6 feb 2022

2022 CIEGO EN EL JARDÍN

CIEGO EN EL JARDÍN
Tribuna - Mateo Marco Amorós - Profesor de Geografía e Historia
La noticia de la muerte de Pedro Marco Hernández, el payo pintor, nos ha cegado la mirada. Fogonazo de luz en las orillas del Chott el Djerid, camino de Tozeur. De su mano. Espejismos turbios. Calima de salitres. Atrio del desierto. Y allí donde los mortales no vemos nada sino luz sobre luz llega el eco de su voz apreciando, multiplicadas, más de mil maravillas. Antes fue en el anfiteatro de El Djem. Y también en Cartago. Pedro Marco con su mirada de pintor nos educó la mirada. Lo hemos contado cada vez que hemos tenido la ocasión de contarlo: Habíamos comenzado el viaje en la capital de Túnez y pronto, en las ruinas de Cartago, se nos ofrecieron puestos de venta de cerámicas y estatuillas falsas. También allí vendían atractivas piedras. Entre ellas las populares y caprichosas rosas del desierto. Alertados por el guía, nadie compró rosas del desierto pues, según el cicerone, más al sur del país encontraríamos mayor variedad y a mejor precio. Nadie compró rosas del desierto salvo Pedro Marco que subió al autobús con un ejemplar precioso. Las chanzas y la sorna de la expedición fueron antológicas recordándole entre reproches y conmiseraciones la advertencia del guía.
Cierto. Todos, salvo él, nos habíamos dejado llevar por el consejo del guía aplicando la práctica mercantilista Pedro Marco se dejó llevar por la seducción estética. La había comprado porque le había gustado mucho -así lo dijo. La había comprado sin reparar en su precio. Los demás ni les habíamos  prestado atención porque nos habían anunciado un mayor coste. Así que mientras Pedro Marco las apreció con sus ojos de pintor por su belleza, nosotros las despreciamos por su importe. Las miramos con el bolsillo, y en este distinto mirar las perdimos para siempre. Aquella rosa del desierto es la rosa del desierto más bonita que recuerdo haber visto en mi vida.
Con la noticia de la muerte de Pedro Marco, que nos educó la mirada, reposo ciego en el jardín de un hotel tunecino. En la oscuridad de mis ojos, recordando, veo encendido un atardecer sabroso. La noche, en el sosiego de la amistad, la prende una estrella acaracolada que chispea advirtiendo un descanso en paz.
Fuente: Información de Alicante, 6 de febrero de 2022

Pedro Marco y Mateo Marco en el anfiteatro de Djem (Túnez) 1986

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