27 mar 2023

1962 LA BRUJA A LOS SETENTA Y CINCO AÑOS DE SU ESTRENO Por S.G.

LA BRUJA A LOS SETENTA Y CINCO AÑOS DE SU ESTRENO Por S.G.
MADRID, 1..887. La España de la Restauración vive su época de oro. Todavía está lejos el 98, la crisis, el desastre, aunque de cuando en cuando se inquieten los carlistas en el Norte, haya algaradas republicanas en Levante y los cubanos se revuelvan en la manigua. Hace dos arios que ha muerto Alfonso XII. Gobierna la Reina María Cristina y está en el poder Sagasta. Musicalmente el momento es importante. Cantantes y solistas como Adelina Patti, Sanz, Gayarre, Sarasate recorren Europa en triunfo. Las figuras de actualidad son Chapí, Serrano, Barrera, Gorriti, Barbieri, Fernández Grajal, Goula, Bretón, Brull, Marqués, Albéniz y Giner. La sociedad de la época, conformista, puritana, respetable —la barba no tiene el significado actual—, cómoda, sentimental, siente de veras la música. Música sinfónica, ópera, zarzuela, género chico llenan los teatros y salas de conciertos. La gente es —apasionadamente-- wagneriana o antiwagneriana.
El 10 de diciembre estrenan Chapí y Ramos Carrión «La Bruja», ante un ambiente de general expectación. Durante todo aquel ario de 1887 había estado anunciada su representación. El éxito de «La Tempestad» estaba cercano y era mucho lo que libretista y compositor se jugaban con su nueva obra. El primer acto se desarrolló en una atmósfera tensa. Pela y Goñi en «La Época» narra el estado de ánimo de los autores: «Comenzó La Bruja y con ella los aplausos.. Cuando hablaban los personajes Ramos se acercaba a la escena, escuchando con atención, y sólo cuando las carcajadas de la concurrencia indicaban que un chiste había cuajado, daba seriales de satisfacción; pero sin extremar jamás ésta, contenido siempre y siempre reservado, como si el éxito de la obra dependiera de algo insólito que le tenía preocupado en extremo. Sucedíale lo mismo a Chapí. Las ovaciones al final del tercetino del Padrenuestro y del cuarteto de los doblones, el triunfo de la jota final del primer acto, las llamadas a escena después de esta pieza popular, todo eso había serenado bastante aquella atmósfera de tensión nerviosa; pero al comenzar el acto segundo, los recelos, los temores, y la ansiedad aumentaban en vez de disminuir».
El segundo acto transcurrió de manera análoga. El coro «ajito al niño», el de los pelotaris —repetido dos veces—, la balada de Leonardo, el baile de los aldeanos son números que entran decididamente en el público y lo preparan para el cuadro final. Leonardo va a avisar a La Bruja. Es la escena capital de la obra, la más hondamente dramática. «En el dúo que cantan —escribe J. M. Esperanza y Sola en «La Ilustración Española. y Americana» de 30 de diciembre de 1887— de modernísimo corte, de sabor wagneriano, dramático, lleno de originalidad, y en el que sobresale siempre una apasionada frase cambiada de varios modos, se revela bien la pasión de aquella mujer, cuya voz hace a veces traición a sus arrugas y a su encorvado talle»- La llegada del Inquisidor, los esbirros y el pueblo, «da ocasión —continúa Esperanza y Sola— a que el compositor haya escrito un concertante sobrio, al punto de que puede decirse que lo forma una sola frase trabajada de mano maestra, original y grandioso, con el cual termina el acto». Para Manrique de Lara el concertante es de tal calidad «que el compositor más ilustre entre los ilustres honraría su nombre firmándolo».
El tercer acto se inicia también felizmente. Se ovaciona la decoración del claustro del convento y el coro de las educandas. El éxito se asegura cuando aparecen en escena Magdalena, Tomillo y Rosalía «cantando el trío más diablesco, más cómico y más original que pueda darse, en que la tonalidad va y vuelve, sin detrimento del oído, del tono de fa natural menor al de la natural también menor, y en el cual la orquesta hace a su vez graciosísimas brujerías; en especial los clarines y las trompas, provistos de sus correspondientes sordinas, terminado todo de una manera tan sobria como fantástica», hace notar Esperanza y Sola en el artículo citado. Los aplausos son interminables.
Es indudable que la «La Bruja» es una de las obras más importantes de Chapí y que más fama y gloria le han dado. Felipe Pedrell, quizá el crítico musical de más altura que ha tenido España, incisivo, culto, debelador de la vulgaridad, cáustico con los mixtificadores, poco dado a inciensos, escribía en «La Ilustración Musical Hispano - Americana de 7 de mayo de 1889: «La Bruja, La Serenata y otras obras de Chapí, producidas en la época que llamaré sin vacilar de productividad, en plena posesión de medios sugeridos por el estudio y la meditación, avalados por el genio del autor, están llamados a ser, andando los tiempos, en la gloriosa carrera artística, que el porvenir le reserva al maestro, el elemento sano y viril de su personalidad artística, que caracterizará por manera sintética su temperamento musical, español de pura raza».
E Ismael Sánchez Estevan, en un artículo publicado en «Blanco y Negro» en 1918, titulado «Cien arios de teatro. «La Bruja», con la relativa perspectiva que le da el tiempo transcurrido, opina que «partitura en mano, sin mirar los nombres de los autores, con absoluta sinceridad y dejando de lado «novedades» del calibre de «Andrea Chénier» o «La Wally», aves de paso que ni han hecho ni harán aquí su nido, y con las que nos avergonzaría comparar «La Bruja», ¿en qué es inferior la obra de Chapí a «Fausto», a «Carmen», a «Tosca», a «Mefistófeles», a «Bohemia», a cualquiera de tantas y tantas óperas extranjeras cuyas representaciones en el Real se cuentan por centenares? Consagró definitivamente «La Bruja» a Ruperto Chapí como el primero de nuestros músicos...
1962 señala el setenta y cinco aniversario del estreno de «La Bruja». La Agrupación Teatral Ruperto Chapí la ha elegido pese a su dificultad—o precisamente por ella—para participar en el VI Certamen Nacional de Zarzuelas de Torrelavega. Los premios obtenidos en anteriores ediciones, la altura artística alcanzada, el público, el mismo concepto que el grupo tiene de sí mismo le obligan a exigirse al máximo.
Nada se ha escatimado. Refuerzo de los coros, nuevo tenor, alardes coreográficos, inclusión de rondalla, cuidado especial de la parte hablada, dominio de la partitura y, sobre todo, ensayos, ensayos parciales, generales, en público, en privado, trabajo ímprobo, continuo, agotador, con los nervios tensos y el alma ilusionada.
Extraído de la Revista Villena de 1962

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