14 may 2023

1970 EL CASTILLO DE SALVATIERRA

El castillo de Salvatierra. Por José Mª Soler García
Para muchos villenenses, y ni que decir tiene que para casi todos los extraños, el castillo de Villena por antonomasia es el de la Atalaya, de tan inconfundible silueta, aunque muchos saben también que, en lo alto de la sierra la Villa, existe otro torreón familiarmente llamado "Castillico de Salvatierra". No !o recoge Sarthou en su poco afortunada obra, pero sí que figura en el Catálogo de Castillos, torres y murallas realizado por la Comisaría General del Patrimonio Artístico Nacional.
El castillo de Salvatierra 
Lo que no todos saben es que este "castillico" formó parte de una extensa fortificación que ocupó toda la arista de la sierra, a modo de cinturón avanzado para proteger las defensas principales de la población contra posibles sorpresas. El nombre de Salvatierra responde bien a este carácter protector que tuvo la fortaleza, cuyo plano está todavía por realizar.
La primera mención que de este castillo conocemos se remonta a los últimos años del siglo XIII, con ocasión del primer matrimonio de don Juan Manuel con la infanta doña Isabel de Mallorca, celebrado en 1299. El Rey de la isla asignó a su hija una dote de quince mil marcos de plata, a condición de que don Juan Manuel entregase a su esposa la suma de mil doscientos marcos anuales, asegurados sobre las rentas de varios lugares de sus dominios, entre los que se encontraban Villena, Sax y Salvatierra. Estos tres castillos se presentan casi siempre unidos en los acontecimientos históricos de aquellas centurias.
“ay otro castillejo muy antiguo que se llama el castillo de Salvatierra… encima el altura de un tajo de peña.” (“Relación” de 1575)
Nuevamente aparece el nombre de nuestra fortaleza en 1326, cuando se firmaron las capitulaciones entre Jaime II de Aragón y don Juan Manuel para el segundo matrimonio de este último con la infanta doña Constanza. Se comprometía don Juan a entregar a la Infanta siete mil quinientos marcos de plata en concepto de ajuar, arras y creces, para los cuales obligaba, como en la ocasión anterior, los castillos y villas de Villena, Sax y Salva-tierra con todos sus términos y dependencias, que entonces estaban en los dominios del Rey de Aragón. Para asegurar mejor el compromiso, Salvatierra y Sax se entregarían como rehenes a caballeros aragoneses elegidos por el propio Rey, y los vasallos de don Juan Manuel prestarían homenaje de ayudar a sus alcaides en todo lo que fuere necesario para el cumplimiento de las cláusulas matrimoniales.
Torreón del castillo de Salvatierra, adosado a la muralla que cerraba la fortaleza por el Este. 
El 3 de febrero de 1312, se requirió a don Juan Manuel para que solemnizara el matrimonio con doña Constanza, que iba a cumplir los doce años de edad, y el 5 de abril de aquel mismo año, se firmó la escritura por la que don Juan Manuel hipotecaba las tres fortalezas hermanas. Por la de Villena, prestó homenaje Ramón de Urg; por la de Sax, Rodrigo Martínez de San Adrián, y por la de Salvatierra, Guillermo Dufreix, único alcaide de este castillo cuyo nombre ha llegado a nuestro conocimiento.
Por aquellas mismas fechas, don Juan Manuel había comenzado a levantar las murallas de Villena y estaba reforzando las defensas de su castillo de la Atalaya, en el que la tierna infanta doña Constanza aguardaba el comienzo de su nubilidad oficial para consumar el matrimonio. Había que proteger a la infanta y a la villa contra probables ataques de los moros granadinos, y así lo recomendó el 'Rey de Aragón a su futuro yerno.
Con estos refuerzos de la fortaleza principal, la de Salva-tierra debió perder gran parte de su eficacia, porque su nombre ya no suena en los acontecimientos de los siglos posteriores, y cuando en 1575 los eruditos villenenses responden a un cuestionario que les sometió Felipe II, hablan, como es natural, del cas tillo de la Atalaya, pero dicen que "ansimismo ay otro castillejo muy antiguo que se llama el castillo de Salvatierra, que está a la parte de oriente, un tiro de alcabuz apartado del castillo arriba declarado". Añaden que esté fundada sobre la sierra de la Villa, "encima el al tura de un tajo de peña", y que, a sus faldas, "ay cuevas, vestigios y señales de edificios de habitación de moradas muy antiguas, por las quales se demuestra la grande antigüedad deste pueblo".
Uno de los aljibes ibéricos de la Villa.
La descripción no puede ser más precisa y podría suscribirse hoy punto por punto, según demuestran los documentos gráficos con que ilustramos este artículo.
En un conocido grabado del siglo XVIII firmado por Palomino y que se ha reproducido ya varias veces en las páginas de esta revista, el "castillico" de Salvatierra luce todavía una torre almenada que se nos antoja muy favorecida por el dibujante, a juzgar por lo que de ella conocemos actualmente. Tan menospreciada había quedado que el padre Vila de Hugarte ya nos la hace figurar en el croquis que acompaña a su "Relación" de 1780.
“ay algunos aljibes fabricados a mano, carada la dicha peña.” (“Relación” de 1575)
Y vienen a nuestras mentes los conocidos versos de Rodrigo Caro que dicen:
-Las torres que desprecio al aire fueron a su gran pesadumbre se rindieron- aunque esta "gran pesadumbre" no sería tanta si no estuviera ayudada por la erosión humana, cuya fuerza destructora su pera en mucho a la de la grave dad y a la de cualquier otro elemento de la naturaleza. Véase, como ejemplo, la maciza torre de nuestro castillo da la Atalaya, cuyos muros miden nada me nos que tres metros de espesor. Hasta donde alcanza la mano del hombre, el duro hormigón de argamasa morisca está desconchado y socavado. El resto de la torre permanece intacto, después de casi un milenio de existencia.
Pero no es sólo el afán destructivo, tan desarrollado en el mundo infantil, el que produce estos desaguisados. Es también una respuesta humana a la ley del menor esfuerzo. 'En cierta ocasión pudimos contemplar cómo un vecino de los alrededores del Castillo llenaba sus bar chillas con la arena que arrancaba de las murallas del patio.
“ay cóncavos, cuevas, vestigios y señales de edificios de habitaciones de moradas muy antiguas..” (Relación” de 1575) 
Es el mismo sentido económico que llevó a los iberos de la sierra de la Villa a destruir las viviendas de la Edad del Bronce para aprovechar sus materia les, reutilizados después por los alarifes medievales para levantar el castillo de Salvatierra y nuevamente aprovechados luego en la construcción de la ermita de San Cristóbal.
Hoy no quedan en la sierra ni chozas de la Edad del Bronce ni viviendas ibéricas, y de la ermita de San Cristóbal apenas puede rastrearse los cimientos. Únicamente el "castillico" de Salvatierra conserva su torre, ya muy rebajada, "encima el altura de un tajo de peña", tal y como se conservaba en el siglo XVI.
Si nos lo propusiéramos, podría consolidarse y conservarse indefinidamente esta vieja reliquia del siglo XIII, ya que no se vislumbra por ahora la posibilidad de edificar rascacielos en tales parajes. Deberían bastar para ello razones de tipo histórico y cultural, que no parecen tener mucha fuerza en la época tecnológica y materialista que nos ha tocado vivir.
Pero, aun en estos tiempos, se pagan cada vez más caros los objetos antiguos, y aquí hacemos nuestro un argumento recientemente aducido por el presidente nacional de "Amigos de los Castillos, don Gabriel Alomar: no sabemos el precio que podrán alcanzar en el futuro las viejas ruinas, y como nadie es capaz de predecirlo, mejor será conservarlas por si acaso.
(Fotos Soler y Flor)
Extraído de la Revista Villena de 1970

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