3 jul 2022

1982 LA LARGA AGONÍA DE LOS CINES EN VILLENA

LA LARGA AGONÍA DE LOS CINES EN VILLENA
El cine ha sido uno de los grandes espectáculos de nuestro siglo. En Villena, durante mucho tiempo, acaparó la atención y el tiempo libre de nuestros paisanos, que a falta de otras distracciones, acudían una y otra vez a pasar la tarde en la sala oscura. Remontarnos a la etapa primitiva del cine en nuestra ciudad es interesante y atractivo, porque no tardamos mucho en encontrar hechos insólitos y anécdotas curiosas.
Corrían los primeros años del siglo XX cuando Villena contaba con «el Artístico», ubicado donde actualmente se encuentra el cine Avenida. El pianista encargado al efecto ponía las notas suaves o los tintes amargos según el desarrollo de la historia, supliendo así a la banda sonora que por entonces todavía estaba por llegar. También había un «comentarista» que iba informando a los espectadores de los pormenores del argumento. Ambas profesiones sucumbieron con la llegada del sonoro. Todavía hay una curiosidad más en aquel famoso «Artístico». Para avisar si algún día laborable había cine, se instalaba un timbre por la puerta del «Raso». Si no se escuchaba el timbre de aviso la población sabía que ese día no había función. Los de general entraban por el «Raso», y al primer piso se tenía acceso por «el Agrícola», que por entonces se encontraba en la parte del Paseo.
Eran otros tiempos, y los elementos alucinatorios del cine surtían efecto. Ante los escasos adelantos del momento, la fiebre por las estrellas se extendió. Concretamente considero que son dos las vertientes principales hacia las que se inclinaba el público. Por una parte, el cine americano, el melodrama y la comedia, el western y el musical, con cientos de nombres míticos que nuestros padres y abuelos nos podrían recitar mecánicamente, ya que casi todos seguían su trayectoria muy de cerca. La otra vertiente la constituye el cine español, nuestro cine de postguerra, el cine «cañí», el folklórico, de héroes o melodramático. No había más oferta por entonces.
Algunos ejemplos demuestran que el cine formaba parte de nuestra vida cotidiana. En fiestas de septiembre se hacían proyecciones al aire libre en la puerta de Almansa y en la plaza de las Malvas, y pasando a una época más reciente todos recordamos las matinales del 5 al 9, que eran seguidas con interés.
El Cinema y el Teatro Chapí fueron las dos salas de proyección siguientes, antes de llegar al Imperial, Cervantes y Avenida. Todas ellas fueron durante mucho tiempo el centro de atención de la gente. Vivieron la época dorada en la que todo el mundo iba al cine. Con cierta nostalgia recuerdan ahora nuestros empresarios aquellos días en los que se rompían las puertas de los locales porque estos no tenían capacidad para tanta gente. Las masas se agolpaban en la taquilla y en los vestíbulos. Había que esperar a que salieran de una sesión para poder entrar a la siguiente, ya que no cabía ni un alfiler.
Esos recuerdos pertenecen a otra época. Hace tiempo que esas famosas «colas» del cine desaparecieron. La crisis llegó también al sector cinematográfico.
Dos elementos han contribuido de un modo directo a la crisis del cine: la televisión y el video, y el color como la transición de una a otra. Si a partir de los 60 el cine se resintió, con la llegada del video la situación ha empeorado. A medida que la pequeña pantalla entraba
en los hogares la gente acudía menos a la pantalla grande. Pudiendo contar con el video, pudiendo ver las películas de cine en casa la situación pasa a ser crítica.
Los cines de Villena han llegado a un momento angustioso. Se las ven y se las desean para seguir manteniendo los locales abiertos. Si no fuera por las cadenas en las que están incluidos, algunos de ellos ya habrían sucumbido.
La asistencia a las salas de exhibición los días laborables es irrisoria. A la taquilla apenas se acerca una docena de personas. Pero los empleados tienen que cobrar un sueldo completo, y aunque sólo se abra sábados y domingos los gastos serían similares. El fin de semana, en cuestión de espectadores, tampoco se pasa, y lejos de aquellas tardes de cine completo en el que al entrar el portero te decía «primera fila o arriba», ahora, sólo si la película es destacada consigue animar el local, pero nada más. El problema de las películas es grave, pero al adquirirlas por lotes, nuestros cines —como todos los demás—se ven obligados a exhibir lo bueno y lo menos bueno.
El cine no da dinero. El cine Imperial, nuestro cine Imperial, fue destrozado con fines más rentables. Así, uno de los mejores locales de la provincia y tal vez de España —lo podrán superar en modernidad, no en calidad— pasó a convertirse en un primer piso desaliñado. Y si abajo entraban pocos, arribé todavía fue peor, y la primera semana del mes de mayo del año en curso cerró sus puertas, no sabemos si temporal o definitivamente. Lo peor es que los tres locales restantes pueden correr la misma suerte. Ninguno goza de buena salud. Las lamentaciones de los empresarios se suceden. Nuestros cines agonizan, se apagan como velas expuestas a corrientes.
Pero el cine en Villena también tiene una sección pedagógica y formativa. Durante muchos años vienen funcionando cinefórums, tanto por parte de entidades como por los colegios que coincidiendo con el curso es-colar organizan ciclos periódicamente. Unos y otros han sido y siguen siendo secundados por numerosas personas.
Tras anteriores etapas, de nuevo ha surgido este año un cine-club en nuestra ciudad que lleva su nombre, y que nos está demostrando que el cine interesa. Aunque a alguien le pueda parecer una competencia desleal, lo cierto es que somos precisamente las personas que asistimos al cine-club o a los cine-fórums quienes llenamos los locales de exhibición. Estas asociaciones fomentan la afición y a la larga provocan un efecto positivo.
Hace tiempo que comenzó esa larga agonía de los cines de nuestra ciudad cuyo futuro es incierto. Vaya desde aquí el homenaje a todo el personal que desde primeros de siglo se ha ocupado de nuestros cines. A los operadores, a los taquilleros, a los porteros y a los acomodadores, a los que se fueron y a los que todavía están. Muchos de ellos han sido personajes populares y queridos. A los empresarios que vivieron la cara y la cruz de la misma moneda, que han visto tantas veces la sala llena y otras tantas vacía. Y en definitiva a todos los espectadores que han sentido esa magia del celuloide.
ANTONIO SEMPERE
Extraído de la Revista Villena de 1982

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