28 jul 2022

1972 VILLENA Y LA CIMA DINÁMICA: DOS EJEMPLOS Y UN CAMINO

VILLENA Y LA CIMA DINÁMICA: DOS EJEMPLOS Y UN CAMINO
Por… Ernesto Contreras
El Profesor D. Segundo García Mansanet, (durante la conferencia que pronunció en el Salón de Actos del Ayuntamiento con motivo de la inauguración de la I Exposición de Arte)
Las viejas clasificaciones de los hechos culturales, sustentadas en hipotéticas «naturalezas» o en funciones arbitradas apriorísticamente, aparecen ya anquilosadas, como petrificadas celdillas de un panal que ya jamás será habitado. Resulta difícil, en nuestros días, sostener, por ejemplo la tradicional división de la cultura en popular y minoritaria, por más que sigamos intuyendo su significación. Especialmente difícil cuando se adquiere conciencia de la enorme carga de ambigüedad que el adjetivo popular soporta. Popular, por ejemplo, puede ser un valor estadístico en cuanto a divulgación
de un hecho, un grado superior de lo que se llamó fama; un producto artístico de procedencia no individualizado, un sector social determinado, etc., etc. En cualquier caso y ante tal abundancia de posibles significación del significado ocasional del adjetivo «popular» sólo se nos aclara por relación con su opuesto —minoritario, impopular, culto, refinado, burgués, aristocrático, etc., etc., otra vez— lo que fuerza un mecanismo paradigmático verdaderamente complicado.
Pintura de Adriano 
La complejidad de los fenómenos culturales requiere, junto a una mayor exactitud en su análisis una menor ambigüedad en sus formulaciones, lo que implica una mayor aproximación a la realidad. Cree que estarnos viviendo un proceso así, que es, precisamente, un proceso de clarificación. En él se está manifestando, cada vez con mayor vigor, una nueva estructuración de los hechos culturales, que comienza, quizá, por una clasificación de tales hechos efectuada a partir de sus propios procesos y no, corno ha venido siendo tradicional, a partir de valoraciones esencialmente subjetivas. No en otra dirección apunta, me parece, la conclusión más decisiva —a nivel ideológico— adoptada por los componentes de las mesas de trabajo que estudiaron, a primeros de año, la situación de la cultura alicantina: la presencia, en nuestro contexto, de dos conceptos de cultura, la del «estar» y la del «hacer». La realidad, anterior y posterior al análisis citado, han insistido en la misma apreciación y Villena no ha estado ausente de la confrontación implícita. Incluso con capacidad de síntesis.
Pintura de Candela Vicedo
Porque, en efecto, lo que en general llamamos cultura —al margen de otras adjetivaciones que han perdido su vigencia— presenta dos aspectos bien diferenciados, el estático y el dinámico, que sólo el vicio de una erudición exclusivamente acumulativa ha podido confundir. De un lado, la cultura es un sedimento de la historia, una función biológica de la sociedad que produce, casi fisiológicamente, sus propias secreciones involuntarias. Del otro, la cultura se manifiesta como un acto de voluntad, dinámicamente, creativamente. La diferencia primordial entre un tipo y otro de cultura, estriba en la razón objetiva de que la segunda supone un avance en el conocimiento del hombre, a partir de su más rabiosa actualización, y la primera —a pesar del engaño de las voliciones frívolas y los subjetivismos disfrazados de sapiencia- no. La clave diferenciadora está, básicamente, en lo que los modernos lingüistas conocen por volumen de información: todo avance cultural, toda acción dinámica en el terreno de la cultura, aporta un nuevo material informativo válido para el conocimiento del hombre y, por lo tanto, para el desarrollo del hombre. Cuando, por el contrario, la información no se produce, por muy brillante que sea el producto, su repercusión social es, culturalmente hablando, inexistente, aun más, ya en el terreno más ampliamente social pueda ser incluso nociva.
Pintura de Manzanaro
De este esquema —que requeriría una más detenida elaboración, contando con elementos de juicio más amplios que los que yo poseo— puede deducirse que el arte, por ejemplo, entra de lleno en el concepto dinámico de la cultura. Pero, aquí, regresaríamos de nuevo al terreno de la ambigüedad, a no ser que cerremos filas en torno a un concepto lingüísticamente preciso del arte, rechazando de su ámbito todo lo que pueda ser reiteración, todo lo que no sea objetivamente positivo con respecto a esa clave informativa a que me he referido. Porque ocurre que de la misma manera que ante los sedimentos de la historia, ante los vestigios estáticos de las sociedades pasadas o presentes, es posible una actitud cultural dinámica, obtenida mediante el análisis más riguroso —y en Villena es este un tema ampliamente conocido—, también es posible que los instrumentos que suponemos dinámicos «per se», como pueden ser los objetos artísticos, sean realizados con el mismo afán puramente acumulativo de datos informativos ya existentes que utiliza el archivero de fichas o el memorizador brutal que se conocían con el prestigioso nombre de eruditos. Porque ¿qué diferencia fundamental puede encontrarse entre el coleccionista de frases literarias que se siente incapaz de analizar, positivándolo, el material archivado y el pintor o el escultor que, sobre un lienzo, una madera y un bronce, reúne unas cuantas frases plásticas recogidas del pasado?
Pintura de Climent Mora
Este es un asunto polémico, pero vital. Por fortuna -fortuna para la cultura, que es corno decir fortuna para la sociedad y, en última instancia, para el ser humano— Villena, la vieja capital del Marquesado que rigió un hombre que, además de crear cultura dinámica dinamizó la cultura estática, está presente, y por partida doble, en este cada vez más amplio esfuerzo por aclarar el complejo panorama de la cultura alicantina, de la cultura que hacen, analizan o esquilman —según los casos— los alicantinos. La primera exposición provincial de arte actual, que Ayuntamiento patios del Ayuntamiento villenense, el último septiembre, a los artistas más decididamente entregados, en nuestra provincia, a abrir caminos viables por los que la cultura se dinamice y sea eficaz. Lo que, con sinceridad era lógico, porque Villena., que ha venido respaldando durante años y años, la dinámica de la investigación que encarna José María Soler, sabía ya que la cultura solo sirve cuando camina hacia frente, cuando recorre el intrincado camino del conocimiento, del enriquecimiento del hombre.
Extraído de la Revista Villena de 1972

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