27 jun 2021

1973 LA TORRE DEL OREJÓN

LA TORRE DEL OREJÓN por Vicente Prats Esquembre
Presidente de la Junta Central de Fiestas de Moros y Cristianos
Aun a pesar de que solamente hace 85 años que la Torre del Orejón fue demolida, tengo la seguridad de que un buen número de villenenses ni tan siquiera han oído hablar de ella. Y ése ha sido uno de los principales motivos que me han movido a recoger toda la información posible, para darla a conocer y contribuir a esclarecer un episodio que al fin y al cabo forma parte de nuestra historia.
Sean los resultados de las investigaciones que, en síntesis, expongo aquí, testimonio de gratitud para todos los que prestándome su ayuda han hecho más fácil mi tarea.

LA TORRE
La primera denominación con que se la conoce e s la de «Torre de la Villa», nombre con el que la llamaban nuestros antepasados y que nos permite situar la fecha de su construcción antes del 25 de febrero de 1525 en que el Emperador D. Carlos concede a Villena el título de Ciudad. Posteriormente, en el único documento gráfico que yo conozco, el grabado de Palomino que data del siglo XVIII, se la llama «Torre del Reloj», lo que nos hace suponer lógicamente que ya se había instala do en ella la maquinaria. Más tarde se la denominará definitivamente «Torre del Orejón», bautismo popular en honor de este singular personaje que más tardes describiremos.
Situamos a este monumento como de principios del siglo XVI, sin descartar la posibilidad de que fuera la torre más antigua de Villena, pero para confirmar esta hipótesis sería necesaria una cata en sus cimientos que permitiría conocer la fecha de su construcción, o el alumbramiento de nuevos datos que nos podrían aclarar la incógnita.
Sus características y medidas aproximadas, después de detenido estudios y consultas con dos personas que la recuerdan, aunque vagamente, los supongo así:
Medía unos 3.5 metros cuadrados de base por 20 de altura, y estaba situada junto a la casa de Dña. Patrocinio López Balaguer, Viuda de Marsá, conocida hoy por Casa Valor. Desde la torre hasta la esquina de la calle del Reloj, que toma su nombre de la misma, había un arco de unos 4 metros de luz.
Por la parte de la calle Mayor, la torre tenía una pequeña entrada con puerta de madera lisa que daba a las escaleras que, en forma rectangular, subían a los diferentes pisos. En el primero se encontraba el Orejón, y en los restantes, el reloj y las campanas.
Al principio, embutida en la vivienda de Dña. Patrocinio, se encontraba la llamada «Casa del Pregonero»: una muy reducida habitación donde éste guardaba los utensilios propios de su cargo.
Señalemos como dato anecdótico que el empleado municipal no sabía leer, y se hacía acompañar de un muchacho para que dijera los pregones después de que él los anunciaba con los clásicos redoble de tambor o toque de corneta, según estuvieran en el poder conserva dores o liberales respectivamente.
Al sonar las horas, el ingenioso mecanismo hacía que se abriera la caja de dos puertas que contenía la grotesca cabeza del Orejón, que al asomarse provocaba las delicias de los que la contemplaban. Hemos de decir que según nuestras noticias eran muchas personas las que a las 12 del mediodía se concentraban en la hoy plaza de Calvo Sotelo para admirarla.
La llamada «Campanica de la Virgen» y de la «queda» que hoy se encuentra en Santa María, procede de la Torre del Orejón, y no solamente sonaba para anunciar las horas y el fausto motivo de la venida de la Patrona, sino que a las 9 en invierno y a las 10 en verano, avisaba a los villenenses que debían recogerse en sus viviendas.
En la última planta se encontraban los balcones a que alude el Rvdo. D. Gaspar Archent en su Romancero, que me ha sido muy útil en mis investigaciones, cuando dice: «el estilo plateresco estampó en ella su marca, y muy airosos balcones se abrían en sus cuatro caras». Y como remate, la cúpula abombada donde se encontraban la cruz y la veleta.
EL OREJON
Se trataba de una talla de madera de unos 50 centímetros de altura, que formaba parte del reloj público situado en la torre. Ignoramos todavía quiénes fueron sus constructores. Sabemos, sin embargo, que estas maquinarias datan del final de la Edad Media y fueron realizadas en gran parte por los artesanos de Grenoble (Francia). Su costo e instalación en iglesias era de unos 16.000 reales. Podría ser posible, no obstante, que sus autores fueran villenenses, que tenían reconocida fama como constructores de relojes.
Hemos tenido la fortuna, gracias a la colaboración de nuestro paisano D. Isidro Mira Martínez, de encontrar una litografía del Orejón, y tenemos la certeza de que responde a su original. Es el anuncio de los productos elaborados por unas bodegas de nuestra población hacia finales del siglo pasado, que lo utilizaba como marca. De pícara y burlona sonrisa, cara ancha, y orejas que responden a la copla popular:
El Orejón de la plaza
dicen que no tiene orejas;
una vez se las vi yo
y las tenía como tejas.

EL DERRIBO DE LA TORRE
El proceso del derribo de la Torre del Orejón se inicia el 8 de noviembre de 1885 y termina en el verano de 1888 con la demolición del monumento. Me voy a limitar a relatar los pormenores del mismo sin entrar en consideraciones personales.
Siendo Alcalde de la Ciudad D. Francisco Sanchis Valdés y en la primera fecha antes indicada, se da lectura en la sesión del Ayuntamiento a una carta firma da por Dña. Patrocinio López, D. Antonio Ferrer y Don Francisco Navarro Clemente, en la que manifiestan que, ya desde algún tiempo vienen observando que de la torre se desprenden algunos pedazos de tierra que de muestran en concepto de los exponentes que el edificio se halla en inminente y próxima ruina, y que para evitar desgracias personales lo ponían en conocimiento de la Municipalidad, para que tomase las medidas de precaución que estimara oportunas». El acuerdo por unanimidad fue que la Comisión de Policía Urbana, acompañada por facultativo, se constituyera en el lugar denunciado, y después de detenido reconocimiento emitiera el oportuno informe para obrar en consecuencia.
El 20 de agosto de 1887 toma posesión la nueva Corporación Municipal, formada por los siguientes señores:
ALCALDE D. José Estevan Estevan
CONCEJALES D. Ricardo García Arce
D. Federico Galbis Tarruella
D. Enrique Selva Herrero
D. Rafael Selva Mergelina
D. Deogracias Lobregat Amorós
D. Blas Seller
D. José García Hernández
D. José Esquembre Español
D. José Menor Tomás
D. Andrés Menor Hernández
D. Pedro Ritas García
D. Miguel Fillol Palop
El acta de la sesión de nuestro Ayuntamiento del 30 de septiembre de ese mismo año, dice entre otras cosas:
«Varios señores concejales hicieron presente los rumores que desde hace algún tiempo circulan, de encontrarse amenazando ruina la torre en que se halla situado el Orejón, o sea, el reloj público. En su vista el Ayuntamiento acordó se instruya expediente acerca de ello».
Al comenzar el año 1888 y como consecuencia del expediente promovido, gira visita de inspección el Arquitecto provincial que emite informe pesimista, ya que a conseja la inmediata demolición, o el apuntalamiento de sus muros, pisos y cubiertas interiores, caso de no realizarse en un breve plazo.
El 15 de enero se reúne la Corporación, y entendiendo que es de primordial necesidad para la parte de Levante de nuestra Ciudad el reloj situado en la Torre del Orejón, acuerda el apuntalamiento provisional, y que gire nueva visita el funcionario provincial para levanta r los planos de una nueva torre, de escasas dimensiones, pero suficiente para situar el reloj con dos esferas, y cuya ubicación sería a la entrada de la Plaza de Abastos, mirando hacia la carretera de Alicante a Ocaña.
¿Qué actitud demostraba Villena ante esta cuestión? Como casi siempre ocurre en problemas que le afectan, estaba dividida en sus apreciaciones. Pero eran muchos los partidarios de que no se derribara. En la zarzuela «La Torre del Orejón», de D. Aquilino Juan Ocaña, música de D. José Pons Samper, editada en la imprenta de D. José Muñoz Ferriz en 1888 y estrenada en el Teatro-Circo Chapí el 10 de junio del mismo año, se refleja el estado de opinión de nuestro pueblo y la esperanza de que se cumpla el acuerdo del 15 de enero de hacer una nueva torre para trasladar al Orejón. Y como demostración de la tristeza que siente Villena, se canta en uno de los pasajes de la misma:
El puente Madrí y las Cruces,
la Losila y el Portón,
dice que han mercao pañuelos
pa llorarle al Orejón.

Pero no era sólo tristeza, sino que en algunos sectores del pueblo existían también indignación y deseos de violencia. Testimonio de ella es la copla de la misma zarzuela que dice:
Aquí, muchachos, llegar,
y empuñar el matracón
pa dejar sin resollar
al que toque al Orejón.

Pero la decisión del Municipio a que antes aludimos calmó los ánimos de los que se oponían al derribo, ya que en definitiva no se trataba de eliminar o destruir, sino de trasladar a un lugar más digno a nuestro personaje.
Por otra parte, derribando el arco de la calle Mayor, la torre y la Casa del Pregonero, se eliminaba un estorbo de la vía pública y se hermoseaba una de las calles más transitables de la población, argumento éste que sostenían los ediles municipales y los partidarios de la demolición, para convencer a todos de la necesidad de la reforma.
Pero el informe del Arquitecto provincial en su nueva visita desvanece cualquier esperanza, ya que pone de manifiesto que el lugar elegido para la instalación del reloj público no reúne condiciones de capacidad, amén
de que los gastos ascenderían a unas 30/35.000 pesetas, a todas luces excesivos para la débil tesorería municipal. La sugerencia que hace el mencionado arquitecto es que «para evitar este costoso importe, creía más conveniente la colocación del reloj en cuestión en la torre de Santa María que, por su situación topográfica reúne muchas más condiciones para el objeto de que se trata que la torre en proyecto, pues domina una grandísima parte de la población, incluso los arrabales, cuevas y huertas».
El 20 de abril y a la vista de la información, el Ayuntamiento desiste de levantar nueva torre, y acuerda colocar un reloj con esfera transparente en Santa Ma ría y otro en Santiago, en sustitución del viejo que existía. Estas maquinarias se contrataron en la fábrica de D. Antonio Canseco de Madrid, y las esferas en Talleres Cronos, de Roquetas.
En la sesión del 1.° de junio del mismo año 1888, se ordena el anuncio por medio de bandos y edictos, para recibir durante el plazo de quince días proposiciones para el derribo, admitiéndose la que resultara más ventajosa.
Desisto de hacer relación de los concurrentes y sus condiciones para no hacer más extenso este trabajo, y solamente señalaré que en la sesión del 22 de julio s e dio lectura a todas ellas y resultó aceptada la de D. Antonio Bravo, que por la cantidad de 750 pesetas exime al Municipio de todo lo relacionado con la obra, incluso de daños y perjuicios que pudieran ocasionarse a los vecinos y de los gastos de acarreo de los escombros
Es en este momento de la sesión cuando el Sr. P residente manifiesta que los dueños de los edificios contiguos, comprendiendo las mejoras que les reportaba la demolición, le habían entregado como donativo voluntario en el día de ayer, las siguientes cantidades:
D. Antonio Ferrer Martínez 200 Ptas.
D. José Clemente Navarro 200 Ptas.
Dña. Patrocinio López, Vda. Marsá 350 Ptas.
El Ayuntamiento agradece el gesto de los vecinos y concede permiso a D. Antonio Bravo para iniciar los trabajos una vez se haya instalado el reloj en Santiago.
Por último, el acta de la sesión del 21 de octubre de igual año, habla de la petición de Dña. Patrocinio para la apertura de los huecos necesarios en la pared de su domicilio, lindante con la DEMOLIDA Torre del Orejón. El hecho se había consumado. Dejemos constancia de que, en el derribo de los muros del arco, tuvo que emplearse dinamita; tal era su solidez y forma de construcción; y de que, para proteger las casas vecinas, las recubrieron con haces de barda.
¿QUE HA SIDO DEL OREJON?
Las investigaciones que he realizado me han permitido seguir su triste peregrinar por nuestro pueblo hasta que lo abandonó, y aunque no puedo dar fe de la veracidad de las mismas, me inclino a creerlas por encajar perfectamente los datos recogidos.
Al comenzar el derribo de la torre, fue destruido el viejo reloj, trasladando las campanas a Santa María, y sustituyendo el Orejón por otro pintado sobre una tabla que colocaron junto a la baranda de hierro de la misma Iglesia.
Pero la altura en que lo situaron no permitía que I a gente lo contemplara debidamente, y el nuevo mecanismo que hicieron estaba constantemente averiado y nadie cuidaba de él.
Era lógico, pues, que pronto cayera en el olvido I a lamentable sustitución, que pasó en el recuerdo sin que se hiciera caso alguno de ella.
El original lo recogió D. Pedro Ritas García, concejal por entonces de nuestro Ayuntamiento, que destinó los jueves y domingos para que amigos y familiares lo contemplaran. Por motivos de índole privada, la vivienda donde habitaba fue vendida y trasladaron al Orejón a una casa de la Plaza de las Malvas propiedad de Dña. Pascuala García Cerdán, madre de D. Pedro Ritas.
Ignoramos el tiempo que allí permaneció, para aparecer más tarde en el domicilio de D. Manuel Ritas García, hermano de D. Pedro, Registrador de la Propiedad y Alcalde de nuestra Ciudad en 1909, cuando acaecieron los sucesos de las Fiestas de Septiembre.
D. Manuel vivía frente a la Parroquia de Santiago, e n la casa que actualmente es propiedad del prestigioso abogado D. José Lobregad Vinués.
Desconocemos el tiempo que estuvo en su poder, como asimismo los motivos que indujeron a D. Pedro para obsequiárselo al Sr. Gómez Tortosa, Juez que fue de Villena y con quien le unían fuertes lazos de amistad.
He visitado en Novelda, de donde era oriundo el Sr. Gómez, en Alicante y en Madrid a sus descendientes, y lamentablemente no recuerdan ningún dato referente a nuestro querido Orejón, desistiendo ya de poder encontrarlo.
Queda de positivo la litografía que con toda seguridad responde a su original, y de la que obtendremos una copia de la talla que desgraciadamente se ha perdido. Sería de desear que en homenaje a nuestros pequeños y en recuerdo a nuestros mayores pudiera ser situada en lugar apropiado para que la contemplaran, y mucho más si volviera a funcionar como su antecesor que causó las delicias y el regocijo de muchas generaciones villenenses.
Extraído de la Revista Villena de 1973

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