese axioma aristotélico de “aprendiendo haciendo”, que en ocasiones es tan difícil de aplicar; también en la Universidad, si a la sapiencia no la dotas de experiencias y conocimientos ajustados a la realidad del paisaje y paisanaje. El acervo cultural de los saberes populares, frente al acerbo saber de cierta cultura para lo popular. Me acordé de los “No lugares” de Marc Augé, así como de su propuesta de que la identidad e idiosincrasia tienen que ser la base para el desarrollo integral y la preservación de valores singulares de una Comunidad frente a la estandarizada Globalidad.
Cogí un taxi, llegué al tren. Toda la noche viajando. El traqueteo de los vagones simulaba las percusiones, acompañadas por el estruendo de la pólvora que asimilaba a los ronquidos del turista yanqui que me acompañaba en el compartimento de literas. Es lo que tuve que hacer para abaratar el coste del billete. La imaginada música festera, ya la combinaba yo en mi cabeza. Entre la vigilia y el sueño, llegamos a Madrid el día 5. Rápido transbordo matutino, en dirección a Alicante. Me bajé en Villena pasadas las dos de la tarde. Mi madre abrió la puerta de casa y me fundí en un emocionado abrazo con ella – “Nene, has llegado a tiempo. Dúchate, come y te ayudo a vestirte”. Mientras me encaminaba hacia La Losilla, los sones de La Entrada, por parte de nuestra laureada Banda Municipal de Música de Villena, se escuchaban ya en la intersección de la Avenida de Elche y calle Nueva. Una hora más tarde comenzaba mi desfile a marcha mora, junto a mis amigos, mis Moabitas, mi comparsa. Atrás quedaban teorías, que ahora se nutrían de sentido, en la que la llama de la emoción, quemaba toda aséptica razón, cediendo paso al sentimiento y a la construcción, desde la práctica, de la memoria e identidad diferenciada de mi pueblo.

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