4 mar 2023

1982 LA NECESIDAD DE UN PLAN URBANÍSTICO PARA VILLENA - COLECTIVO «HIERBABUENA»

LA NECESIDAD DE UN PLAN URBANÍSTICO PARA VILLENA
COLECTIVO «HIERBABUENA»
I. Nuestro propósito
Este artículo quiere ser una meditación crítica sobre los problemas urbanísticos de nuestra Ciudad. Quienes hemos participado en él no somos técnicos en la materia ni especialistas en cuestiones de urbanismo. Somos, eso sí, un grupo de ciudadanos de a pie que nos sentimos entrañados con Villena, porque de ella proceden nuestras raíces y, previsiblemente, nuestro futuro.
Pretendemos iniciar un debate abierto, en el marco de los medios locales de comunicación social, en torno a los problemas y contradicciones que genera el vivir cotidiano, y bien pudiera iniciarse por la realidad más inmediata: la configuración material del pueblo en el que nacimos y vivimos. Porque nunca ha estado el ser humano más cerca ni mejor informado de lo que sucede en el mundo, pero, paradójicamente, nunca las personas han sabido menos de sí mismas ni de su entorno más próximo. La información de lo lejano, casi siempre cargada de adoctrinamiento sectario, ha conducido, como contrapartida, a una radical incomunicación respecto de lo próximo. Es, por ello, necesario y urgente que el hombre —y la mujer, por supuesto— se reencuentren, para que no sean convertidos en engranajes de una máquina devoradora. Será preciso, si no queremos acabar en un rebaño de ovejas añorantes de «pastores salvadores», empezar por una información veraz y desinteresada de lo nuestro, por el conocimiento de las contradicciones de la vida ciudadana y por la imaginación de un proyecto, eternamente cambiante, de futuro. Eso, creemos, y no lo que se nos suele vender, es la democracia: la tarea infinita de transformar al hombre-masa —explotado, alienado, manipulado e ignorante— en una persona capaz de libertad. Por eso la democracia es, en último término, imposible, pero absolutamente necesaria. Y nadie nos la va a regalar: habrá que seguir luchando por ella.
II. Villena: el pueblo heredado
a) Algunos datos
Villena, a la que Carlos I concedió en Toledo el título de Ciudad en 1525, tiene, en 1982, una población de derecho de 29.095 habitantes, distribuidos en 9.919 viviendas. Su casco urbano tiene un perímetro de 11.205 metros. Su superficie urbanizada es de unas 350 Has., y la de sus calles de 391.980 m.2, de ellos 2.400 m.2, correspondientes a veinte calles, todavía sin pavimentar. La zona verde urbana es de 22.750 m.2 y dispone de 4.950 m.2 de zonas de reunión (plazas, zonas peatonales, etc.).
La población de derecho que era de 700 vecinos —sobre 4.000 habitantes— en 1575 (José M.ª Soler García, La relación de Villena de 1575), ha experimentado hasta la actualidad un lento crecimiento.
b) Villena, hoy
La verdad es que nuestra Ciudad bien pudiera considerarse, en muchos sentidos, como el modelo urbanístico de lo que no hay que hacer. Durante años se ha construido y se ha destruido de forma irracional; porque la razón debería ser lo que a partir de la comprensión de la realidad presente nos permite prever el futuro, lo racional es saber hacer para lo que ha de venir. Y esto es lo que no se ha hecho y, en diversos aspectos, lo que todavía no se está haciendo. Nos ha faltado solidaridad y nos ha sobrado egoísmo. La «ideología» capitalista —diríamos en términos marxistas— ha impuesto su ley, y como los «pastores» están satisfechos, el «rebaño» también tiene que estarlo, porque «las cosas son así».
El crecimiento de la Ciudad sin previsión ni orden, la ausencia de una mínima planificación coherente, la especulación del suelo auspiciada por una política tendente a dar más a los que más tienen, el conceder la prioridad a los intereses individuales sobre los colectivos (eso sí, todo bien enmascarado bajo el manto de la «palabra sagrada» del «bien común»), han transformado una ciudad equilibrada y apacible en ésta que tenemos, en la que constantemente se viene prefiriendo el valor de cambio al valor de uso del espacio: aquellas aguas trajeron estos lodos.
Descendamos a detalles más concretos, fácilmente verificables, para que no se nos tache de pesimistas y/o manipuladores de la realidad. Villena presenta, por de pronto, dos problemas de configuración evidentes:
1.° Su figura de pueblo-longaniza, determinada por el estrangulamiento producido por la vía del ferrocarril y la autopista, pecado imperdonable de quienes permitieron el absurdo de su trazado.
2.° La concentración de la población en el centro-ciudad y la consiguiente segregación de los barrios pobres, muy en especial el llamado «Poblado de absorción» o barrio de «San Francisco». La actividad inmobiliaria, guiada por fines especulativos, ha acumulado en el centro-ciudad la práctica totalidad de los equipamientos y servicios urbanos (sólo los rentables, por supuesto), y ha convertido, por ejemplo, el «Paseo de Chapí» en un triste patio de luces de hormigón y cristal. Mientras, los barrios pobres carecen de las dotaciones mínimas y, más, cuando se pretende cualquier dotación integradora —un polideportivo en el barrio de «San Francisco»—surgen voces indignadas clamando a la «justicia».
Sin pretender agotar el tema, enumeramos frente a estos dos problemas configurativos, tres generales:
1.° La carencia o insuficiencia de equipamientos colectivos:
—Ha sido agobiante para la población villenense la falta de unas adecuadas instalaciones sanitarias y asistenciales; primero fue su indecoroso estado, después su ausencia total y ahora la escasez de espacio y medios. Ciudades cercanas, de semejante censo y con un ámbito comarcal mucho menor que el nuestro, como Yecla y Almansa, tienen ya una residencia sanitaria. Nosotros no tenemos siquiera un mediano ambulatorio.
—La dotación de instalaciones culturales y deportivas está siendo gestionada y, en parte, realizada por el actual Ayuntamiento: así la Biblioteca Municipal «Miguel Hernández», inaugurada el 18 de junio de este año, o el polideportivo de «La Solana» ya mencionado. Pero ¿para cuándo una Casa de la Cultura?
2.° Es un mal secular de nuestra Ciudad la escasez de zonas verdes y de paseos y de plazas que puedan servir de lugares de encuentro y de diálogo. Los 22.750 m.2 de zona verde urbana representan un 0,65% del suelo construido, y los 4.950 m.2 de plazas y zonas peatonales suponen un risible 0,14%. Mientras la actual «Ley del Suelo» señala un mínimo de 5 m.2 de espacio verde por habitante, y la legislación sueca preveía, ya en 1965, 30 m2 por habitante, en Villena nos repartimos 0,78 m.2 por ciudadano. Los datos, en esta ocasión, hablan por sí solos.
3.° Causa igualmente sonrojo constatar la falta de interés por la conservación del patrimonio histórico-artístico de la Ciudad. Ojalá el camino iniciado con la urbanización de los accesos al Castillo de la Atalaya, y los planes especiales de la Plaza del Mercado viejo y de la zona histórico-artística puedan verse desarrollados y cumplidos.
III. Villena: el pueblo que queremos
Queremos, es claro, una ciudad para vivir, para trabajar y para gozar de los bienes de la cultura, el deporte y el ocio. Y «hoy es siempre todavía». Disponemos, para ello, de un plan urbanístico, es necesaria una política municipal de suelo eficaz y ambiciosa y aceptar, sin temores, con imaginación, la utopía.
a) El Plan General Municipal de Ordenación Urbana (P.G.M.O.), aprobado el pasado 30 de abril, aunque, como todo, perfectible, si unos —propietarios de suelo, promotores y empresas constructoras— quieren y el Ayuntamiento —el actual y los venideros— actúa con entereza, bien puede ser la herramienta eficaz de la que hasta ahora hemos carecido. Ya que, como se decía en el folleto informativo del P.G.M.O., de lo que se trata es -de ordenar Villena. «Porque crece de forma desordenada (...). Porque crece como quiere, con edificios de trece plantas al lado de edificios de una, que quitan el sol, producen corrientes de aire y muchos coches que no sabemos dónde colocar. Porque se abren calles donde quieren los promotores. Porque crece construyéndolo todo, sin sitio para parques y jardines, donde jugar los niños o tomar el sol. Porque crece sin dotaciones, sin escuelas (que se hacen cuando se puede y están lejos), sin guarderías, sin nada. Porque es incómoda para vivir». El Plan traza unos criterios de actuación —los creemos progresistas— con visión de futuro, para la calificación del suelo urbano y su ordenación racional. En él se definen «las calles, los jardines, los paseos y otros espacios libres»; se rebajan las alturas de las casas de dos a seis como máximo, evitando el llamado «chabolismo vertical» —sólo en algún lugar puntual se permiten once alturas—; se limita el fondo de las edificaciones; se dota a Villena «de suelo para equipos comunitarios, como escuelas, guarderías, parques, etc.»; se respeta y se intenta recuperar «la zona tradicional e histórica de Villena»; se configura un espacio «para uso exclusivamente industrial, regulando la mezcla de usos industriales y residenciales en el núcleo de Villena...».
El P.G.M.O. se complementa con otros planes especiales (P.E.R.I.s.) «que afectan a partes reducidas de la Ciudad, los cuales son los encargados de su ordenación detallada, ordenación en la que cooperativa y directamente intervendrán los afectados». Los P.E.R.I.s. pretenden practicar el principio de la solidaridad ciudadana y permiten la liberación de suelo para equipos colectivos. El conocimiento de su justo sistema de compensaciones evitará, sin duda, un cierto temor existente hoy en la ciudadanía».
b) Pero el Plan General de Ordenación Urbana exige, si no queremos que se quede en mero proyecto de buenas intenciones, una seria política municipal de suelo, apoyada en unos principios claros:
El Ayuntamiento debe defender los intereses colectivos y eliminar todo tipo de discriminación ciudadana; al fin, la ciudad debe estar al servicio de todos sus habitantes.
Es preciso recuperar para Villena el equilibrio ecológico que está en trance de perder, crean-do espacios y zonas verdes que mejoren la calidad ambiental de la vida ciudadana.
Establecer un plan de reequipación de la Ciudad, que, no lo olvidemos, habremos de pagarlo entre todos los villeneros, fijando el adecuado orden de prioridades. Para el justo equilibrio, habrá de dotar de servicios suficientes a los barrios habitualmente peor atendidos.
Es necesaria la creación de un patrimonio municipal de suelo sin el que nada sería posible. Es importante señalar que el Ayuntamiento tiene en la actualidad un déficit de superficie pública, en relación con las previsiones del P.G.M.O., de 281.250 m.2. Esta gestión de suelo, que habrá de incidir en cuantiosa medida en los presupuestos municipales, podrá conseguirse por compra directa en unos casos, en otros por permuta, compensación o cesión y, en algunos, por expropiación. Sabemos del carácter impopular de los expedientes de expropiación, pero será necesario hacer valer los criterios de interés social. Baste un ejemplo que, por una administración transparente, el pueblo debe saber y juzgar: en una zona prevista en el P.G.M.O. para servicios públicos —terrenos que son de huerta en la actualidad—, el Ayuntamiento ha gestionado con su propietario la compra directa de 10.000 m.2 y ofrecido, por ellos, 4 millones de pesetas, cantidad naturalmente negociable, pero el «señor» de los terrenos, despreciando el carácter social —escuelas públicas— para el que han de ser destinados, pretende 50 millones de pesetas. Creemos que, en casos como éste, «la propiedad puede ser un robo», que un Ayuntamiento democrático debe iniciar —ya lo ha dispuesta-, por vía de urgencia, el expediente de expropiación y pagar no más de lo que la ley establezca como justo.
El Ayuntamiento tendrá que disponer, para su uso inmediato, de suelo municipal convenientemente calificado, especialmente con fines de equipamiento colectivo.
Igualmente de personal técnico y jurídico para la gestión adecuada del P.G.M.O.
c) Pensamos, por último, que si queremos, podremos. Porque es preciso ir haciendo realidad lo imposible. Se trata, primero, de informar —no adoctrinar— suficientemente al pueblo y, después, conseguir que el pueblo hable y saber escucharlo. Entonces tal vez nos diga de cosas «utópicas»: que Villena y su comarca natural no deben conformarse con un Ambulatorio de la Seguridad Social, con limitadísimos servicios asistenciales, tan limitados que sus mujeres tendrán que seguir pariendo en Alicante o en Elda, sino que hay que luchar por una Residencia sanitaria comarcal; o acaso le oigamos que el equilibrio de la Ciudad pasa por el distanciamiento de esa vía del ferrocarril que nos está ahogando. El pueblo sabe vencer a los gigantes disfrazados de molinos de viento, ya sea el I.N.S.A. L.U.D., que ha concebido el «mapa sanitario» sobre criterios cuantitativos de distancias geográficas frente a los cualitativos de población, ya sea la R.E.N.F.E. Cuando el pueblo pueda hablar sabrá decirnos lo que hoy le resulta indecible: la palabra verdadera hecha de razón y libertad.
***
Al «olmo viejo», que el pueblo es, pueden nacerle hojas nuevas. Confiemos en la oración de Antonio Machado:
«Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera».
Extraído de la Revista Villena de 1982

No hay comentarios:

..... CONTINUAR... PASAR PÁGINA Pinchar en... (entradas antiguas)
Esta Web no se hace responsable de las opiniones de sus lectores. Todo el contenido es público. Usted puede copiar y distribuir o comunicar públicamente esta obra siempre y cuando se indique la procedencia del contenido. No puede utilizar esta obra para fines comerciales o generar una nueva a partir de esta..
Web: www.villenacuentame.com
E-Mail:
villenacuentame@gmail.com