29 jul 2021

1973 EL BAILE Y LAS FIESTAS

El baile y las fiestas. Por José Serrano Martínez
Aunque parezca mentira, esta escena no es de ahora. Fue pintada en las paredes de una cueva hace más de 30.000 años.

Considerar al baile como una frivolidad, ya es una frivolidad.
Pocas cosas ha habido en la Historia de la humanidad de tanta importancia para la Historia y para la humanidad.
Desde el mismo instante en que el hombre piensa que lo es, no ha dejado de bailar; primero bailó solo, luego con ella, luego con la otra, otra vez con la otra... plaf... de nuevo con ella
Como este juego de los cambios de pareja se multiplicó, hubo de inventarse la Fiesta para, con este motivo, celebrar grandes bailes donde el escamoteo fuese más fácil.
No vayan Vdes. a incurrir en la ingenuidad de pensar que las fiestas sociales y el baile son cosas de unos años a esta parte; milenios atrás y hacia la parte que Vdes. quieran, ocurría ya lo mismo.
Si pudiésemos volver hacia atrás la película de la vida como en un celuloide rancio, que dicho sea de paso se le asemeja mucho, iniciaríamos la proyección con escenas del hombre de Neardenthal celebrando su primer baile de soltero.
Ya en el individuo primitivo se daban los elementos fundamentales del baile, a saber: el ritmo y el gesto. La pataleta que acompaña al recién nacido es harto elocuente: ritmo y gesto a manta.
Cuando el organismo empieza a funcionar, todo es un puro compás: la respiración, los latidos, etc.
Antes, para trasladarse, se daba un paso detrás de otro; a esto se llamaba andar. Actualmente este ritmo está en vías de extinción. En casos extremos sólo se realiza desde el aparcamiento hasta el lugar de destino.
Sin embargo, han surgido nuevos ritmos. Las letras de cambió sé presentan con periodicidad exacta: 30, 60 y 90; 30, 60 y 90...
Época de Ramses Ill. La corte de Faraón interpretando el coro de <La Zarzuela del maestro Lleó e Faraón>).
La más célebre de las danzas militares griegas era la danza Pírrica, representada en este bello relieve llamado <de los Coribantes>.
En cuanto al gesto, el hombre no ha hecho más que aplicar los suyos al baile según su talante de amor, odio, admiración. desprecio, sorpresa, fanfarronería, estupidez y mil ochocientas cuarenta y siete más.
Con este bagaje, el baile tiene todo lo que necesita para prosperar y perpetuarse.
Los primeros protobailes de la historia, estamos convencidos, constituyeron un verdadero éxito. Se propagaron por todas las culturas y fueron asimilados hasta por los más salvajes. Cosa curiosa: cuanto más salvajes, mejor.
El entusiasmo por la danza creció y creció, transmitiéndose de tribu en tribu, de pirámide en pirámide. La ola musical se propagó en gigantesca marea.
Se bailaba por doquier hasta en los lugares más insólitos. Esto explica por primera vez el enigma tan discutido de los miles de huellas prehistóricas de pies descalzos encontradas en el desierto de Libia.
Es que no es lógico preguntarse, ¿dónde puede valer más barato el pie cuadrado para construir una desiertoteca?
El frenesí del baile llegó al paroxismo, y naturalmente hubo de ponerse freno a estos excesos.
El «Poder», consciente del peligro de la relajación de las buenas costumbres, el bajo rendimiento laboral, el desviacionismo, etc., publicó un edicto por el que se daba a conocer al pueblo un nuevo invento: el Son.
A partir de ese momento, tendrían que bai lar todos al Son que ellos tocaran.
Algunos rebeldes, que siempre los ha habido, bailaban de puntillas en secreto, más llegó a los sensibilizados oídos de los mandamases y acabaron bailando de coronillas en público.
Para conservar la vida, hubieron de retractarse y desbailarse muchos famosos bailarines. Otros no cedieron y, con la frente levantada, llenos de rítmico orgullo, subieron a la piedra de los sacrificios a ritmo de samba. Eso sí: antes de morir pronunciaron por primera vez la famosa frase todavía en uso: ¡que me quiten lo bailao!
LA MORISCA. Baile con disfraces del Siglo XV, Grabado de Durero.
La danza, huyendo de tanta persecución, se refugia en los templos. Siglos después los griegos se traen de oriente el sentido sagrado de la danza ritual y, gracias a Terpsícore, entra por la puerta grande del Partenón.
En nuestro país, desde antiguo, también se celebraban bailes y fiestas (no tantas como hoy). Tenemos pruebas de que los iberos, al final de sus fiestas locales y después de beber un líquido importado por los fenicios, pero de origen islámico, llamado jarabe de al-bhorga, se cogían del bracete y, balanceándose hacia los lados, avanzaban lentamente. He aquí a los precursores de las comparsas.
Alentamos a los investigadores a trabajar en tan interesante tema.
También queremos hacer constar que, después de estudiar excesivamente mucha cerámica excisa, hemos llegado a la conclusión que la Dama de Elche no es una deidad como todos creen, sino que se trata de la famosa danzarina La Polarias; Pola para los amigos.
La señorita Pola ganó en el año 456 antes de Jesucristo el primer premio de un concurso del entonces ya famoso Baile del Mantón. De aquí su atuendo. Llegó a ser tan célebre que fue consagrada sacerdotisa en el templo ubicado en un lugar de la playa muy cercano a su pueblo.
Lo curioso es que esto no haya sido descubierto antes, ya que, si Vdes. se fijan un poco, entre el título de «La Dama de Elche» y el de «La Niña de Antequera» no hay más que un matiz de edad. Las formas filológicas de expresión son las mismas. En ambos casos se trata de dos artistas, está claro.
A principios de nuestra era, el baile, ya se va definiendo por todo occidente con personalidad propia. Los orientales emplean el lenguaje de las curvas; la danza occidental es una combinación de rectas. Aquéllos no se mueven éstos saltan y corren. Es evidente que los occidentales hemos hecho del baile y las fiestas una sola cosa; ellos, no.
La Archiduquesa Mariam de Viene, interpretando una danza. Año 1765
Esta diferencia de criterio entre los dos mundos se puso de manifiesto en nuestra patria en la época de la dominación árabe. Al concertarse una tregua se organizó un baile entre ambos bandos y al decidir qué pieza se tocaría, se inició una discusión que acabó en tremenda batalla campal, conocida históricamente por la batalla de Bailén.
El pueblo Godo, otro que también baila, de mostró gran respeto por la danza. Son de destacar en aquella época San Pascual y San Vito.
Al final de la edad media, influido por el carnaval, el baile se vuelve de nuevo libre y licencioso. No cabe duda de que, el baile y las fiestas, reflejan siempre el color de la época.
El máximo esplendor del baile como fenómeno social coincide con el Renacimiento; adquiere suntuosidad y se convierte en coreográfico; aquí se inicia la era del Ballet.
En las fiestas de los siglos XVII y XVIII, el baile se vuelve lánguido, lento y ceremonioso, en los cargantes palacios, cortesanos, se ñoras importantes danzan rigodones rimbombantes.
El siglo XIX es el siglo XIX, ¿quién se va a atrever a discutir esto? Y llegamos a nuestros días.
Después de esta breve y desgarbada exposición de los acontecimientos más o menos históricos creemos haber puesto de manifiesto que el Baile y la Fiesta forman muy buena pareja. Hace siglos que van unidos y no tendría sentido imaginarlos separados.
Se oyen algunas voces de alarma por el gran predicamento que tiene el baile hoy y el peligro de minimizar a nuestras fiestas. Nosotros no participamos de estos temores.
Creemos que...
Vdes. perdonen, pero están tocando una pieza que me gusta y nos vamos a bailar...
Extraído de la Revista Villena de 1973

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