ME DICES...
Me dices
que de mirar al mar
pueden los ojos devolverse
azules y serenos
como cuencos diáfanos
donde efundir el ámbar
de los huesos.
Y yo te creo,
y miro ensimismado
hasta acertar el rostro de la orilla
tal niño que quisiera
hallar la hipotenusa del juguete.
Luego, puedo atisbar la noche
desde un pleno de sal
reverberante,
con la retina alada
y las órbitas hechas UNIVERSOS.
En el sueño me digo
que la prímula crece y la magnolia
en el azar del beso,
que en febrero despierta
el nácar del almendro
y el cerezo despliega
sus yemas inocentes.
Al despertar,
tropiezo con una margarita
crecida en el portal de los encuentros
mientras una paloma
me sorprende
con música de paz y de horizonte
y un grito de laureles en la boca.
Es más tarde, la torpe
bofetada de la vida
quien me devuelve efímero
y mortal.
Es entonces falaz toda esperanza
y toda muerte el sueño,
y la inocencia:
un acto delictivo.
que de mirar al mar
pueden los ojos devolverse
azules y serenos
como cuencos diáfanos
donde efundir el ámbar
de los huesos.
Y yo te creo,
y miro ensimismado
hasta acertar el rostro de la orilla
tal niño que quisiera
hallar la hipotenusa del juguete.
Luego, puedo atisbar la noche
desde un pleno de sal
reverberante,
con la retina alada
y las órbitas hechas UNIVERSOS.
En el sueño me digo
que la prímula crece y la magnolia
en el azar del beso,
que en febrero despierta
el nácar del almendro
y el cerezo despliega
sus yemas inocentes.
Al despertar,
tropiezo con una margarita
crecida en el portal de los encuentros
mientras una paloma
me sorprende
con música de paz y de horizonte
y un grito de laureles en la boca.
Es más tarde, la torpe
bofetada de la vida
quien me devuelve efímero
y mortal.
Es entonces falaz toda esperanza
y toda muerte el sueño,
y la inocencia:
un acto delictivo.
ELEUTERIO GANDIA
Extraído de la Revista Villena de 1983
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