19 ago 2023

1954 EN LA ANTECAMARA CELESTIAL DE LA VIRGEN DE LAS VIRTUDES, EN VISPERAS DE LA "ENTRADA" DEL AÑO SANTO MARIANO.

1954 EN LA ANTECAMARA CELESTIAL DE LA VIRGEN DE LAS VIRTUDES, EN VISPERAS DE LA "ENTRADA" DEL AÑO SANTO MARIANO.
Crónica radiotelegráfica de nuestro enviado especial MANUEL MAGRO JUAN.
SAN FULGENCIO, como Patrón de la Diócesis, llega, acompañado de varios coros angélicos, hasta la Saleta donde recibe Nuestra Señora. Los arcángeles que guardan la entrada abren las puertas de par en par, y el Santo Obispo entra en la estancia rodeado de su séquito. Al ver a la Virgen en su Trono, se postra de hinojos, saludándola reverente con gesto de profunda humildad.
—¡Señora!
—Levántate, Fulgencio, y dime con toda confianza lo que traes o, por mejor decir, lo que piensas llevarte, porque todo el que entra por esa puerta ya se sabe que es para pedir algo.
—!Cómo ha de ser, Señora Nuestra! ¡Si sois la Tesorera de todas las gracias! Si me lo permite Su Majestad... Se trata de recordaron que el día 5 de septiembre tiene lugar en Villena la célebre «Entrada» como pórtico de las grandiosas Fiestas que anualmente celebra en conmemoración de Vuestro Natalicio. No sé si sabéis que allí hay...
—¡No lo he de saber, querido! Allí hay mucho, muchísimo estruendo, algazara, bullicio, jolgorio y... muy poca devoción. Son innumerables los que gritan, chillan, gesticulan, alborotan y muy pocos los que rezan. ¿No es así?
—Permitidme, Mi Señora, que os diga que Vi-llena os quiere de veras. Algún pecadillo que otro... tal vez. Pero siempre es más por debilidad de la carne que por malicia del corazón. Puedo asegura-ros que, en Villena, no en ese día, sino en todo el año no se deja de pensar en Vos, y que cada hijo de aquella ejemplarísima Ciudad es un devoto vuestro de los buenos, de los auténticos. ¡Si viérais con cuánto anhelo esperan el momento—para ellos el más feliz de su vida—de poder pasearos en triunfo por sus calles recreándose en la vista de vuestra bendita Imagen...
—También lo sé muy bien. Como conozco con todo detalle lo que sucede al caer la tarde de ese mismo día 5 en las inmediaciones de los Salesianos. Desde luego es algo imponente de veras. Humanamente no se puede hacer más...
—Pues yo aseguraría que, en el silencio de las conciencias, veis cosas de mucho mayor mérito. ¿No es así, mi Señora?
—Ciertamente. Y por ello es predilecta mía. A veces, es verdad que veo cosas muy hermosas. Corazones hay limpios, bellísimos que, al ver aproximarse mi Figura, sienten un temblor de emoción y lloran de alegría poseídos de un gozo indescriptible. En ocasiones, veo algo más consolador todavía. Almas empecatadas y endurecidas en la culpa que, al ver el rostro de mi Imagen, les parece que mis ojos las han mirado, y, escuchando el fuerte aldabonazo de la Gracia que los llama a penitencia, se arrepienten de veras y para siempre. Pero también veo otros detalles de indiferencia y hasta de paganismo licencioso. Muchos toman las Fiestas como pretexto para excesos reprobables. Comprenderás cuánto me duele esa traición al amor que les demuestro con mi visita.
Lo comprendo, Señora. Pero por algo sois Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza de los desterrados en aquel valle de lágrimas.
¡Decidme que todo lo perdonáis y que, el próximo día 5, estaréis como siempre en Villena, como Reina y Señora de todos los villenenses!
¿No os he dicho que es predilecta mía? Entre otras razones porque tiene una magnífica historia religiosa y mariana. Pero ya no es lo que era antes. Ha prosperado mucho en todo, incluso en lo malo. En fin... lo pensaré... ya veremos...
—Escuchad, Madre amabilísima, que aún tengo que deciros algo muy importante; lo principal, que ya se me olvidaba. ¡Qué cabeza la mía! ¿Puedo seguir?
—Sí, hombre, sí. ¿Cómo no? Aunque estoy por asegurar que no hace falta. No sé por qué se me figura que acabarás convenciéndome...
—Cuatro palabras nada más para aseguraros que este año, por estar dedicado especialmente a Vos, piensan superarse en todo lo que os agrada.
Desde luego, el pueblo fiel espera que, en esta oportunidad, le haréis objeto de gracias especialísimas, en justa recompensa a su secular fervor de siempre hacia vuestro Misterio Concepcionista. Recordad la tradicional Fiesta del Voto, que, desde tiempo inmemorial, viene celebrando en vuestro honor. De aquella original y piadosísima peregrinación anual, con encantos de primavera y perfume de resurrección, tan alegre y tan devota, a vuestro Santuario, no creo que tengáis nada que decir. Bulliciosa y recatada, íntima y familiar, con sabor a tierra nutricia y nostalgia de Cielo; cada año más llena de recuerdos y añoranzas y más pletórica de ilusiones y promesas, constituye una joya de la tradición y un motivo de orgullo para nuestro tiempo.
—Te diré, en confianza, que es uno de los homenajes que más me agradan de cuantos se me tributan en la tierra. Tiene una ingenuidad encantadora.
Bien. Quedamos en que el día 5...
—Sí, hombre, sí. Estaré en Villena. Pero escucha bien, Fulgencio, lo que voy a decirte para que se lo hagas saber a los villeneros. Una vez allí y, si hacen como dices en conmemoración del Centenario que se celebra, derramaré gracias extraordinarias sobre todos ellos. Pero ¡a ver cómo me corresponden! Diles que quiero más devoción verdadera, más caridad y sencillez y menos vanidades y codicias, es decir, menos vicios y más virtudes. Agradezco que me aclamen como Reina de ellas, pero les adviertes que, cuando vaya a Villena, quiero reinar entre los villeneros como Reina de las virtudes de ellos, no de las mías. Diles que hay mucho engaño en eso de ensalzar la excelencia de unas perfecciones que, si sólo son mías, de nada les aprovecharán a ellos si no tratan de reproducirlas en sí mismos. Recuérdales la gran verdad de que no se salvarán con la contemplación pasiva de mis virtudes, sino por el mérito de la conquista activa de las suyas, en lucha permanente contra sí mismos. Quedas encargado de ello.
—Descuidad, Señora. Ahora mismo iré a la Muy Noble y Fidelísima Ciudad para trasladar a los villeneros vuestro Mensaje. Con vuestra licencia...
Y sale de la estancia rodeado de su angélico acompañamiento.
MANUEL MAGRO JUAN

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