UN NUEVO TÍTULO
D. MÁXIMO GARCÍA LUJÁN Alcalde Presidente del M. I. Ayuntamiento
Como desde varios siglos viene haciendo, cuando llega la primera decena septembrina, Villena entera se apresta, con gran júbilo y ardiente fervor, a recibir a su celestial Patrona, la Santísima Virgen de las Virtudes, en su tradicional visita a la Ciudad.
Durante el resto del año, la Virgen permanece en su Santuario, velando por su pueblo querido y por cada uno de sus moradores; allí espera amorosa la visita de sus hijos, que con un motivo u otro van a verla y la hacen confidente de sus cuitas, que unas veces hablarán de penas y otras, las menos, de alegrías. Que al fin y a la postre esa es la vida: un tejer y destejer entre sufrimientos y dichas.
Pero al llegar los dorados días de Septiembre, la Virgen abandona el Santuario y seguida por un grupo numeroso de fieles -cada año que pasa se ve más nutrido y numeroso- que la acompañan en su peregrinar a la Ciudad, cubierto el manto por el polvo del camino y repleto su trono de olorosa albahaca, viene a visitarnos.
Este año tenemos un motivo más de júbilo que añadir, una razón más para ensalzar y festejar a la Virgen, en su visita a la Ciudad. La iglesia celebra el año mariano, dedicado a honrar de una manera especial a la Santísima Virgen, a propagar su culto, a hacer llegar a todos los fieles la inquietud por esta hermosa devoción y el convencimiento de que todas las gracias nos han de venir por mediación de !a Virgen, «mediadera» universal de favores celestiales entre Jesucristo y los hombres.
Villena, que está ligada por lazos irrompibles de fe, amor y gratitud a la Virgen de las Virtudes, ahora tiene ocasión de demostrarle, una vez más, y con motivo de esta visita, que esos lazos continúan fuertes, que esas ligaduras amorosas son cada día más estrechas, más consistentes y que la acción destructora del tiempo no ha podido nada contra ellas.
Que nuestra fe es firme y sólida como la roca del acantilado, que permanece indestructible ante las continuas batidas de las olas enfurecidas por la tempestad.
Que el amor que por Ella sentimos, aprendido de nuestros mayores y que consideramos como el mejor legado que nos pudieran dejar, no se ha entibiado ni un solo momento y permanece ardiente, vivo, ascendente, como aquel primer día lleno de luz y de dicha en nuestra vida, en que supimos de las dulzuras de su devoción.
Que nuestra gratitud será eterna, puesto que no podemos olvidar los continuos favores y mercedes que Ella nos dispensa.
Hoy, más que nunca, necesitamos de la protección divina, que nos ha de llegar por mediación de la Santísima Virgen de las Virtudes y estamos seguros que como Madre amantísima no nos lo negará y continuará velando y protegiendo a su pueblo, como a través de tantos siglos lo hiciera.
Sé muy bien que como Alcalde no he de haceros ninguna recomendación, ni tampoco daros lección de amor a la Virgen, pero para mí es una gran satisfacción proclamar muy alto y cantar, aunque con pobre prosa, ese amor que Villena siente por su Virgen de las Virtudes, como ha sido un gran honor, inmerecido por mi parte, formar en la vanguardia de esta hidalga Ciudad, que con todo derecho puede añadir a la maravillosa leyenda que campea en su escudo: «Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima»: esta otra, aún más magnífica y honrosa: «Muy Devota y Amante de la Virgen de las Virtudes».
Máximo García Luján
Extraído de la Revista Villena de 1954
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