8 mar 2023

1964 MARÍA Y LA IGLESIA

MARÍA Y LA IGLESIA
"En esto apareció un gran prodigio en el Cielo, una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas"... Apoc. 12, 1 s.)
Esta mujer es la Madre de Cristo, y es la Iglesia, que "aunque el dragan luche con ella, siempre está alumbrando a Cristo" (Beda).
María da a luz a Cristo y la Iglesia da a luz a los cristianos. Este pensamiento lo desarrolla admirablemente Maldonado en sus Coment. a S. Mateo cap 1 vers. 18: "Cristo nació de María Virgen, y los cristianos de la virgen Iglesia. La Iglesia es Virgen y Madre sin mácula ni arruga (Ef. 5, 27), como María; la fuente del Bautismo es su seno; el agua, el germen del Espíritu Santo que produce el alma viva; el Espíritu Santo suple la cooperación del varón. Por consiguiente, de la misma manera que Cristo, por obra del Espíritu Santo, nace de las entrañas de la Virgen, así el cristiano, esto es, el miembro de Cristo renace del agua y del Espíritu Santo" (Juan 3, 15).
Hermosa comparación que funde en una nuestra tierna devoción a María y a la Iglesia. Por María y por la Iglesia poseemos el don divino de la Gracia, que nos mereció Cristo, quien como Divina Cabeza de su Cuerpo Místico, la difunde en todos sus miembros, los bautizados, por la acción del Espíritu Santo.
El Señor fundó su Iglesia para que, como verdadera y santa madre, comunicase esta vida divina a todos los hombres. Y la dotó de medios para realizar en el mundo esta misión maternal.
Por el Bautismo, la Iglesia nos engendra una nueva vida. Porque la Gracia es un ser vivo, sobrenatural, participación de la vida divina, que se infunde en el alma. Desde entonces queda el hombre incorporado a la gran familia de Dios. La Iglesia nos conserva esta vida divina, principalmente por los Sacramentos de la Confirmación y Eucaristía. Nos forma y educa para la vida eterna, mediante su Magisterio seguro e infalible. Perdona dulcemente y siempre... "A quienes perdonaréis..." Ora solícitamente por nosotros día y noche. La Liturgia de la Iglesia es la bellísima expresión de esta solicitud maternal. Nos hace verdaderos santos, hijos de Dios y herederos de Cristo.
Y así.. hasta el final de nuestros días en que nos prepara para el retorno a la Casa del Padre, donde Jesús nos tiene preparado un lugar (S. Juan, 14, 2 s.).
Los miembros de esta Iglesia constituyen el Cuerpo Místico del Señor. "En el mismo seno de María tomó Cristo la carne y al mismo tiempo un cuerpo espiritual, compuesto de los futuros fieles... de suerte que de una manera espiritual y mística nos podamos llamar hijos de María y ella es la madre de todos nosotros" (S. Pío X. Enc. Ad diem illum.
María cooperó en la fundación de la Iglesia. Cristo preparó la fundación de su iglesia, predicando el Reino de Dios y escogiéndose apóstoles... "Se atribuye a la Virgen la corona de los doce apóstoles, porque en gracia a sus méritos fueron llamados", dice Dionisio el Cartujano. (De laud. glor. Virg, Mariae, I. IV, a. 16).
La Iglesia nació, en cuanto a su existencia fundamental, en la muerte de Cristo. Allí, junto a la Cruz, estuvo la Virgen como referente en espíritu. En virtud de la gracia salvadora que nos mereció Cristo, María ofreció expiación por los hombres, tomando parte espiritual en el sacrificio de su Hijo.
Cristo y su Iglesia pertenecen, en cierto sentido verdadero, a María, que ha concebido, dado a luz y nutrido al Redentor, que le ha ofrecido en el templo, que ha sufrido con El y ha participado espiritualmente con El del martirio de la Cruz. Por ello, es llamada María, Madre de la Iglesia.
En la labor santificadora de la Iglesia, a lo largo de los siglos, está María como dispensadora de todas las gracias María, como madre del Verbo Encarnado, y, por decreto positivo y libre de Dios, participa, de un modo subordinado, de la mediación de Cristo ante Dios y es también Mediadora ante Cristo, su Hijo. Por ordenación positiva de Dios, nadie recibe la gracia salvadora de Cristo sin la actual cooperación intercesora de María.
La Iglesia es madre de santidad, cuya abundancia se muestra en los frutos de santificación que produce y en los hijos que procrea y lleva a la santidad: A María pertenece, como madre de la Iglesia, alimentar a estos hijos para que "vayan creciendo en la gracia (santidad) y en el conocimiento de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo".
María es prototipo de la Iglesia. La Iglesia es la humanidad redimida en Cristo, que participa de su vida divina y que ha de continuar redimiéndose. María, como madre, está íntimamente unida a Cristo; su plenitud de gracias contiene una participación de la vida singularísima; como concebida sin pecado y asunta al Cielo. María es la persona redimida en sumo grado. Y Ella también, como Madre del Redentor, participa, de la manera más elevada y universal, de la obra redentora de la Iglesia. María y la Iglesia constituyen un misterio único que tiene dos caras.
Dejémonos cuidar de la maternidad de la Iglesia que es la maternidad de María, Señora de las Virtudes.
Manuel Mová Cañizares - Cura Arcipreste de Villena
Extraído de la Revista Villena de 1964

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