6 abr 2022

1954 EL ANIVERSARIO. CUENTECILLO FESTERO

EL ANIVERSARIO. CUENTECILLO FESTERO
Por Alfredo Rojas
DEJO el tío Andrés la pluma junto al tintero, y después de carraspear ligeramente, leyó con voz pausada:
También se acuerda; por unanimidad establecer una cuota suplementaria de tres duros al mes para contratar, durante las próximas fiestas, otra Banda de música además de la que viene todos los, años, a fin de celebrar con la mayor brillantez el cincuenta aniversario de la fundación de la Comparsa.
Se quitó después las gafas. Y mientras, con un papelito de fumar empezaba a limpiar sus cristales, dijo:
¿Estáis «"tos" conformes?
Sí que lo estuvieron. Pero el hombre propone y Dios dispone. Paco, con todos los demás, dio su conformidad. Era uno de los más antiguos componentes de la comparsa. Pertenecía a ella más de cuarenta años, desde que su padre, uno de los fundadores, lo llevó un día 5 a La Losilla y lo metió en un carro, dejándolo al cuidado de otro chiquillo mayor. Ya no dejó de «salir» de festero ningún año. Él fue uno de los que mejor acogió la idea de traer dos Bandas de música al año siguiente. Pero...
La cosa ocurrió súbitamente. Se le murió el burro. Nada más ni nada menos. Vosotros no sabéis lo que significaba el burro en casa de Paco. Era el que ayudaba a llenar el puche ro; y si no se llevó a los Cabezos la llave de la despensa, se llevó, cuanto menos, una alacena. Paco sabía lo que aquello significaba para él. Aún no era viejo y no le "venía cuesta arriba" trabajar, pero hasta que pudiera comprar otro burro, tendría que apretarse el cinturón y pasar mil fatigas.
Todo esto le dijo al tío Andrés. que era el presidente, una noche, por la Ascensión para que lo hiciera saber a la Junta. Había decidido no salir aquel año en la comparsa. Lo primero era su casa. Si tenía que escatimar lo necesario en ella, no iba a gastar dinero en fiestas, y menos aún ahora que la cuota era mayor. Ya tenía su programa formado: todos los días de fiesta, a regar, a ganar buenos jornales. A lo mejor, iba a verlos el día 5 a la calle Nueva. Eso, , porque podía también suceder que no lo hiciera así. Total—concluyó—son tantos años los que estoy viendo las fiestas, que ya me voy cansando de ellas. Y aún sacó fuerzas de flaqueza con las que fingir un mohín de indiferencia.
Claro es que al tío Andrés, que era perro viejo, no lo engañó. Y cuando se acostó el buen hombre, y le contó a su mujer lo sucedido, concluyó con una frase rotunda:
Iba—le dijo—más amargo que la retama.
Llegó agosto. Aquella noche lucía la luna en el ancho campo del cielo borrando a las estrellas que, temerosas, solamente se atrevían a brillar lejos de ella. Estaba la gente sentada a la puerta de sus casas, en la esquina, debajo de la difusa luz de la lámpara callejera, formaban conciliábulo los chiquillos Paco estaba cenando, pues solamente hacía unos minutos que había vuelto del campo. Una enorme gavilla de broza, que encorvó sus espaldas bajo su peso durante el camino, aún estaba allí, en la puerta del corral. Fuera, en la calle, triunfaba la noche, tranquila, solemne, serena..
Alguien se había parado en la puerta. De pronto se oyó un cansino golpear de cascos en las losas del zaguán y el amortiguado rumor de muchos pasos.
En la ancha cocina, el negro fondo del hogar a sus espaldas, se levantó Paco de la silla, el medio pan en una mano, la ancha navaja en la otra, mirando asombrado. Frente a él, estaba la Directiva de la comparsa en pleno y varios socios. Delante brillando los ojillos en la arrugada faz, tras los cristales de las gafas, se hallaba el tío Andrés, y a su lado, un burro mordisqueaba la broza.
—Esta-dijo el presidente contestando a la muda pregunta de Paco y dando una palmada sonora en el cuello del animal—es la otra Banda que hemos pagado de más este año.
Como un rayo penetró la verdad en el cerebro de Paco. Balbuceó unas palabras, emocionado Aquello no estaba bien. El les agradecía esa prueba' de amistad, pero no lo podía aceptar. Era dinero de todos y se había juntado, trabajosamente, con otro fin ..
Le interrumpió el tío Andrés. Hablaba en nombre de los demás: se tomó la resolución unos días antes y todos estaban de acuerdo. La comparsa no era institución exclusivamente festera, sino que constituía una hermandad efectiva de hombres cuyos problemas eran comunes. Y más que la brillantez de las dos bandas de música, preferían traer solamente una y sentirse íntimamente satisfechos al desfilar todos juntos por la Corredera...
Fue, paisanos, un hermoso discurso aquél. Salieron después de la casa; sentáronse unos en sillas, otros en el bordillo de la acera, ya la calle sola, en silencio, y hablaron de los preparativos ,de las fiestas. Cuando ya se disponían a marchar, entró Paco de nuevo, salió con una vieja cartera, y puso en las manos del tesorero ochenta duros, fruto de sus privaciones del verano, que tenía ahorrados para la compra de otro burro. Los destinaba a la caja de la comparsa, y si no se los tomaban, prometía solemnemente cesar como socio y hasta matar al burro aquella misma noche.
Se los tomaron. Y yo os digo que no hubierais encontrado esa noche otros hombres más contentos y satisfechos en toda la ancha superficie de este mundo.
Después de cerrar la puerta, fue Paco a las habitaciones de la casa a dar un emocionado abrazo a su mujer y a sus hijos. Encendió después el candil, entró en la cuadra y, no sabiendo cómo demostrar su alegría, le dio otro abrazo al burro. Retrocedió éste y enseñó los dientes, al mismo tiempo que lanzaba un sonoro rebuzno. Y me queda la duda de si quiso con ello mostrar su disgusto o es que se rió, magníficamente, de su nuevo dueño.
Extraído de la Revista Villena de 1954

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