1977 ESTATISMO Y TRANSFORMACIÓN DE LA FIESTA

Estatismo y transformación de la fiesta
Por FRANCISCO NAVARRO GONZALEZ, Presidente de la Junta Central de Fiestas de Moros y Cristianos.
Este es el segundo año en que, entre tantos cometidos como trae consigo el desempeño de mi cargo de presidente de la Junta Central de Fiestas de Moros y Cristianos, llego hasta la Revista «Villena». Funciones ambas, la de la presidencia de nuestro organismo festero, y la de colaborador de la publicación anual editada por el M. I. Ayuntamiento villenense, que desempeño en virtud de una confianza en mí depositada y que nunca agradeceré bastante.

Es corto el plazo de un año para dar noticia de importantes logros, realizaciones o cambios. Más aún cuando se trata de una Fiesta en la cual la tradición, la permanencia de fórmulas y formas de hacer son consustanciales a ella. Como un mérito puede contarse, incluso, el mantener inmutables, en lo esencial, los factores que condicionan y ordenan la manifestación festera. Pese a ello, alguna novedad trae consigo el programa, como es el de la celebración de la Embajada en el marco del Castillo de la Atalaya. Y no menos importante es el decidido empeño de la Junta Central en dotar a los componentes de las Comparsas, no obstante, las dificultades que el propósito encierra, de esa «Casa del Festero» que ha llegado a ser casi una obsesión.
Sin embargo, y a pesar de las anteriores razones, la Fiesta es menos estática de lo que a primera vista pudiera creerse; resulta innegable, por el contrario, que en ella influyen multitud de condicionamientos. La Fiesta está siempre en manos del hombre que la lleva a cabo; y la compleja y mudable circunstancia que rodea a éste no solamente influye en él, sino en todo cuanto realiza. Un análisis de la transformación de la Fiesta en los últimos veinte años, nos convencería de que los factores que han modificado la circunstancia social del hombre en tal plazo han influido igualmente en su actividad, en su talante y, como consecuencia, asimismo, en la Fiesta.

Esto lleva a recordar que, desde hace unos meses, están ocurriendo importantes transformaciones en nuestro país, con un alcance tal que prácticamente nadie se ha visto libre de su influencia y de sus consecuencias. Los cambios experimentados por la sociedad española son muchos y profundos, cabe creer que constituyen el principio de una larga serie que va a seguir afectándonos en el futuro. Factor tan trascendente no hay duda de que ha de dejar huella en la Fiesta, tal como la ha impreso ya en la sociedad dentro de la cual estamos inmersos o de la que constituimos parte.
La incógnita reside en el grado de proporción en que la Fiesta va a verse modificada. Y de ello hemos de estar pendientes quienes de una u otra forma tenemos una responsabilidad en ella. Nuestra actitud vigilante no ha de basarse en una oposición a los cambios indudables que han de producirse; sino en velar porque sigan permanentes las esencias que mueven a la conmemoración, en procurar impedir que las pasiones invadan una actividad que siempre ha estado presidida por una afectiva hermandad, en salvaguardar todo lo positivo que la Fiesta posee, todo lo que supone un homenaje a la Ciudad y a sus tradiciones, todo lo que sirva en ella para enaltecer a Villena y a sus habitantes y para reforzar ese apretado haz que los villenenses debemos formar siempre.
No es difícil empeño. Los hijos de Villena han tenido siempre, fuertemente arraigado, un sentimiento de amor a la Fiesta de Moros y Cristianos, a pesar de los avatares que, personal o socialmente, hayan podido afectarles. La Fiesta está ahí; constituye una herencia irrenunciable para todos nosotros y a pesar de que hipotéticas circunstancias pudieran aliarse en contra de ella, seguirá colmando ilusiones, anhelos y deseos cada septiembre. Ojalá que todo cuanto tienda a transformarla sirva para hacerla más digna, más consciente y más auténtica.
Extraído de la Revista Villena de 1977