24 sept 2021

2021 SALVATIERRA FRENTE A LA CRISIS CLIMÁTICA

Frente a la crisis climática, necesitamos un modelo de ciudad resiliente
La asociación Salvatierra-Ecologistas en Acción de Villena quiere aprovechar las acciones del “día por el clima” para recordar a los dirigentes de nuestra ciudad que necesitamos un modelo de ciudad preparado para los efectos del cambio climático y de modelo energético.

Villena – 24 septiembre de 2021
Hoy 24 de septiembre, Salvatierra se suma al clamor, especialmente de los jóvenes, en todos los lugares del mundo frente a la crisis climática que estamos empezando a notar en toda su severidad. Diversos organismos internacionales, incluso los tradicionalmente más moderados, son claros en sus informes (vg el IPCC o panel de expertos por el clima de las Naciones Unidas): hemos sobrepasado un umbral crítico de afectación de la dinámica terrestre. Por lo que muchos efectos sobre el planeta y la vida humana dentro de él son ya irreversibles y empeorarán en una dinámica no-lineal y difícilmente previsible.
El cambio climático supone una crisis que se superpone y se relaciona con otras crisis en ciernes: especialmente el declive de los combustibles fósiles como motor de nuestro sistema económico. Nuestra asociación apoya y quiere colaborar con las campañas de acción internacional para una transición justa, democrática y participada hacia otros modelos globales de organización social y económica con cero emisiones y libres de los juegos de dominación del extractivismo. Sin embargo, somos conscientes de que junto a esta difícil e incierta acción global, necesitamos un modelo de respuesta local a los retos formidables de lo que ya se considera una transición “civilizatoria”.
Esta afirmación puede parecer grandilocuente y hueca, sin embargo es justamente la más imperiosa y probablemente la menos incierta. No sabemos si los y las líderes estatales e internacionales, en el intrincado juego de intereses de estas esferas, van a tomar las medidas adecuadas y a tiempo para proteger a las comunidades locales alejadas de los centros de poder. Esperemos que sí, pero no esperemos sin hacer nada.
¿Qué está en las manos de los municipios? Envisionar y avanzar hacia un modelo de comunidad resiliente en los escenarios previsibles de decrecimiento (con sus consecuentes tensiones sociales) y desarme de la globalización (regionalización). La resiliencia local significa fortalecer y enriquecer la capacidad de una comunidad para enfrentar las tribulaciones y restablecerse de la mejor manera de ellas (lo que implica sostenibilidad). Sabemos que la cuenca mediterránea va a sufrir subidas considerables de temperaturas y que será especialmente vulnerable a las sequías, las plagas, los procesos de desertificación y la acentuación de los efectos meteorológicos extremos. La tecnología avanzada no vendrá en nuestro rescate, puesto que en su fabricación, transporte y funcionamiento depende de unos combustibles fósiles en declive que cada vez estarán menos disponibles para los colectivos no-estratégicos. ¿Qué necesitamos saber más para darnos cuenta de que tenemos que reaccionar como comunidad local concreta?
Mientras, parece que la mayoría de personas que hacen política en nuestra ciudad o desempeñan papeles de liderazgo siguen con las mismas aspiraciones quiméricas del desarrollismo, haciendo política cortoplacista como si aquí no pasara nada. Pero el tiempo corre. Necesitamos preservar la biodiversidad de nuestro paisaje porque nos ofrece servicios fundamentales para sobrevivir en el futuro. Necesitamos nuestro suelo fértil para garantizar una mínima soberanía alimentaria (no convertirlo en suelo yermo bajo las mega-plantas fotovoltaicas), necesitamos tener nuestros captadores de energía sobre nuestras cabezas o bien “cerca” gestionados por nuestra propia comunidad, necesitamos una política del agua consciente del agravamiento de su escasez, necesitamos diseñar ciclos de economía circular que aseguren las cadenas de suministro básicas para todos y todas. Además, necesitamos ofrecer oportunidades de formación de nuestros y nuestras jóvenes para preservar los conocimientos y las habilidades necesarias de una comunidad resiliente (sanitarias, educativas, técnicas…). Necesitamos fortalecer nuestras instituciones democráticas, hacerlas más participativas y blindarlas a las tentaciones autoritarias de un posible ecofascismo. Necesitamos fortalecer un sentido de comunidad fundado en esas relaciones de cuidado y mutualidad que la visión femenina del mundo nos quiere enseñar. Finalmente, necesitamos preservar aqeullos signos de identidad como villeneras y villeneros que están presentes en nuestro patrimonio y diseñar nuevas experiencias culturales que ofrezcan sentidos existenciales alternativos al actual consumismo-materialista.
En definitiva, independientemente del valor crítico de una respuesta estatal e internacional, necesitamos un modelo integral de ciudad que se tome en serio que estamos ante una amenaza y un desafío sin precedentes en la historia de nuestra especie (y que se sienta co-responsable también del ecocidio de nuestro entorno más cercano).

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