Sopa de letras, menguado silabario de tema monocorde, absurdo revoltijo sin sentido, laberinto en espera de un nuevo Dédalo que escape de él con sus alas de cera. Si te asomas, lector, a la «foto» y prescindes del racionar análisis; si pruebas a dejarte sorprender solamente por la forma y el color, todo eso, y más aún, podrá parecerte la confusa imagen.
Imagen que no es más que el fruto de esa extraña visión, de esa rara facultad que poseen aquéllos que han hecho de la fotografía un nuevo arte; que saben ver con un sexto sentido, intuitivamente plástico, lo que apreciamos los demás con ojos mezquinos y razonadores. Porque envueltos en la Fiesta, influidos por el ambiente y el entorno, veríamos solamente, en aquel instante, una rota formación de moros, descansando en amigable cháchara.
Miguel Flor, siempre cámara en ristre, sempiterno captador de imágenes, que parece llevar de continuo delante de los ojos un visor imaginario, vio, además, el plástico conjunto, la mezcla peregrina y extraña de tonos y figuras. Y nos la trae aquí para que, abstraídos del concreto significado, la veamos así también nosotros.
ROJAS
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